Una especie de fascismo mágico recorre el continente. Mucho antes que el coronavirus.

La magia está en que es un fascismo de izquierda. Pero fascismo típico, fanático y despiadado, además. Es auspiciado, respaldado y llevado adelante por una izquierda que encuadra a la decadente pero siempre rectora y vigente Cuba castrista (parte de la magia), al entonces avasallante pero hoy alicaído bolivarismo, al renaciente kirchnerismo con cambio de careta, a un Evo defraudador in fraganti pero que no se resigna, a un Correa cercado, a un Lula que se apaga, a un Frente Amplio uruguayo en retirada poco honesta y que intenta resistir, a un foro de Sao Paulo que procura soliviantar a intelectuales y estudiantes y confundir a obreros y a un Daniel Ortega que prosigue con la tradición de dictaduras familiares que ha marcado a Nicaragua y que se inició con los Somoza y continúa ahora con los Ortega–Murillo. Resumiendo: el autoproclamado progresismo socialista y bolivariano.

El grupo de choque fascista del orteguismo (de sandinismo no le queda nada) trató de empañar, con sus métodos, la despedida del sacerdote Ernesto Cardenal, fallecido a los 95 años. Un hombre de izquierda -de aquella- y sandinista sin discusión y antiorteguista desde hace mucho tiempo y hasta su último día de vida.

El fascismo tenía líderes payasescos, que parecían caricaturas y quizás por ello confundieron, sorprendieron e hicieron tanto, tanto mal. Por estos lares el payaso por excelencia es Nicolás Maduro. El inefable dictador venezolano acaba de develar que el coronavirus es un arma de Estados Unidos para acabar con China.

No muy efectiva por cierto, en ese sentido el régimen de Maduro ha matado mucho más gente, pasándole por encima con tanquetas llegado el caso, y ha provocado fugas  infinitamente mayores. ¿Quién se lo habrá dicho? ¿Se lo habrá contado el pajarito chiquitico aquel? El que le dijo que era Chávez encarnado, que le dio el dato sobre la multiplicación de los peces y los “penes”, el que agradeció el fraude electoral y el que dijo que Chávez influyó –habló con Dios- en la designación del papa Francisco. Esto último es lo que parece más creíble, por cuanto la performance del kirchnerista Jorge Bergoglio, ahora como Papa, encaja perfectamente en el progresismo socialista y bolivariano. Además, no hay por qué extrañarse sobre cercanías entre el Vaticano y el fascismo. La historia habla por sí sola.

Y en cuanto a Europa, cuna de los fascismos, los que brotan y rebrotan a lo largo de toda la unión, tal cual lo previsto parece que España va a retornar por los pasos de Rodríguez Zapatero. España tiene larga experiencia en materia de autoritarismos y fascismos, los que ha asumido sin chistar. Los dictadores mueren en la cama.

Parecería que el nuevo gobierno de Podemos y el PSOE que encabeza Pedro Sánchez no se puede contener ni negarse a las directivas de Pablo Iglesias. Y así recibió e hizo ingresar clandestinamente a Europa a la canciller venezolana cuya captura está requerida en toda la Unión Europea. Incluso en las salas VIP del aeropuerto de Barajas. Trató de secuestrar al ex ministro boliviano que le manejaba los fondos a Evo Morales y encargado de hacer llegar aportes a los “amigos” españoles. En esto fracasó, como pasó también con el intento de evitar la extradición y en su defecto facilitar la fuga del ex jefe de inteligencia del gobierno de Rafael Correa. Este señor parece, según diputados españoles, que sabe mucho sobre las andanzas del ex dictador Correa y de las relaciones de este con el líder de Podemos.

El espacio esta vez no da, pero falta mucho por contar.


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