Todo está dicho, el venezolano común está sometido y humillado, sujeto a gran presión económica, a una política oficial no reconocida, tener ingresos vitales para la supervivencia, depreciados y escandalosamente pequeños con relación a cualquier país del mundo. Sin salud y aterrorizado como consecuencia de no poder lidiar con una pandemia que está acabando con la vida de diez de cada cien infectados de coronavirus, y, por si fuera poco, recluido forzosamente, amenazado y matraqueado por la fuerza, limitados sus derechos e integridad ciudadana, viviendo en lugares hostiles, sin servicios y atemorizado por el hampa y el crimen. Todos los días se pregunta: ¿hasta cuándo esta situación? En realidad, no tiene capacidad de reacción, ni liderazgo que lo guíe para zafarse de un régimen que lo mantiene en esta limitada y terrible forma de vivir. Solo espera que lo rescaten y pacientemente espera que alguien lo resuelva, cuestión que no ocurrirá si no muestra la fuerza social que tiene para el cambio, deberíamos vernos en el espejo actual de Bielorrusia.

Los que se fueron al exterior en la búsqueda de mejor vida, trabajo e ingresos adecuados dejaron atrás o liquidaron su patrimonio para poder migrar, abandonaron forma de vida, oficios y profesiones. Dejaron atrás competencias que habían facilitado cierto nivel de ingresos y de vida, renunciaron al núcleo familiar, dejando costumbres, libros, diplomas, reconocimientos, actividades, acervo cultural y ambiental. Por eso, es sometido a una nueva condición estresante, y por lo general, entra rápidamente en la situación de frustración y depresión.

No ha sido fácil a los que se fueron, dejar hábitat y costumbres, no poder  ejercer  conocimientos, experiencias  o profesiones, y se obliga a cambiarlas por un oficio más bien elemental,  aceptar ser sometido al rechazo oculto o xenofóbico, percibiendo si tiene suerte, salarios por debajo de los promedios locales, maltrato en el tratamiento laboral, ello ocurre incluso en aquellos países cuyos exilados acogimos masivamente en el pasado donde crearon familias exitosas, pero sus descendientes se fueron a reclamar sus nacionalidades para obtener ventajas de supervivencia, los que no, indocumentados o suplicando por visas de permanencia y de trabajo.

Algunos, errando periódicamente por varios países con el agravante de que la pandemia los aisló de pronto por meses en lugares inadecuados, sin recursos suficientes para vivir dignamente, y cumplir lapsos de permanencia. Los de mayor edad, rechazados, sin poder trabajar, convirtiéndolos en una carga para familiares, si los tienen. También estos venezolanos tienen su cuota de quejas, de insatisfacción, de no saber si regresarán algún día, y de querer salir del régimen, pero no pueden hacer nada, tampoco tienen liderazgo que los guíe, ni estrategias claras, solo esperando ayuda externa, incluyendo supuestas invasiones militares que los liberen, esperando un milagro que no existe, al igual que los que se quedaron.

Las soluciones de los problemas no serán posible mientras se continúe atado y dependiente de un gobierno dictatorial, a organizaciones criminales internacionales, a invasores que se apoderaron de: espacios oficiales y de comando, de militares del eje ruso-chino-cubano y del islamismo terrorista, cuyos intereses son la expoliación del país, y la desestabilización de los países democráticos. Estas acciones no solo contribuyen a profundizar la crisis venezolana, sino que influyen en la geopolítica internacional creando problemas graves de supervivencia de la democracia a cambio de sistemas opresivos del socialismo-comunista. Ahí se centra la esperanza de intervención de las fuerzas de la coalición militar democrática, pero ello no será posible sin luchar localmente   por la libertad como condición necesaria y suficiente para lograr el desplazamiento del poder de los usurpadores.

Se hace más dura la realidad ante el desplante de la usurpación y, su odioso poder, la ostentación de dineros mal habidos y de la represión sobre cualquiera que se les oponga. Aparece desafiante con los países democráticos y a sus medidas de restricciones económicas o invulnerable a las acusaciones de terrorismo, corrupción y tráfico de drogas. Se burlan de las medidas internacionales, y como hábiles tramposos, las eluden con la complicidad del eje del mal. Provocan al gigante del norte, lo desafían y emulan a los cubanos y a los gobiernos de otros países cuyas dictaduras no caen como consecuencia de las restricciones económicas y financieras impuestas, sobreviviendo por docenas de años ejerciendo el poder de gobernar por la fuerza, es por ello, que, sin rebelión popular, ni fuerza militar no es posible salir del sistema.

Es una fantasía argumentar el desplazamiento del régimen sobre la base de salidas electorales, que son y seguirán siendo fraudulentas, por cierto, principal argumento de dirigentes comprometidos con la cohabitación y que no han sabido encabezar un movimiento políticamente serio que desplace a los secuestradores del poder. Por todo ello, estamos cansados de denuncias, quejas, reclamos, manifestaciones espontáneas locales y de la carencia de los elementos fundamentales de la vida doméstica, de denunciar a los cómplices que se unen ahora para llevar a cabo elecciones parlamentarias, haciendo abstracción que el objetivo del régimen es defenestrar a la Asamblea Nacional, legitimarse ante la comunidad internacional y lograr que bajen la guardia y hasta lo reconozcan dejando de lado al gobierno interino.

