Creador de los restaurantes aéreos en el mundo tiene serias preocupaciones por la seguridad de la plataforma que abrirá en Altamira
Foto @xavy_munoz

El año termina. El dolor nacional continúa. Arrecia más bien. Siguen allí los presos y torturados políticos. Los encadenados a una libertad que no es tal, por condicional. Sus familias presas también del sufrimiento. Del mismo modo que los familiares y amigos de quienes han huido a protegerse más allá de las fronteras.

Siguen los muertos en la estampida descomunal. Y los internos, los suicidios y los caídos como producto de una violencia atroz. Todo esto provocado por el régimen del terror. Ni hablar de la destrucción de la educación y el trabajo. Se profundiza la miseria. Producto de la inflación, de la devaluación de lo que queda de nuestra moneda, acaso el nombre. Con ella el hambre, la desnutrición. La mengua.

La salud desasistida. Vale decir, la vida de los ciudadanos que quedamos en permanente vilo. La mendicidad por buscar alivio a cualquier mal. A esta tragedia llaman emergencia humanitaria compleja. Una emergencia provocada que causa solaz en sus gestores. Con la finalidad de ahondar en la pedigüeñería. Para hacer ver ante el mundo que el capitalismo malo nos deseca. Para victimizarse en el poder que de ninguna manera pretenden soltar. Cuba como ejemplo y guía. Ciudadanos sometidos y poder consolidado a costa de ellos.

Mientras, el disimulo con festividades y conciertos, con luces de bengala, con restaurantes colgando cuarenta metros despegados del suelo, ferraris, yates y camionetotas blindadas. El lujo oneroso espetado a todos. Cual pandilleros armados mostrando el fruto de sus acciones criminales. Hambre de millones enfrentada a la opulencia de unos pocos indolentes, revueltos en la sevicia, en la demencial necesidad de estar por encima pisoteando a los otros, con jactancia.

El próximo año no se vislumbra mejor. A pesar de los avances de la Corte Penal Internacional, de que los echaron de la Comisión de Derechos Humanos de la ONU. Luis Almagro plantea su solución desde la aceptación de que no cederán el poder: la cohabitación con los criminales. El contrapeso equilibrador. Lo que no se detiene, lo que no puede detenerse, de ninguna manera, es la lucha permanente, en todo terreno, contra el inmenso ahogo impuesto por los amigos de fundamentalistas, de expansionistas del crimen. La invitación es a continuar lacerándolos hasta el victorioso final. Siempre llega. Hay que abundar en su búsqueda.


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