John Stuart Mill declaró que la “máxima según la cual la verdad siempre prevalece sobre la persecución  es una de esas falsedades agradables que los hombres repiten sin cesar hasta que se convierten en lugres comunes, pero que la experiencia la rebate”. La experiencia en el caso venezolano ha rebatido y sigue rebatiendo de manera cruel, casi que artaudiana, la preeminencia de la verdad sobre la persecución y el horror. Como sociedad hemos sido expropiados del pulso básico y elemental de la capacidad para advertir el grado de quebranto institucional que ha sufrido esta exrepública.

Asistimos a un proceso de hipnosis colectiva, de aletargamiento del pulso democrático nacional, de la capacidad de respuesta elemental frente a los embates de esta hegemonía, la ira convertida en política de Estado, se ha hecho nimia y tolerable, el miedo es la respuesta elemental a los costos políticos planteados desde la perpetuación del poder, abandonar todas las posiciones institucionales, de principios y hasta de existencia frente a una hegemonía que cada día se expande cual hongo, sobre todo el tramado social; la represalia, la revancha y la amenaza velada son las interacciones que desde el poder se tienden hacia la sociedad de siervos, de vasallos de esclavos.

El dilema de la falsa normalidad se instala en medio de una sociedad que subsiste los rigores de la imposición de unas condiciones indecibles, inenarrables y absolutamente alejadas de los fines mínimos de cualquier Estado, atravesamos una emergencia humanitaria compleja y la violación sistemática de todos los derechos, hasta los Derechos Humanos, tema que ha sido ratificado por la Organización de Naciones Unidas a través de la misión internacional de este organismo en el país, ratificaron las mismas violaciones al marco de los Derechos Humanos observadas desde 2019, con el agravante de la intención unilateral del Estado venezolano por intentar ocular esta gravísima situación, obviamente la respuesta desde el régimen se limitó a descalificar al emisor, revisar el acuerdo suscrito entre el gobierno y la delegación de observadores internacionales y afirmar desde la irascibilidad que se trataba de un informe sesgado. Obviamente, al no convalidar y consecuentar el relato único del opresor refleja que los interlocutores del régimen desestiman, insultan, calumnian y urden una madeja de falsos relatos a los fines de perpetuar su acción perversa.

La falsedad, la idea premeditada, el gusto por esconder la verdad, por invalidar los razonamientos y desviar los juicios que se trocan en racionalidad, es el sentido primario de toda hegemonía que busca imponer la contradicción, la corrupción de la verdad y la imposición de una lengua para la falacia, es el instrumento de abordaje para la imposición de la posverdad, de la mentira como obra de Estado, que inicia de manera nimia con la relativización del mal, hacer nimio al mal, aceptar toda obra que atente contra la libertad, que atropelle la dignidad y validarla como necesaria.

El atavismo constituido en la idea de un hombre fuerte en el manejo de los destinos de la nación, el cesarismo congénito del venezolano, el gusto que ronda los contornos de una patología social hacia el gendarme necesario, son insumos existentes en las gnosis de cada ciudadano, que construyen una gnosis colectiva y común, en la cual la imposición de la fuerza, la iracundia, el atropello, y con esto la demagogia y el populismo son potabilizados, tolerados y validados, el daño antropológico se hizo visible cual pústula purulenta en el cuerpo moral del Estado cuando las muchedumbres en franco desvío hacia los fines de la democracia retrotraída en oclocracia, vitoreaban: “Así es que se gobierna”, ese ritual colectivo de entrega de los derechos individuales a quien ejerce el poder es la justificación y explicación palmaria del nivel de complejidad multifactorial de esta catástrofe humanitaria, la cual muchos adlátares, cohabitantes y nefelibatas quienes reciben alguna soga a la realidad de la compra pecuniaria de conciencia, califican como una crisis en franca recuperación, un desplazamiento a la libertad y hasta una falsa recuperación, nada más alejado de la verdad y por ende nada más útil para el establecimiento y entronización de la falsedad como lugar agradable, como isla de lotófagos para una nación que agoniza en medio de dolorosos estertores.

La falsedad como ideal supremo de toda tiranía busca vaciar de contenido y de veracidad la ida de que nuestro sistema político electoral se encuentra amañado, a su vez de que la deriva de nuestro sistema económico no  es injusto, aún y cuando la moneda local haya sido suprimida de todas sus condiciones monetarias y se apele a un doloroso y excluyente proceso de exclusión de los mercados económicos, es tan infinita la capacidad de mentir de esta hegemonía usurpadora en el poder, que la idea de una dolarización de facto y transaccional totalmente contraria a sus preceptos ideológicos básicos ha encontrado resonancia y aprobación plausible entre los jerarcas del régimen quienes tildaban a la cotización del dólar en nuestra economía como un acto terrorista, sin mencionar que el propio Banco Central en 2013, publicó un panfleto incendiario en el cual justificaba su incumplimiento constitucional al ofrecer información a la República, hoy el régimen acepta que el sistema económico se recupera y encuentra ecos cacofónicos entre sus seguidores y seudoanalistas, que intentar hacer visibles pulsos vitales en el cadáver de la economía nacional.

