El alocado y angustiado régimen totalitario que desgobierna a Venezuela acaba de lanzar una nueva iniciativa frente al sector privado que, según los que usurpan el poder, procurará el equilibrio de nuestra economía y evitará que la desbocada inflación siga destruyendo el ingreso de los ciudadanos.

En la perorata que Jorge Rodriguez pronunciara al momento de anunciar la creación de una instancia de diálogo con el sector privado, específicamente con Fedecámaras, quedó claramente establecido que el único objetivo que persigue el régimen es ejercer un mayor control sobre la iniciativa privada para endilgarle a esta todos los males de los avatares por la que transita y transitará la economía nacional.

Como consecuencia del referido diálogo, se presume que se establecerán las acciones orientadas a frenar las distorsiones que en este momento tiene la economía nacional, pero sin admitir que las referidas distorsiones son de la exclusiva responsabilidad de las erradas políticas instrumentadas por el régimen y sin considerar que, en otras ocasiones, el régimen trató de “hablar”  con el sector privado sin ningún resultado positivo, dada la rigidez de la agenda gubernamental para esas conversaciones.

De lo dicho por Rodríguez se infiere, otra vez, que en el discurso del régimen se atribuyen los males de nuestra economía al acaparamiento, especulación, sanciones internacionales y otras perversas prácticas supuestamente realizadas por el imperio y lo que queda del sector privado nacional. A nuestro juicio lo que se pretende crear es el “chivo expiatorio” para las dificultades presentes y para las que sobrevendrán por la tozudez suicida gubernamental de mantener el modelo estatista que no ha dado resultado positivo alguno en los años en que se ha venido aplicando.

El “vocero de Miraflores” no anunció ningún cambio en la política económica del régimen, prometió lo que no puede lograr, amenazó con aplicar poderes que no tiene y ofreció el control de la economía a un aquelarre de instituciones, presidida por él mismo y con la participación del sector privado nacional.

Cabría preguntarse ante las reiteradas demostraciones del régimen de su gran ineficiencia conceptual, ineficacia operativa y supina ignorancia sobre el desenvolvimiento económico del país, si una iniciativa de esa naturaleza tendrá la confianza de los empresarios y la credibilidad necesaria de la gente para tener posibilidades de éxito. ¿Podría creerse en la sinceridad de un eventual propósito de enmienda del régimen cuando propone un diálogo de esa naturaleza o es que lo hace porque no tiene otra opción frente a los irreversibles efectos adversos de la bancarrota en que se encuentra y solo pretende ganar tiempo para mantenerse en el poder? Por otra parte, no se debe olvidar que establecer un programa antiinflacionario, reactivador de la economía y corrector de todas las distorsiones generadas por las políticas del régimen, requiere ingentes recursos de financiamiento que ni el sector público ni el privado disponen y que es muy difícil obtener del exterior, lo cual compromete seriamente la viabilidad de esa iniciativa.

El régimen, a lo largo de su existencia, reiteradamente ha atacado a la iniciativa privada, le declaró la “guerra económica”, no a los corruptos e ineficientes burócratas que medran a su alrededor para lucrarse ilegalmente, ni a las inconvenientes e irresponsables políticas que aplica, ni a las limitaciones ideológicas y políticas que le impiden realizar las correcciones y ajustes necesarios; sino a unos supuestos saboteadores, que obviamente no están en el gobierno. Ello, se evidencia en algunos videos que actualmente circulan por las redes sociales en los que tanto el que se fue como el dictador actual insultan, amenazan, castigan y descalifican al sector privado.

Eso significa que en lo sucesivo, de mediar el anunciado diálogo, los empresarios deben esperar fuertes ataques de descrédito a sus actividades, más controles burocráticos a su gestión económica, más entornos adversos a su desempeño empresarial, menos seguridad personal y jurídica, más deterioro del clima de inversión, más obstáculos para mejorar la productividad, más incoherencia gubernamental y mayor sobrevaluación monetaria. Es decir, el caos, la incertidumbre y la desesperanza.

Sin intención alguna de satanizar al proyectado diálogo, a los amigos de Fedecámaras me permito recomendarles mucha cautela, firmeza y claridad en las tratativas que realicen con el régimen y no olvidar el viejo adagio que dice: dime con quién andas y con quién negocias y  te diré quién eres.


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