Cuando se piensa en Francia es imposible dejar de imaginarse los quesos, la moda, los croissants, los vinos, su ciudad capital con la ultra conocida Torre Eiffel, los famosos bateaux y sus paseos por el Sena, Notre Dame, el Arco del Triunfo, Montmartre, el Moulin Rouge o la Avenida de los Campos Elíseos.

Con su amplia promoción, no haría realmente falta visitar tan interesante ciudad para hacernos una idea de su importancia desde sus inicios como Lutecia y como ha invitado a tantos a visitarla, conocerla y vivirla, sacando de las vivencias experimentadas de ella luces y experiencias que serían propagadas por todo el orbe.

Francia y más específicamente París, su idea o recuerdo, bien pueden generar particulares efectos, incluso opuestos, desde el llamado Síndrome de París en el que la expectativa sobre la ciudad es tan elevada que cuando la persona se encuentra en efecto allí podría desilusionarse por no experimentar un éxtasis superior; todo lo contrario al Síndrome de Stendhal, que bien pudiera manifestarse de modo súbito al encontrarse el contemplador frente a las innumerables maravillas que la ciudad ofrece pero también como esa semilla espiritual y emocional que halla terreno fértil y que al madurar con el tiempo genera expresiones como la que hiciera uno de los más conocidos visitantes de la ciudad luz, Ernest Hemingway quien afirmara: «Si tienes la suerte de haber vivido en París cuando joven, luego París te acompaña donde vayas, todo el resto de tu vida, y que París es una fiesta que nos sigue», frase ésta que al leerla en un momento especial de mi vida me animó a tomar la decisión de volver a visitar la ciudad que había conocido en octubre de 2000, y desde esa visita posterior, aunque no ya tan joven, Lutecia influyó mucho en mi concepción de la vida.

Muchas son las anécdotas, infinitos los datos, hechos y reflexiones que pueden generarse de un lugar que evoca tantos acontecimientos históricos, tensiones sociales e ideológicas, existenciales enfrentamientos, estudio e investigación, teología, humanismo y ciencias, conversaciones que sin duda serían muy entretenidas.

Qué decir entre ellas la llamada cultura de l’apéritif, que va muy de la mano de lo que he denominado la cultura del alicoramiento ilustrado; sin embargo, dirigiré mi atención y reflexiones a un aspecto de la cultura francesa poco conocido a menos que la experiencia e inmersión hacia el día a día en Francia se extienda más allá de la del turista o visitante ocasional, me refiero a la arraigada noción del «Dossier» en la cultura francesa en general.

El «Dossier», que puede bien puede perfectamente traducirse al español como «archivo» o más precisamente como «expediente», resulta que adquiere en Francia una dimensión sumamente especial y que durante mi más reciente experiencia y estadía en la que tuve la agradable oportunidad de vivir desde una dimensión académica pude comprobar.

En la residencia en la que te alojarás al llegar firmas un acta de recepción de las llaves y las condiciones aplicables las cuales pasan al «dossier» en el que está un ejemplar de todos los recaudos como pasaporte, credenciales académicas, recomendaciones, certificado de vacunación entre otros; si un familiar va a visitarte, toda su documentación de identidad, vacunación, itinerario, entre otro, va al «dossier». Llegas a la sede administrativa de la universidad, y allí tienes otro «dossier» bastante detallado, continúas con las actividades académicas, y en el departamento un «dossier» sobre las actividades, cada clase, seminario o actividad, un «dossier». Necesitas arrendar in inmueble, el arrendador te solicita tu «dossier» en el que pudiera incluso estar contenido recibos de contratos anteriores, constancias, recomendaciones y cartas de trabajo y bancarias; vas a abrir una cuenta en un a plataforma de Internet para alquilar una habitación, y adivina, hay una sección para crear tu «dossier» en línea.

Ante tal importancia que para la cultura francesa tiene el «dossier» incluso a modo jocoso pasaba por mi mente si cuando dos personas que se gustan están conociéndose revisarían sus correspondientes «dossier» en el que incluso estaría contenidas las declaraciones, recomendaciones, consejos y hasta instrucciones de parejas anteriores.