La realidad es que nuestros sistemas políticos y económicos son débiles y comúnmente injustos, están vinculados por una dinámica que los debilita a ambos, el síntoma de este agotamiento y el triunfo de la falsedad es la desilusión, que da lugar a la falta de participación en el mercado político, siempre existe la preocupación de que los votantes se sientan atraídos por políticos populistas y extremistas que fomenten el statu quo y que prometan cambios y logros poco realistas y absolutamente demagógicos, ganar espacios regionales y locales es ahora el mantra que intenta rentabilizar la participación bajo la falta tesis de que este cambio incidiría en la recuperación económica y democrática de un país, la falsedad agrada como lugar común para el logro de la docilidad social, de la hipnosis colectiva y para validar y ratificar la irascibilidad como vicio maquillado en virtud ciudadana, una suerte de metamorfosis forzada en la cual la iracundia es aproximada por la vía fáctica y violenta del discurso a la proxemia con el valor.

Al dejar imponer por indolencia mecanismos de control sobre la hiperinflación y lograr desarraigar a la moneda nacional, el régimen ha permitido una metástasis desbocada de la desigualdad, Venezuela eligió el camino de la destrucción del contrato social y de la entronización del conflicto y la entropía, siendo entonces un Estado policial que impone normas y castigos por desobedecer, estableciendo un sistema de incentivos, siendo este incentivo la amenaza. Obviamente este tipo de sociedades no funcionan bien. Los encargados de aplicar las leyes no pueden estar en todas partes para hacerlas cumplir, la amenaza propone la idea de sortearla, de burlarla. Lograr doblegar a la sociedad resulta costoso, pero el régimen ha demostrado su intención a mantenerse en pie, en esta búsqueda de estabilidad, en estos esquemas de amenazas y castigo, la productividad será baja y la vida obviamente desagradable, una suerte de Estado natural hobbesiano, esto es lo que padecemos a diario en medio del calvario de la mutación de la verdad.

La erosión de la confianza  perjudica a la economía. Pero lo que está ocurriendo en la política puede ser aún peor, La pérdida del contrato social puede tener unos efectos todavía más odiosos en la calidad del régimen político, la alternativa democrática implica confianza y un pacto social, un acuerdo acerca de las responsabilidades y los derechos de los distintos individuos asumir la verdad, vivirla, decirla y practicarla como ejercicio de coherencia es lo correcto o lo moral y porque quienes no han sufrido el efecto del daño antropológico, entienden los costes que se asumen al practicar los vicios y darle la espalda a las virtudes del buen comportamiento ciudadano, no es una característica común que nuestra sociedad tras más de dos décadas de atropellos e inoculación de este daño moral comprenda los riesgos de la  fractura del sistema de confianza, la mentira,, la falsedad, la ira ratificada y validada, consiguen una hendidura cada vez más ancha, ya una suerte de brecha que le permite deformar la verdad crear lugares agradables para doblegarse, bien sea por desilusión o por incentivos.

El pragmatismo en lo político que supone validar proximidades con la tiranía bajo el falso supuesto de hacer nimios todos los atropellos cometidos y documentados hasta por organismos internacionales, morigera, camufla o disfraza el adormecimiento del ethos y el triunfo de la falsedad para anestesiar cualquier intento de protesta además de lograr sean aceptadas falacias rebatidas por el peso de la realidad, estas falacias van desde una supuesta y ficticia liberalización de la economía que embrida amagos de recuperación en medio de este desastre humanitario y la posibilidad de desplazar a esta hegemonía usurpadora por vías electorales, sin contar con incentivos reales y tangibles para lograr que se sometan a un proceso electoral limpio y con reglas claras, que implique la entrega del poder. Tales incentivos para abandonar el poder no existen y el evento electoral regional será barrido por un andamiaje de leyes horrorosas que impulsan las ciudades comunales y la oclocracia tumultuaria, podrán sobrevivir así espacios de la oposición a nivel regional o local, con esta amenaza que es aún más compleja e insalvable que arrodillarse ante un poder constitucional espurio.

La participación que se busca en los espacios para doblegar la voluntad libre, yace próxima a la elección de líderes populistas y fundamentalistas que ofrezcan salidas poco creíbles, los niveles de corrupción en los cuales se badea la perpetuidad en el poder  han socavado la fe en el sistema político, la opacidad electoral puede generar que se fracture la confianza en las elecciones, que la economía del voto se torne absolutamente baladí en la determinación de la importancia del voto individual como mecanismo de manifestación política, el abismo social de la desigualdad y la desilusión ha hecho imposible lograr consensos  y contribuye a la parálisis política y a la hipnosis social.

Mecanismos perversos como la manipulación de circuitos electorales (gerrymandering), diseñados para reducir la receptividad del sistema político, contribuyen a esta docilidad social son mecanismos de desmovilización diseñados para conseguir que la sociedad en general se doblegue hacia las prácticas de la dominación. La desigualdad chavista impuesta tras estos treinta y nueve meses de hiperinflación y una dolarización absolutamente primitiva, que no pasa de los medios de pago, ha generado verdaderos estadios de incompatibilidad con la democracia.

