Estamos en las fechas del año donde surgen naturalmente en nosotros sentimientos de amor y felicidad, además de agradecimiento por muchas razones tales como estar vivos, haber logrado metas, formar familia, el reencuentro entre aquellos que están lejos, en fin, todo eso que nos hace ser personas felices y capaces de contribuir a construir el nuevo mundo que cada quien merece.

Sin duda que aprovechamos para mover tantas energías alrededor nuestro, que inclusive se cambian muebles, pintamos la casa, estrenamos cosas nuevas y nos movemos entre lugares que nos llenan de recuerdo y familiaridad. En Venezuela hacemos las hallacas, pan de jamón, ensalada de gallina, las gaitas, que junto con el pacheco y la familiaridad marcan la pauta de la época decembrina.

Diciembre se llena de alegría, se formulan nuevas metas, nuevos retos nacen y se idean planes de vuelo para ese nuevo Yo transformado para el año que comenzará.

Pero estas fechas para algunos otros ponen en evidencia la falta de perdón y la postura angular que define una posición de falta ante algún familiar o amigo y en algunos casos inclusive hasta con uno mismo.

Estructuras familiares enteras encerradas en espacios carcelarios mentales que no dejan fluir la energía decembrina, sino más bien nos da una miopía, una catarata mental que nos aleja de sentirnos dichosos, alegres potenciando más bien la tristeza, la depresión, la separación y el alejamiento hacia un cuarto propio de encierro macabro estructurado y gerenciado por nuestro propio ego o el ego de quien amamos en silencio y no nos da la posibilidad de quiebre, de acercamiento.

Padres que no perdonan una postura de un hijo sin darse cuenta más bien que atendió a una similitud conductual o a alguna enseñanza, hijos que no perdonan a sus padres porque están presos de esas estructuras que los hicieron sentirse superiores y atraviesan la vergüenza de no haber sostenido lo que nunca comprendieron, el amarse a sí mismo para poder amar inclusive a sus padres.

Imagínese como amar a otros si este fundamento de “amarse a uno mismo” les es imposible.

La revancha como manera de atacar ese torcido pensamiento de superioridad que nos lleva a sentir que “ganamos” pero realmente estamos perdidos en el espejismo de una irrealidad que inventamos atendiendo a nuestra propia mentira repetida por tanto tiempo que se hizo verdad, convirtiéndonos en seres que en sí somos “una mentira” en movimiento.

Vivir en gracia es algo fascinante que permite a cualquier ser humano regocijarse en los logros a través del Dios que cada quien representa en esta tierra; sin embargo, estos seres que en diciembre la falta de perdón les atormenta, viven en desgracia constante huyéndole a su propia verdad que los aleja de sus raíces, sin realizar más bien que “agradecer y perdonarse” es menester en el camino de cualquiera que desee ser feliz atravesando su propia montaña.

Una llamada a un ser querido, a un buen amigo que demuestre que sí se puede caminar dejando atrás todo aquello que fue tóxico, es una verdadera batalla ganada en cualquier lista de propósitos de fin de año. Recuerda cuántas veces durante este año de manera programada luchaste con el ego al no aceptar lo mal que estabas por tu falta de perdón y suelta esa posición angulosa que te trae como consecuencia, ser feliz alrededor del amor que eres capaz de expresar en momentos donde se amerita dejar atrás lo malo y ser la buena persona que realmente eres.

Usa el laboratorio de tu propia existencia y da el primer paso para lograr eso que tanto deseas “perdonar y ser perdonado” y deja atrás la culpa de eso que no existe, que solo forma parte de lo que tu mente creó y date la oportunidad de soltar para cosechar de una buena vez lo que deseas sea cosechado producto de la siembra en el cambio de tu nuevo Yo.

Atrévete a formularlo en tu lista de propósitos del próximo año. Ser feliz es una decisión individual.

 


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