convocatoria Mundo sin mordaza dictadura

«Siempre es grande, siempre es noble conspirar contra la tiranía, contra la usurpación y contra una guerra desoladora e inicua» SIMÓN BOLIVAR.

Los acontecimientos que el país viene viviendo desde hace 25 años, como consecuencia de las políticas públicas aplicadas por un gobierno que se proclamó socialista pero mal llamado bolivariano, evidencia que estamos en presencia de un régimen dictatorial, que a trote y moche, pisotea hasta la propia Constitución Nacional, la cual peyorativamente Hugo Chávez la denominó «bicha».

Es lugar común escuchar a muchas personas, expresar que el régimen dictatorial de Marcos Pérez Jiménez, en comparación con el actual, es «un niño de pecho», pues la represión, encarcelamiento, torturas, censura de medios de comunicación, inseguridad, hambruna y una laya de hechos tipificados de lesa humanidad, configuran un férreo régimen dictatorial, que jamás se vivió en el país, cuna del más grande hombre, que además de insigne Libertador, fue amante de la libertad y la democracia.

Releyendo páginas de la historia contemporánea, observamos la evolución de las dictaduras modernas, que comenzó en el siglo XIX, marcada por la aparición del bonapartismo en Europa y los caudillos en América Latina. El siglo XX fue testigo de la proliferación de dictaduras fascistas y comunistas en toda Europa. El fascismo fue erradicado tras la Segunda Guerra Mundial en 1945, mientras que el comunismo se expandió por todo el mundo, manteniendo su influencia hasta la conclusión de la Guerra Fría en 1991, época en la que también se vió el advenimiento de dictaduras personalistas en África y dictaduras militares en América Latina, especialmente durante las décadas de 1960 y 1970. Venezuela entre ellas.

Una dictadura representa un sistema de gobierno autocrático, en el que el poder se concentra en manos de una persona o de un grupo de individuos, que actúan con mínimas o nulas restricciones, y se caracteriza por la centralización de la autoridad política en torno a un dictador, que dirige los asuntos del Estado, rodeado de un grupo de asesores, generales militares y de personas de su entorno, con los que se aferra al poder, gestionando estratégicamente las relaciones dentro de este círculo íntimo y reprimiendo al mismo tiempo cualquier forma de disidencia u oposición.

Era impensable en Venezuela que luego de 40 años (1958-1998), de una genuina democracia con sus defectos naturales, producto si se quiere de la alternabilidad de quienes dirigieron los destinos del país, el país entrara en un oscuro y lúgubre momento de su historia, con la llegada al poder de un militar que lideró un fallido golpe de Estado, cuyo trágico acontecimiento ocasionó más de 325 muertos entre militares leales e insurrectos, además de civiles. Hugo Chávez es el padre de la tragedia que vivimos, cuyo posta recibió Nicolás Maduro, hijo putativo y heredero de la corona.

Calificados analistas internacionales opinan que a pesar de los esfuerzos de las dictaduras, por imitar los procesos democráticos, como la celebración de elecciones para fingir legitimidad o incentivar a los miembros del partido gobernante, las elecciones carecen de auténtica competitividad, por cuanto la estabilidad de una dictadura depende de la coerción y la represión política, restringiendo el acceso a la información, vigilando a la oposición y empleando la violencia. Observan que las dictaduras saben que sin una represión eficaz de la oposición, corren el riesgo de derrumbarse mediante golpes de Estado, o cualquier otra circunstancia que pudiese suceder en el momento

En el caso venezolano y en momento actual, solo la Unidad de los distintos sectores políticos y demás organizaciones gremiales, sindicales y de la propia comunidad, hizo posible lograr el objetivo deseado que se aprobó el pasado sábado, al designar por unanimidad la candidaturas presidencial del Dr. Edmundo González Urrutia, embajador, profesor universitario y con un currículo de honor.

Con fe y esperanza esperaremos el 28 de julio, fecha que cambiará las páginas de la historia patria, salvo Dios no quiera, la perversidad haga de las suyas.

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