«Je suis devant ce paysage féminin» (PAUL ELUARD) [«Estoy ante este paisaje femenino»]

No se puede ir por ahí siguiendo todas las tendencias que nos llegan. Sí. Resulta muy cool y muy trendy estar al día, no ser un bicho raro y dejarse llevar por la moda ¿No le parece a usted, amable lector, que la tontería es algo que existe en abundancia? De hecho, al decir «fashion victim» caemos en la trampa. A ver, ¿por qué decimos esto en inglés cuando tenemos un idioma rico, rico que puede con todo y ya contamos con una expresión equivalente a «fashion victim» que es «víctima de la moda»? Somos víctimas del capricho veleidoso de lo moderno, somos víctimas de lo último. No siempre ocurre que lo más reciente es lo mejor. La moda es, por definición, algo pasajero. Lo moderno se coloca justo enfrente de lo clásico. Y lo clásico permanece a pesar del tiempo, a pesar de los años.

Somos modernos si hablamos moderno, si absorbemos todo lo que huele a nuevo. Nuestra lengua española padece el mal de la influencia del inglés a nivel mundial. Las tiendas, las calles y la gente están enamoradas de la lengua de Shakespeare. Cuando uno sale a comprarse unos tejanos, por ejemplo, los carteles del mostrador de ropa no van a indicar justo encima de los pantalones «figura delgada», «pantalones pitillo o ajustados», sino «slimfit»; es decir, sabes inglés o estás perdido. Este es solo un ejemplo. Hay muchos más.

Una muestra de la modernidad mestiza de nuestra lengua es la forma en que habla y escribe Andrés Calamaro. No resulta fácil entender el idiolecto del artista argentino que acostumbra a mezclar español e inglés -inglés y español- todo el rato. Yendo hacia atrás en el tiempo, en el mes de agosto del año 2010, Calamaro anunciaba su despedida de Twitter de forma dramática: «Si resulto ser la cara amable del termo twitter, 140 caracteres, (…)  Me importa tres pepinos perder un segundo más en el rebaño de boludos con blackberry«. Se está volviendo difícil la comunicación entre la gente que habla la misma lengua y pertenece a una generación diferente.

Actualmente, además de conocer ciertas expresiones en inglés, uno debe manejarse con soltura en el ámbito digital de la red internacional -Internet-, saber operar y realizar transacciones a través de aplicaciones instaladas en el smartphone -uy, perdón- o también hacer lo propio desde un reloj moderno que ya no sirve únicamente para decirnos la hora.

Pero la moda manda. La moda reina sobre todo en la ropa que nos ponemos para salir a la calle. No podíamos imaginar que un día llevar los tejanos gastados y descoloridos a fuerza de lavados resultaría moderno. Nadie nos advirtió que las camisetas gustarían también puestas del revés, o sea, con todas las costuras a la vista. La moda es así ¿Quién, si no, podía adivinar que las jóvenes -y no tan jóvenes- presumirían de bragas y tangas algún día dejando asomar el borde de su ropa interior por encima de la cintura?

Pues la cosa no queda aquí. Mi teléfono móvil recibe avisos de noticias sin parar. Me llamó la atención un titular que trataba de moda: «La nueva moda en Instagram: quedar en culo« (24con.com, 11.06.2022)*. Hago clic en el enlace y veo a una mujer de espaldas frente a un paisaje, como si se tratase de un selfie ajeno -autofoto, usted perdone- porque la imagen la ha tomado obviamente otra persona que goza de la confianza necesaria para verte el trasero desnudo. De eso se trata esta nueva tendencia, de enseñar un paisaje y dejarse retratar con el culo al aire. Como escribía ahí arriba, hoy las cosas vibran para el dios digital y la etiqueta en la red –hashtag– es #CheekyExploits (hazañas descaradas). Busco más información sobre la tendencia y descubro que la moda se había originado antes, hace unos cinco años («Mostrar el culo mientras disfrutamos de las vistas, la nueva tendencia en redes sociales» Diario de Mallorca, 26.10.2017)**. Según parece esta tendencia podría dejar de ser pasajera y convertirse en un clásico. Lo malo de posar con el poto desnudo es que, en el caso de que uno sea el modelo retratado, al fotógrafo o fotógrafa le dé por encapricharse del paisaje y uno se vea obligado a tener que poner tierra de por medio. Lo bueno, darse la vuelta y mirar sin pudor a la mujer que nos mira.


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