Fidel Castro durante su intervención en la Asamblea General de Naciones Unidas | GETTY IMAGES

El mundo está impregnado de capítulos de variada índole y entre ellos el de Fidel Castro, calificado hasta “con facultades mentales trastornadas”. Cesare Lombroso, criminólogo y médico italiano, no lo hubiere considerado “un hombre común”. Para algunos “vivo y despierto para entender las cosas y actuar en consecuencia”. Otros inclinados a que con “la guerrilla” se aprovechó de la huida de Batista estimulada por soberbia popular. Y “el espigado barbudo” tomó el poder y de manera absoluta.  Hasta su muerte.

Carlos Alberto Montaner arguye que Cuba, del tamaño de Austria y Suiza juntas, es beneficiaria de la fertilidad de su territorio y lluvias generosas. Pero destruida por la “revolución”, no más que una sátira. En “la época precastrista”, el país en el rango 22 en lo relativo a salud, por delante de Holanda, Francia, Reino Unido y Finlandia. En la economía, un respetable desarrollo junto a los argentinos, uruguayos, chilenos y venezolanos. Todo ello y mucho más fue acabado por “los insurrectos”. Las emociones iniciales de un pueblo ante “la huida cobarde” de un dictador, no tardaron en esfumarse. Quienes pernoctan en la hoy miserable “tierra de José Martí”, sin sustento para la vida diaria.

El método de Castro fue atípico. Ajeno al tradicional “golpe de Estado” conforme a la “Doctrina del interés nacional de Estados Unidos”, en Centro y Suramérica. Fuente, en rigor, del “autoritarismo de Estado” y de dictaduras. La inventiva del “comandante” es sui generis, asimismo, por no tener vínculo alguno con un proceso eleccionario. Se trató de “una guerra de guerrillas”, parecida, por lo menos, en sus inicios, a la de Colombia y que en aras de subsistir terminó manoseando el narcotráfico. La “pasta blanca” no contaminó, aparentemente, a “los barbudos” en la Sierra, pero si sumergió en ella al “gobierno revolucionario”. Para algunos, la isla inmersa en la categorización de un “Estado criminal”, de la mano con Venezuela y países de cercanas y distantes latitudes.

La periodista argentina Norma Morandini, al resumir el libro El último rey católico del profesor de la Universidad de Bolonia Loris Zanata, relata que el papa Francisco en su visita al comandante le regaló Los sermones y reflexiones de Armando Llorente, jesuita español tutor del colegio donde el guerrillero se formó, a fin de que se reconciliara con su pasado religioso. Se instituye como reacción la frase de Castro “Hay que reprimir al hombre para salvarlo”. Para Morandini, Zanata descubre en Fidel “el predicador de la violencia redentora”, raíz hispánica de tradición nacionalista católica. “La cruz impuesta por la espada”. Pero, también, el rechazo al “laicismo”, bandera de los utópicos socialismos del siglo XXI.

Es lógico pensar que el libro será duramente cuestionado. En él se lee “el monarca comunista del siglo XX, tal vez, sea heredero de los viejos soberanos, pues creció en una isla que fue Espana por siglos, en un ambiente familiar, social y católico. Pero, asimismo, “educado por sacerdotes bajo los principios del comunitarismo de las misiones jesuitas”. Zanatta estima que “ello impregnó su universo moral, tipificado por la salvación de las almas a través de la evangelización”. El comandante, para el historiador, creyó haber recibido “el soplo creador del “hombre nuevo”, quien aplicando “la disciplina revolucionaria” alcanzaría la sociedad sin clases. Y para ello la redención del pueblo elegido por “el mesías, líder y salvador”. Alguien interpretaría, dada la reconocida habilidad de Fidel, hasta para meterse por el ojo de una aguja, que tanto Juan Pablo II como Francisco no ilustraron, ni convencieron al comandante. Lo contrario, este a los representantes de Dios.

No puede negarse la excepcionalidad de Fidel, exhibida incluso fuera de Cuba, como en la OEA, la ONU y otros foros. Pocas veces vistió sin el uniforme verde oliva. Gobernó bajo la precariedad en el manejo del conflicto social, dada la debilidad de las instituciones políticas. En el propio Preámbulo de la Constitución de 1999 hay definiciones para tipificar al régimen y quién fue Castro y su legado, entre otras, “por los que lucharon contra la explotación impuesta por capitalistas, terratenientes”, “por los que difundieron las ideas socialistas y fundaron los primeros movimientos revolucionarios, marxistas y leninistas”, “por quienes nos condujeron a la victoria revolucionaria popular de 1959”. Las afirmaciones prosiguen, “Guiados… por lo más avanzado del movimiento revolucionario, antiimperialista y marxista, en particular por el ideario y ejemplo de Martí y “Fidel”, pero, asimismo, “Decididos… a llevar adelante la Revolución del Moncada, del Granma, de la Sierra, de la lucha clandestina y de Girón…”. La cartilla de Fidel, dirían muchos.

No es sencillo ubicar a Castro en quién fue, es y será. Es un tema propio de conflicto. Para el escritor chileno Jorge Edwards, Cuba está sumergida en la desesperanza en medio de la indiferencia del resto de las naciones. Y quienes apoyaron a su decrépita revolución, miran a otros lados, como para expresar “no somos culpables”. Las ambivalencias en los humanos subsisten, a pesar de los esfuerzos por construir un mundo ordenado, habitado por un ser lo más racional posible. El que más abunda termina siendo, lamentablemente, el paradójico. El comandante condujo a unos cuantos políticos (Chávez, Correa, Morales, Kirchner, Petro), presumimos que por sistemático.  No por opuesto. Quizás, una respuesta al ¿Qué será?

En “el infierno” ha de estar, se escucha a voces. Tal vez el historiador Zanata haya imaginado que al Último rey católico le visitó Ignacio de Loyola, creador de “la orden jesuita, demandándole poner en práctica Los ejercicios espirituales, publicado por el religioso durante la Contrarreforma, pues ejercerían una influencia proverbial en su espiritualidad”. Fidel le dijo no necesitarlos, pues en Cuba hay más penurias y sufrimientos que en el propio “averno”. De mi creación es Ignacio, el lugar para el eterno castigo de los condenados. Y sin sufrir tanto como tú en el voto de pobreza y “la Compañía de Jesus”.

La argumentación y la contraargumentación.

¿Pasarán por allí las preguntas y respuestas del personaje que fue Fidel Castro?

¿Exitoso?

Atípico, sin dudas.

 

@LuisBGuerra


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