En el ambiente internacional, todos señalan con lástima lo que ocurre en Venezuela, voces de solidaridad, pero mientras tanto mueren de hambre, debilidad y de pandemia miles de venezolanos, la vida se deprecia mientras vociferamos airadamente cuyos ecos no llegan a ninguna parte, es como hacer catarsis sin efecto alguno, por todo ello, si no reaccionamos y nos rebelamos no tendremos solución, ni ayuda internacional. Si no nos organizamos sobre el objetivo común de sacar al régimen dejando de lado el individualismo, el protagonismo, y dejar que personas que aun pernoctan en este desastre refuercen un gobierno de emergencia que lidere la rebelión e instrumente los cientos de sugerencias y cursos de acción debatida privada y públicamente no lo lograremos. Dejemos el egoísmo y enfrentemos el poder. Reconocemos nuestra debilidad, pero en ella está la fuerza, podemos vencer.

La sociedad civil organizada de manera adecuada tiene la iniciativa de lograr el reconocimiento y nombramiento por la via de la consulta de una dirección efectiva integrada por personas claves y que a pesar de sus diferencias allanadas mediante un pacto político deben contribuir a sugerir al interino a importantes personalidades fuera de los  partidos para formar  una junta de gobierno de emergencia poniendo por encima de todo  y con base también en el pacto de gobierno,  los intereses personales, ideológicos, partidistas, independientemente de que sean civiles o militares, pero que conduzcan de una vez por todas a formar el gobierno de transición.

Igualmente, que se facilite elegir un consejo de gobierno plural y representativo de la comunidad nacional, con los ministros adecuados para la reconstrucción y la dirigencia táctica que facilite el desarrollo de la dinámica popular de apoyo y de protesta contundente cuyo propósito fundamental es el de estimular el cambio del modelo político por otro, avanzado, democrático y que sienta las bases para la reconstrucción de un país quebrado por otro susceptible que permita el mejoramiento de la salud ciudadana, el desarrollo económico y democrático. Estas son las bases razonables para organizar en su oportunidad el proceso electoral que norme y regularice de manera transparente a los poderes públicos.

Todas las instituciones civiles, militares, académicas, gremios y sindicatos incluyendo a la comunidad internacional deben apoyar ese objetivo,  en el tiempo que queda hasta diciembre de este año, para que la Asamblea Nacional desempeñe realmente sus funciones, apoyada en el reconocimiento del Tribunal Supremo de Justicia por ella nombrado, y potenciar el  esfuerzo de retar y denunciar la usurpación electoral designando ad hoc al Consejo Nacional Electoral, sometiendo a los integrantes oficiales a los procedimientos que sentenció el Tribunal Supremo en su oportunidad, cuyas acciones la Asamblea no ha tomado.

Es absolutamente imprescindible que el gobierno de transición se instale tan rápido como se pueda dejando a un lado el leguleyismo inoperante para lograr una transición rápida y sin miedo. Que se estimule la protesta pública de un “basta ya” y solicitar el apoyo y aplicación de medidas internacionales más allá de las restricciones económicas impuestas al régimen, y solicitar la ayuda humanitaria urgente acompañada de la coalición militar necesaria que enfrente de una vez a las hordas invasoras que se apropiaron del país.

Dejemos de una vez por toda la quejadera, vayamos a la acción, de otra manera, el resultado será nefasto, el régimen no puede salirse con la suya, es decir, legitimarse en las elecciones parlamentarias, eliminar la Asamblea Nacional, último bastión legal, y sacarse de encima al presidente interino. Este último debe investirse del poder político real y gobernar de verdad, de lo contrario, tendremos una dictadura símil de la dictadura cubana y que continuará con su modelo criminal de gobernanza, y hundirá aún más a los habitantes en la miseria, en la sumisión total por tiempo indefinido.

Los que se fueron, no podrán regresar y obviamente se acostumbrarán, y se transculturizarán. Hablarán en las cafeterías de los países del orbe lo felices que vivíamos en Venezuela, destacaremos que era un paraíso, de playas y montañas maravillosas, y con nostalgia, hablaremos de nuestras frustraciones tal como lo hacen los cubanos, nicaragüenses, bolivianos y argentinos en casi cualquier país del mundo. Entre tanto, sus descendencias ya ajustadas a otro ritmo de vida, solo tendrán una referencia ciudadana por cuanto son ya de otro país, y nos le va a interesar hablar de una provincia cubana llamada Venezuela, sino de su futuro y la de sus descendientes que ya ni siquiera serán venezolanos, sino ciudadanos de otras latitudes.


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