La enorme intuición del venezolano promedio ha captado que el régimen está integrado por una camarilla asociados minoritarios de la mafia dirigida por transnacionales del crimen al cual le han aportado multimillonarias cantidades de divisas mediante transacciones en metálico (e) intangibles, representadas en buena medida por la comercialización de petróleo, oro, materiales estratégicos y estupefacientes a granel.

En esta actividad descuellan las organizaciones rusas, chinas, turcas y de grupos terroristas que administran el negocio mediante una inmensa lavadora monetaria que incluye gobiernos, congresos o asambleas, jefes de estado, ministros, asambleístas, aseguradoras, bancos, líneas aéreas, inmobiliarias, hoteles, casinos, clubes, restaurantes, y dejan los colaterales, es decir, operaciones en bienes raíces y empresas estratégicos;  nombran directivas de empresas a lo largo y ancho del globo a individuos reclutados por el  sistema y sus derivaciones familiares o de testaferros de los grandes jefes.

La consecuencia del manejo de grandes capitales cuya masa financiera es movida por una red global invade silenciosamente las economías, no solo de sus países cómplices, sino también de países democráticos impactando sus cuentas nacionales empujándolas al consumo, compras ilícitas en dinero efectivo, hipertrofia inflacionaria e incremento de las  tasas de interés con su impacto formidable en el sistema financiero y la deuda interna, desestabilizando como consecuencia de todo ello  los índices de empleo y al producto interno bruto, propiciando una guerra posmoderna de apoderamiento gradual de las estructuras operativas locales, que van fortaleciendo la dirigencia y los elementos ejecutivos a todos los niveles de la gobernanza, en otras palabras, de apropiamiento de recursos, operadoras empresariales, del comercio nacional e internacional, entes productivos, y como si fuera poco, sometimiento de la población; todo como una estrategia de apoderamiento mundial que pone a la democracia en verdadero peligro frente a la autocracia, el crimen organizado y al poder mismo de conducción geopolítica sustentada  por ejércitos que responden a estímulos represivos, y aprovechamiento delictual complementando la sustentación del poder político.

Esta visión está siendo entendida y explicada por el nuevo periodismo digital y abre los ojos de gobiernos, organizaciones civiles, personales e institucionales cuya única defensa de paz es la de crear redes contra la red criminal y en esa dirección están trabajando países claves en el control electrónico de las transacciones mundiales, lo cual explica el sistemático desmantelamiento de los traficantes y de sus recursos, sin importar el nivel de decisión o de posicionamiento en dicha red. Esa estrategia toma tiempo, es compleja y se desarrollan paulatinamente los esquemas de administración de redes transcomplejas en las organizaciones para detener la ofensiva delincuencial y sus consecuencias.

En Venezuela, origen en buena medida del aprovisionamiento de esa masa financiera hurtada a las arcas del Estado por los administradores del poder los cuales actúan a través de toda la estructura institucional y social en detrimento de su población mediante los viejos esquemas comunistas de persecución, violación de los derechos y estamentos legales, de la tortura, el crimen y  la creación de pandillas representada por colectivos y milicias complementadas con el soporte logístico y apoyo militar convencional.

El régimen venezolano ha sido muy eficiente en el control de los elementos institucionales nacionales, y sus funciones están sujetas a terceros, como por ejemplo el control sobre cientos de empresas nacionales e internacionales. Estas fuerzas foráneas no solo invaden con sus procedimientos los esquemas criollos, sino que, para su protección y se benefician de la red global criminal invadiendo silenciosamente sus estamentos, tal es el caso de fuerzas militares cubanas, rusas, chinas, guerrilleros y de expertos negociantes de recursos, especialmente del narcotráfico. Son apoyados por milicias y fanáticos del terrorismo que tienen contra la pared al mundo provocando entre muchas cosas el éxodo de millones de personas a países que no están bajo su control, pero que afectan sus estructuras institucionales, colectivas y el presupuesto local con la necesaria ayuda humanitaria a los migrantes. Con esas estrategias apoyadas de un suprapoder en manos de connotados dictadores y un gabinete de delincuentes procuran el control mundial con sus apetencias de sometimiento y esclavitud.

Todo este esquema brevemente descrito, sustentado y documentado por cientos de estudios de investigaciones, está siendo comprendido y enfrentado a la realidad de las fuerzas opositoras, a tal extremo, que ellas por lo general no entienden que el problema venezolano se escapó de control y su potencial solución está en otras manos o en gabinetes de otros gobiernos. Como consecuencia, toda solución interna fracasa estrepitosamente independientemente del estado social de depauperación y éxodo de la población la cual sobrevive a duras penas y los que se quedan solo disponen de la protesta inútilmente efectiva.

Toda fórmula de salida se aborta por delación, incompetencia, cohabitación, complicidad o entrega. Negociar con la mafia mundial es como una pelea entre burros y tigres, es decir inútil y está montada sobre falsas esperanzas construidas sobre la base que existe simetría de poderes entre el régimen y la representación opositora. Pues no existe tal simetría, es una falsa simetría que se ha dibujado sobre una supuesta salida de la usurpación y la defensa de ella montada localmente por el régimen con el apoyo militar y del poder de las grandes mafias internacionales. Es obvio que unas elecciones producto de unas negociaciones serán inútiles y en beneficio del régimen para lavar la cara y dar apariencia democrática a sus objetivos y estilo de gobernanza, de sumisión y control social para mantenerse en el poder, o en el mejor de los casos, compartiéndolo con parte de una oposición sujeta a sus intereses y complicidad.

Estamos en presencia de una nueva guerra, diferente, de apoderamiento con armas de otro calibre cuyos objetivos económicos y de control social que avanza sin pausa, pero como el juego está al descubierto, hay fuerzas contrarias en construcción orientadas a detener tal estado de cosas que finalmente deberán intervenir y deshacer el ovillo de una compleja red criminal, limpiarla de sus ejecutores. Esta acción de desmantelamiento no es única sino tiene que ampliarse con una inevitable intervención militar multilateral aliada en beneficio de los pueblos y de la democracia.

La Venezuela de hoy regida por la red criminal internacional en alianza con sus operadores locales es el nodo estratégico de la misma, por tanto es la que tiene que ser liberada de manera prioritaria para que su explosión catalice la destrucción delincuencial foránea y emita ondas de libertad deshaciéndose de gobiernos y organizaciones antidemocráticas, y muy especialmente del régimen de Venezuela sustituyéndolo por un gobierno de transición que restablezca la constitucionalidad, celebre elecciones libres totalmente confiables.


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