Por Julio Alexander Parra Maldonado

“Una cosa es creer en que la historia marcha en la línea de un progreso indefinido, bien otra actuar con voluntad de progreso o, lo que es idéntico, con intención progresista”. Adela Cortina, La ética de la sociedad Civil.

La educación sigue siendo uno de los espacios para la reproducción de cada sociedad, a la vez que la posibilidad de transformación de las mismas. Por más de 200 años, entre las ideas de ciencia, progreso, igualdad, justicia, libertad, desarrollo, comunidad e individualismo; se ha hecho presente la idea de ciudadanía. Y aunque no hay una definición universalmente aceptada destaco las concepciones legalista, política y social de la cualidad de ciudadano.

Este ciudadano contemporáneo es base del Estado Nacional, hacedor de las comunidades y destinatario de los esfuerzos de los grupos democráticos en el poder; es llamado a marcar un camino a ser transitado en un futuro global con mayor desarrollo tecnológico y la economía cambiante, tras la aparición de Internet y la formulación de nuevas expresiones organizativas (o más bien grupos de opinión), incluyendo el ecologismo, entre otros grupos de ciudadanos.

Pero no hay una opinión ciudadana común, ni única, para orientar la educación apropiada para el momento actual. Debemos buscar aspectos comunes y necesarios para la formulación de políticas educativas que respondan a estas tendencias, con intención progresista, cuidando los acuerdos políticos de la sociedad mundial. Atender a la Agenda 2030 de Naciones Unidas.

Hay una tendencia necesaria ¿acordada? como es el ambiente: el uso ¿racional? de sus limitados recursos, respeto a las diversas formas de vida, debate ético sobre la primacía de la especie humana, aceptación política del cambio climático, reconocimiento sociocultural de normas mínimas de convivencia (Cultura de Paz y Derechos Humanos). En fin, mostrar la necesidad de un acuerdo educativo mayor, que accione para un desarrollo sostenible.

En este marco, surgen estas propuestas básicas para desarrollar en cualquier instancia educativa, partiendo desde la escuela, para su currículo, planes, programas y proyectos de formación de ciudadanos con criterios ambientales:

  1. Concepción global e integradora en la sociedad planetaria. Vivimos en un barco amenazado (Planeta Tierra) en el cual no es posible salvar a unos y abandonar a otros al momento de que se hunda esta nave. Nadie escapa a esa realidad.
  2. Aprender haciendo, conocer viviendo. Donde cada vez que planteemos un aprendizaje, sea posible hacerlo, tocarlo, moldearlo, vivirlo. Programas y proyectos prácticos con procesos diarios en la escuela. A sembrar solo se puede aprender sembrando, y por supuesto llegando a la cosecha.
  3. Docentes con experiencia, maestros que hayan hecho. Que quien enseñe, lo haya hecho; que pueda mostrar desde la experiencia la manera de aplicar el contenido temático, inclusive el ambientalista. Que desde sus logros enseñe como hacerlo, o desde los errores que no se debe hacer. Quien enseña sobre árboles, debe haber plantado y hecho crecer árboles.
  4. La regla de las tres R. Reducir gastos, consumo o daños. Reutilizar o reusar equipos, productos, insumos y energía. Reciclar los residuos y desechos de los procesos escolares. Y otras R que podamos añadir como reparación, recuperación, rescate, respeto, recrear la escuela. Los recursos disponibles siempre serán limitados.
  5. Ética para la vida. Principios, valores, acuerdos y normas para la convivencia en la escuela. Desaprender y aprender: educación cívica, educa acción ambiental, gestión de las emociones y productividad de las organizaciones. Para buscar el difícil equilibrio entre lo social, lo económico y lo ambiental.

Estas consideraciones no son exclusivas, ni determinantes. Son un marco general de actuación que permite establecer alternativas progresistas para una escuela que responda a una mirada globalizada, con acción ambientalista local.

[i] Educador. @jalexp1


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