Terminado el año escolar, el tema de la educación debería seguir siendo para todos objeto de primera atención. Desgraciadamente no lo es. Conforta, sin embargo, saber que sí lo es para un importante grupo de líderes del sector económico, animadores de la iniciativa APLE, Alianza por la Educación.

A partir del objetivo principal de proponer y desarrollar proyectos que sean factibles a corto y mediano plazo, los promotores de la iniciativa aspiran a lograr la articulación y la sinergia entre los sectores educativo y empresarial y otros miembros de la sociedad venezolana. La alianza que proponen se dirigiría a provocar lo que llaman un “tsunami educativo” a partir de la creación de una cultura educadora capaz de contribuir a la transformación de la sociedad y al crecimiento sustentable del país. La fuerza para hacerlo se centraría en un sistema educativo que potencie el desarrollo de capacidades y competencias con igualdad de oportunidades para todos.

El equipo que en 2012 produjo ese importante documento «Educación para transformar el país» (CERPE, 2012) tiene ahora un aliado que recoge los propósitos de entonces y los enriquece con una mayor dosis de acercamiento a las nuevas realidades y a la concreción cuando se propone, por ejemplo, desarrollar proyectos innovadores, factibles y sostenibles que contribuyan con la transformación de la educación e impulsen una sociedad inclusiva y digitalmente competente. Superando la visión tradicional del liderazgo económico, los proponentes de ahora avanzan hacia una propuesta más participativa, más dispuesta a poner las capacidades y los talentos de sus miembros al servicio de un proyecto que estimule cambios profundos en el sistema educativo.

Una de sus aproximaciones pone el acento en una mayor relación entre educación y desarrollo económico. La formación de un ciudadano para el hecho productivo pasa por la adquisición de los instrumentos para ser más eficientes y más capaces de asumir en positivo los cambios que la tecnología y la informática vienen introduciendo. La educación para el trabajo y para la productividad ha pasado a ser un imperativo. Un resumen de la propuesta de APLE en este terreno incluiría los “pilares estratégicos” de la escuela digital, la captación, formación y reconocimiento del docente, la adecuación curricular, la infraestructura, equipamiento y conectividad, la educación para el trabajo productivo, incluyendo el concepto y las prácticas de la educación dual.

En el fondo de la propuesta aparece una visión renovada del estudiante y del docente, pero también del empresario y particularmente del líder empresarial consciente del valor de la educación. Se expresan en las imágenes del “estudiante con proyecto de vida”, del “docente transformador”, del empresario cuya oferta no se limita al aporte institucional sino al compromiso activo de sus miembros y su cuota de talento, experiencia y visión volcados al sector educativo. En el fondo de la propuesta está, desde luego, la consigna de rescatar la participación de la sociedad, de los padres, de los propios estudiantes, pero también de las organizaciones sociales y productivas del país. Se trata, nada menos, que de involucrar al mayor número de ciudadanos a aportar su talento y su acción para trabajar con el sistema educativo y mejorarlo.

Más allá de la aspiración de convertir la educación en instrumento para difundir conocimiento, una visión más justa y completa no puede dejar de insistir en ella como instrumento de formación para la vida y el trabajo y como medio para transmitir valores, formar la personalidad, inspirar, alentar. Marcar la diferencia en la sociedad venezolana requiere ese valor de buen ciudadano al que aspira una educación como la que reclama Venezuela. La alianza para lograrlo requiere de la participación de todos. Un importante grupo de las élites económicas del país ha decidido poner su parte.

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