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Son muchos los que se inquietan por la suerte de la Unión Europea si la balanza de las elecciones de Francia se inclina hacia el lado de Marine Le Pen. Sin duda que los círculos liberales con vocación integracionista no están durmiendo tranquilos, pero hay algo que es preciso tener claro y es que esta contienda no va a tener como objetivo dirimir el europeísmo de los votantes galos sino la aprobación de la gestión de Emmanuel Macron de manera de apoyar o impedir un segundo mandato.

Los franceses ya no se dividen más entre los que votan por la izquierda y los que votan por la derecha. La batalla que se anuncia en la segunda vuelta presidencial podría ser más bien entre la Francia rural – la France Oubliée (Francia olvidada), como la llama la candidata de la Agrupación Nacional- y la Francia citadina, cada día más rica y más distante. Aun así, y a pesar de los esfuerzos de Marine por hacerse de la buena pro de los olvidados, es en extremo difícil que pueda remontar la cuesta que la separa en intención de voto del presidente Emmanuel Macron que compite por la reelección.

The Economist ha sacado las cuentas: solo dos presidentes has sido reelectos en el último medio siglo, lo que es demostrativo de la censura a sus gestiones que ejerce el electorado al votar. Con 30% de la votación en la primera vuelta, el hombre exhibe un récord único como incumbente en los últimos 35 años. Casi 1 de cada 3 de sus compatriotas le otorgaron su confianza en esta ocasión, 4 puntos más que en la elección de 2017 cuando también se midió con Le Pen.

Alguien argumentará que con la aritmética no se ganan elecciones y no le falta razón. Aun tomándola en cuenta, la líder ultraderechista se encuentra hoy apenas a 7 puntos de distancia y si no le pisa los talones al presidente en funciones, una sorpresa no puede descartarse.

Pero Macron se está presentando a esta justa con una buena hoja de recorrido, particularmente en lo que respecta al poder adquisitivo de los franceses: el empleo ha crecido sensiblemente durante su mandato, la productividad ha dado un salto cualitativo y el acceso a la educación y preparación técnica de los ciudadanos ha mejorado en los últimos 5 años, ha bajado los impuestos, especialmente para la clase media trabajadora, y todo ello ha sido alcanzado en contravía de los estragos de la pandemia del covid 19. Tiene un importante lunar, no obstante, que tiene que ver con el tema de las pensiones, así que en este segmento de los mayores la abogada Le Pen tiene tela para cortar y sin duda configura buena parte de su proyecto social. A Le Pen la votan electores decepcionados con la izquierda y este tema es también muy explotable.

En definitiva, son los votantes de Jean-Luc Mélenchon, el tercero con 22% de los sufragios, los que inclinarán la balanza de la nueva cita de la justa electoral francesa. Cuán rebeldes serán los izquierdosos franceses ante el deseo manifiesto del líder de la Francia Insumisa de no dar ni una papeleta a Marine es un ejercicio de adivinación. Posiblemente le sigan, pero no apoyar a Le Pen automáticamente no significa votar a favor del presidente. La opción de la abstención o el voto nulo está más viva que nunca.

La contienda entre los dos lideres es, de cara al país, un duelo a puñal porque lo que está en juego en Francia “no es concha de ajo”, como se dice usando los regionalismos latinos. Ciertamente la diatriba entre los franceses mundialistas y los patriotas no está resuelta a esta altura. Y aunque son las mismas personas las que se miden por segunda vez para dirigir el país, el libreto ahora es mucho más complejo.

¿Europa respira aliviada con la virtual fortaleza de Macron? No, aun no. Porque, aunque Le Pen haya dejado el tema en el silencio para la segunda ronda, ella sigue siendo la abanderada del abandono del europeísmo. Salir de OTAN es su norte y también salir de Europa sin Frexit (la salida de Francia, como el Brexit del Reino Unido). Su jugada maestra ha sido no defender a Putin a pesar de su cercanía ideológica. El francés medio es más listo que eso y la continuación de la guerra de Ucrania o su transformación en algo aún más amenazante para Europa los aterroriza.

A rezar toca.


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