Casi involuntariamente he escuchado las declaraciones de unos de estos politiquitos del llamado G4 en las que, después de afirmar su admiración por el expresidente español Felipe González, repetía que este lo había aleccionado con respecto a que la política es sobre todo administrar las expectativas de la gente. Esto lo utilizaba el entrevistado como bastoncillo de quien evidentemente cojeaba al intentar justificar ante los insistentes emplazamientos de los periodistas sobre la participación de su partido Voluntad Popular en el sainete dizque eleccionario, preparado por el narcoterrorista régimen de Maduro, el venidero 21 de noviembre.

Desde Miami, en medio de uno de estos foros que sirven mucho de plataforma promocional de personalidades, y muy poco como aporte a reales soluciones a la hora de dar respuestas serias a la vitales necesidades de desfallecientes naciones, como en este caso la venezolana, ocurre que el declarante, de cuyo nombre no quiero ni acordarme, no se enteró u olvidó intencionalmente que Felipe González había afirmado precisamente acá, en Miami, en otro de estos mencionados foros precedentes, que no se debía por ningún concepto asistir a unas elecciones con Nicolás Maduro en el poder.

La naturaleza del liderazgo que requiere Venezuela no está, definitivamente, en dichas plataformas que fueron precisamente creadas por los responsables de la debacle de la lucha contra la tiranía en Venezuela. Por bueno se podría dar entonces el consejo que hace algunos años recomendaba acerca de estas ahora desvencijadas “jóvenes promesas”, alegando que las viejas generaciones de dirigentes venezolanos mejor se fueran a las duchas, dando campo libre y oportunidad a las «nuevas generaciones de políticos «para realizar la faena liberadora. ¡Nada más equivocado si a los resultados nos remitimos!

Ha llegado la hora de tomar lo mejor de la herencia de nuestra historia, y con el ejemplo de nuestros mayores, y más aún junto al privilegio de todos aquellos que nos acompañan en vida, reasumir y liderar una lucha integradora de lo mejor de cada generación, para conducir la liberación de Venezuela, de la tiranía que hoy la tiene secuestrada. Es la hora de combatir, por todos los medios, la criminalidad política, corrupta, indolente, depredadora y manipuladora, venga de donde venga. También en memoria de los que murieron en la entrega de todos nuestros días, con sus noches, en tenaz resistencia: Franklin Brito, Oscar Pérez, Rafael Ramón Acosta Arévalo, por ejemplos.  Asumir la conducta de dignidad y claridad meridiana sobre qué es lo realmente relevante y necesario hacer, en Nicaragua, Cuba, Venezuela, o en en cualquier parte del mundo, cuando se enfrentan regímenes dictatoriales criminales, que secuestran, violan los derechos humanos, con asesinatos de forma directa e indirecta de cientos de miles de personas, día tras día.

La consistencia de lo que se busca; la organización y la resistencia; la administración de los recursos, con la altísima responsabilidad del primero y centro de todos ellos como lo es el propio ser humano, ese el deber ser y reto del auténtico liderazgo. ¡No la manipulación de expectativas o sus sueños! Darles si cauce a su fuerza creadora, a su energía transformadora para la lucha libertaria; frente a la oprobiosa realidad de esclavitud a la cual se le somete. La vivificante libertad, consustancial con  el milagro de la vida misma, es la inspiración y promesa que no la manipulación por parte de ningún mequetrefe que se cree semidiós. Dictadores que se comportan como invulnerables porque el mundo se lo permite, ¡hasta que se lo permite el pueblo cuando torrencialmente se desborda en su legítima defensa!

¡Tanta inmadurez a esta alturas de la situación no puedo creerla! Dolorosamente me siento inclinado a pensar que la manzana podrida logró pudrir a todas las manzana de esa cesta llamada G4. No solo no tengo ya expectativa alguna sobre que la tiranía ceda en ningún terreno para dar paso a una transición para la vida en democracia, sino que no debemos abrigar ya más ninguna expectativa en estos “protagonistas de la traición” a las legítimas expectativas de un pueblo que escuchó, más que repetidas veces, la letanía de quienes sostuvieron de esa misma agrupación partidista y su bufón de turno que la linea estrategia secuencial era el: cese de la usurpación, gobierno de transición y elecciones libres.

@gonzalezdelcas

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