Sería realmente de interés saber la opinión y que aportarían nuestras pasadas compañías a nuestro «dossier» personal. Hagamos el ejercicio, espero sus declaraciones, yo estaré redactando las mías. Será divertido.

Continuemos…

Seguramente para muchos quienes lean estas líneas les parecerá lógico que exista tal «dossier» de y para todas las actividades, en definitiva hay que ser ordenado; para otros pudiera parecer exagerado y obsesivo, incluso muestra de una omnipresente burocracia que por cierto tendría su génesis en estas tierras galas.

Confieso que cuando noté este especial acercamiento hacia la cultura del «dossier» a la francesa, y que sin duda alguna es de gran importancia para el mantenimiento de una identidad nacional que es algo que se destaca y necesario en sociedades prósperas para evitar que arribistas pretendan imposiciones ideológicas (lo que siempre ocurrirá de algún modo, pero no nos distraigamos), empezaron a aparecer en mi mente ideas sobre esa noción de «dossier», de identidad en relación con un tema que en los últimos tiempos he venido trabajando, el de la identidad digital, el expediente digital y el derecho a nuestra individualidad en espacios digitales que está cada día más vulnerada.

Somos cada uno de nosotros personas únicas e irrepetibles, dueños de nuestra vida, de nuestras vivencias, experiencias y situaciones, de nuestros planes y proyectos de vida, sin embargo, si esa referida cultura del «dossier» no la abordamos con la seriedad que amerita se corre el grave riesgo de que nuestra información, nuestra identidad, nuestra propiedad, no ya de bienes sino sobre nosotros mismos pueda ir a parar a  manos de quienes no precisamente harán buen uso de ella, y con esto la potencial afectación de nuestra identidad y privacidad, nuestra vida y voluntad, algo que estamos viendo está ocurriendo ya con las llamadas Big Tech que no tienen reparo alguno en hacer uso de nuestra información personal que es nuestra propiedad para cualquier fin.

Seguramente habrá quien ante tal afirmación señale que en el caso europeo encontramos mayor «control» y «regulación» en estos temas, y bien cabe preguntarnos: ¿quiénes realmente son los regulados? ¿Las empresas? ¿Los Estados? ¿Los ciudadanos?

¿No será más bien que ese control, esa regulación de las empresas por parte de los estados y la legislación que «protege» al ciudadano no es más que la manera que tienen los mismos estados para seguir controlándonos? Por el estudio que que tenido que hacer de par de casos personalmente creo que algo de esto hay.

A diferencia de como ocurriera en los siglos XVIII y XIX, momentos de gran importancia en la formación del mundo como lo conocemos hoy y la manera en que interactuamos, la sociedad civil es global y digital, no obedece a los mismos criterios de límites y fronteras nacionales, idiomáticas o culturales, lo que nos obliga a repensar muchas instituciones.

Recientemente aquí en París tuvo lugar un interesante evento como lo fue el Paris Blockchain Week Summit, del que entre sus tantas presentaciones pudo destacarse la importancia que tiene para estas recientes formas de interacción social global y digital, especialmente en la llamada Web 3 el tema de la identidad y prueba de humanidad, lo que nuevamente nos lleva a retomar el tema de la importancia del «dossier», así como los riesgos de que toda nuestra información, nuestra data, nuestra intimidad, nuestra vida, se encuentre expuesta ante los eternos agentes potenciales y efectivos violadores de los derechos fundamentales, no ya solo en determinados espacios sino también global y en los llamados metaversos.

Me encontraba haciendo tales profundas cavilaciones y preocupado sobre cómo podría abordarse tan delicado tema cuando acto seguido expuso un ponente francés que trabaja en un proyecto sobre Identidad Digital Descentralizada, cuyo contenido y por ser un desarrollo principalmente francés tengo la certeza de que contará con lo bueno de la cultura del «dossier», lo que pude amenamente luego conversar durante la también muy francesa soirée de happy hour en la que se seguían las interesantes conversaciones de trabajo e investigación, pero a esa hora con una muy especial y muy francesa compañía, la champaña…

«…París te acompaña donde vayas, todo el resto de tu vida, …París es una fiesta que nos sigue» … y por lo menos ya tengo mi Dossier adelantado…

 


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