Finalmente, la falsedad termina recalificando todo a su paso, se constituye en daño antropológico y es responsable del levantamiento institucional de la república, del vaciamiento de las formas democráticas, del significado de la ciudadanía y del marco de las virtudes ciudadanas, no puede entonces extrañarnos el nivel de calamidad en el cual se encuentra el país, es un acto deliberado y también supone el inocultable pésimo manejo en materia económica que se explica como una consecuencia de la alevosía para perpetrarse en el poder desde la más acuciante necesidad por vivir y por existir, igualmente al desmovilizar desde la desilusión que causa la falsedad, se logran describir soluciones mágicas, imposibles de encontrar sustento en la realidad, pero que alimentan las expectativas de una población ausente de creencias, desinformada y vapuleada, en medio de estos rigores no faltan los picaros quienes buscan rentabilidad política y asumen el falso dilema de la participación sin antes insuflar y robustecer la confianza, destruida por años de atropellos y regresiones políticas.

A quienes falsifican y quienes hacen tolerable la falsedad, es menester recordarle el grado o nivel de regresión involutiva que ha sufrido el sistema político nacional anclado en la Constitución de 2000, la cual es violentada desde el artículo 1 hasta el 350, demostrando el grado de quebrantamiento político que padece el Estado; la regresión comenzó en 2013 cuando obviamente entramos en transición pero involutiva, regresiva y cruel, atrás queda al abordaje del autoritarismo competitivo y de la autocracia .

Desde 2014 la hegemonía en el poder decidió reprimir y asumir los costes políticos de esta represión que llevo a muchos a los sepulcros, desconoció la elección popular y defenestró a dos alcaldes en ejercicio a las ergástulas de la cárcel militar  de Ramo Verde, luego el triunfo y posterior desconocimiento de la Asamblea Nacional, el terrible 2017 y sus 6729 protestas con un saldo de más de   163 fallecidos y aproximadamente tres mil lesionados, el costo de reprimir lo asumió el régimen de Nicolás Maduro y la manera de aplastar estas protestas subyacía en la convocatoria ilegal y espuria de una Asamblea Nacional Constituyente, la cual no produjo un nuevo texto constitucional y cuya tarea se limitó a desarticularse, hasta el momento en la cual la actual Asamblea Nacional de mayoría chavista, fuera ungida por el régimen en un proceso electoral que no es reconocido por el mundo y cuyo origen cuestionable fuera ratificado por la Misión Internacional de Derechos Humanos, compilada por la Dra. Marta Valiñas.

Esta misión independiente ratificó las terribles violaciones a los derechos humanos perpetradas por la Fuerza de Acciones Especiales (FAES), las ejecuciones extrajudiciales, desapariciones forzosas y atropellos a la dignidad humana, tratos crueles, torturas y la toma militar del sector de la Vega, para esta misión los actos del gobierno constituyen dilaciones, confusiones y engaños a la comunidad internacional, amén de falseamiento de la verdad; en este contundente relato se recopila y se documenta el horror de un Estado Total y con amplias capacidades de coerción, el Estado en Venezuela es responsable de lo que para esta misión podrían constituir delitos contra la humanidad, los cuales no prescriben. Esto como alerta y señal de rectificación, para aquellos quienes tras una compensación pecuniaria están dispuestos a legitimar, establecer proxemias y cercanías con el horror, en septiembre de 2021 se volverán a realizar las observaciones en campo, es imposible engañar al mundo.

Como corolario, resultaría oportuno hacerles esta pregunta ¿Cómo se sostiene el relato de la normalidad ante los despropósitos y tropelías denunciadas por la misión de observación internacional?, la respuesta es que en Venezuela no hay normalidad, asumir esto como normalidad constituye coadyuvar con el discurso felón y avieso de un régimen inmisericorde, apostar por la potabilidad de esta desgracia continental es dejar de ser parte en el problema, para ser el problema en sí mismo, la moral y la ética en el relato, nos pesara individual y colectivamente, y del juicio divino para los creyentes o quienes simulan serlo es infalible y seguro, para los no creyentes el peso moral de su conducta en estos terribles años los calificará como farsantes y constructores del relato único o cívicos y valientes denunciantes de estos brutales años.

Que la historia o Dios sentencien y midan las responsabilidades individuales y colectivas en medio de este horror, no es eterno el mal, nada tan torcido se mantiene en pie y nadie que se aproxime a lo moralmente censurable sale incólume, de tan detestable acto de traición a los preceptos de la moralidad y la ética.

מנא ,מנא, תקל, ופרסין

(Mene, mene, tequel, ufarsin, en otras versiones Mene, mene, tequel, parsin)

“Ha contado Dios tu reino y le ha puesto fin, pesado has sido en balanza y fuiste hallado falto”

 Libro de Daniel.

 


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