Todo parece indicar que en Venezuela está por finalizar un ciclo histórico para comenzar uno nuevo que sea el punto de partida de la reconstrucción nacional. Cuando usamos la expresión “todo” nos referimos al conjunto de condiciones económicas, políticas, sociales, psíquicas y espirituales de la nación, todas ellas inclinadas a generar un cambio profundo del sistema político nacional. El país ha llegado a un punto tal de saturación de problemas no resueltos y de contradicciones insolubles, que no puede seguir transitando el mismo camino de los últimos veinticinco años sin que algo importante de su organismo se rompa. Se ha rebasado el nivel de lo tolerable y existe un profundo sentimiento de insatisfacción que no puede seguir siendo ignorado y eludido por quienes mal gobiernan este país.

Si la cúpula cívico-militar chavista conservara un mínimo de racionalidad y sentido común, apreciaría cuidadosamente la situación y buscaría la mejor solución, la menos traumática y la más honorable para ella misma, en bien del país y de todos los venezolanos, aprovechando la oportunidad que le brindan los procesos electorales de los próximos dos años. Simplemente respetaría esos procesos, permitiría que los mismos ocurran normalmente, con todas las de ley, sin interferirlos con las mañas y tretas que ha venido utilizando en los últimos ocho años, una vez que descubrió, en las elecciones parlamentarias del año 2015, que había perdido el apoyo popular que tenía. No proceder de esta forma y seguir con la chapucería para mantener ilegítimamente el poder, sería tensar demasiado el cable de la ilegalidad, con el peligro de que este se rompa y golpee con fuerza a quienes estén realizando la maniobra.

Al régimen le resultaría mejor lograr un acuerdo con la oposición por medio del cual, partiendo de un proceso electoral limpio y aceptado por todos, respetando los resultados del mismo, el chavismo tuviera, si perdiera las elecciones como presumiblemente ocurriría, una salida digna, por la puerta de enfrente, en las mejores condiciones posibles, sin persecuciones ni represalias nacionales e internacionales. En síntesis, una salida pacífica y constitucional, como las que tuvieron los ocho gobiernos de la democracia bipartidista de Acción Democrática y Copei en el período de 1958-1998.

Los procesos históricos, como todas las cosas, tienen un principio y un fin. Para el próximo año 2024, fin del segundo mandato madurista, los chavistas tendrán 26 años en el poder, el mismo tiempo que duró la dictadura del general Juan Vicente Gómez (1909-1935), que ha sido, hasta hoy, la más larga de la historia nacional. ¿Qué más pueden desear? Su tiempo ya ha caducado. Lo que no pudieron hacer en 26 años, mucho menos podrán hacerlo en 6 años más de mandato ilegítimo. La realidad ha demostrado de manera fehaciente que a medida que el chavismo ha ido prolongando su permanencia en el poder, violando la Constitución y las leyes, el resultado de su gestión ha sido cada vez peor, sembrando la ruina por doquier. Por el bien de Venezuela y del propio chavismo, el sistema político actual tiene que ser sustituido por otro que permita la reconstrucción nacional.

Si la cúpula del poder chavista, especialmente la militar, que es la clave de su permanencia en el poder, no entiende estas razones y no está dispuesta a permitir el cambio político por la vía pacífica y electoral, tendrá que asumir las consecuencias que inevitablemente se habrán de derivar de ello, porque pese a toda la destrucción habida en estos últimos 25 años, las fuerzas del cambio están vivas, impacientes y dispuestas a la acción. Algo grave sucederá si se frustra nuevamente, por medio de una acción torcida, la oportunidad del cambio político que brindan los procesos electorales de los años 2024 y 2025.

Dicho lo anterior, hacemos un encarecido llamado a quienes muestran síntomas de frustración, desencanto y obstinación y a quienes sufren un estado de renuncia y claudicación porque piensan que no hay salida para la situación que estamos sufriendo, para rogarles que tengan fe, que se animen y acudan a votar en la primaria y si están en el exterior, que se inscriban para participar en la misma de acuerdo con las instrucciones emanadas de la CNP. Contra el miedo, la desesperanza y el desaliento, ¡vota en la primaria!


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