¿Cómo lograr los cambios que requerimos en Venezuela? Lo que he podido descubrir a lo largo de mi vida es que todo cambio comienza por nosotros mismos. Si cambiamos nosotros, podemos cambiar nuestra realidad. Transformar la realidad personal nos permitirá proyectar esa nueva perspectiva en todo nuestro entorno. Sin duda, el cambio es una ola que nace en cada uno de nosotros.

En ocasiones es bueno preguntarse: ¿qué he hecho yo para que las cosas cambien? ¿Qué puedo hacer desde mi posición si soy estudiante, trabajador, campesino, médico o maestro? Todos podemos generar pequeños cambios que vayan transformando, poco a poco, toda la realidad.

Tomar conciencia de que el cambio es algo que depende de mí es un gran primer paso. Organizar y compartir esas ideas con los demás, crear equipos y grupos, discutir entre todos la necesidad de ese cambio, nos ayuda a despertar en otros la convicción por el cambio y la confianza en que todos podemos contribuir.

Hundirnos en lamentaciones o sentarnos a esperar nos debilita y no es una actitud que promueve el cambio. Cuando decimos: “Aquí tiene que pasar algo”, “ojalá alguien haga algo”, estamos trasladando a otros una responsabilidad que sería más poderosa si es compartida, si todos trabajamos por conseguirlo. Nosotros podemos transformar esta historia y para lograrlo solo es necesario tomar conciencia del enorme poder que tenemos como ciudadanos.

Les doy un solo ejemplo, cuando llegué al Ministerio Público, las instalaciones estaban destruidas, faltaba personal capacitado y no había una atención adecuada al público.

Encontrarme con semejante situación no fue algo que resolví quejándome o esperando que otro la cambiara. Asumí mi responsabilidad y me dediqué a trabajar para generar las transformaciones que fueran necesarias. Era mi deber y así me lo propuse. Puse en marcha un plan y me decidí a cambiar esa realidad desde cada puesto de trabajo.

Primero diseñé una estrategia para que el Ministerio Público empezara a experimentar una transformación visible, por lo que me dediqué a optimizar y a organizar todo para darle al organismo la fortaleza que requería.

¿Cuál era mi propósito? Atender adecuadamente a los ciudadanos y hacer justicia. Para eso era necesario que nuestro personal tuviera espacios dignos para hacer su trabajo. No se puede prestar un servicio a la ciudadanía en instalaciones destartaladas, sin el equipamiento necesario. Todos merecemos ser tratados dignamente y un ambiente laboral adecuado es parte de eso.

Yo no esperé a que vinieran las víctimas a exigirme resultados en sus casos, sino que asumí el deber que me correspondía como funcionaria y ciudadana. El cambio es el resultado de las decisiones que tomamos frente a los retos que la vida nos plantea.

Recuerdo que en esa transformación del Ministerio Público, yo invité a cada funcionario a que me acompañara en ese desafío. Iba a ser duro y difícil, y sabía que tomaría tiempo, pero logramos organizarnos y desarrollar un extraordinario trabajo en equipo con unidad de propósito, planificación y disciplina.

Posteriormente, cuando la persecución me obligó a salir de Venezuela, pude ver que le dejaba al país una institución ordenada, orgullosa y comprometida con el ciudadano. Sus funcionarios se preocupaban por ser los mejores, por cuidar sus espacios, por dar lo mejor para hacer justicia. Había un sentido de pertenencia genuino que se extendió a las sedes de todo el país. El cambio, que comenzó como un impacto por la deplorable situación en la que encontré la institución, ya era un sentimiento compartido por todos y había convertido en energía transformadora a cada funcionario de la Fiscalía.

Por eso puedo afirmar que soy testigo de excepción de que todo cambio es posible. Todo depende de nuestra voluntad y de la fuerza de nuestras convicciones. Cuando se asume el protagonismo de una lucha, el triunfo será seguro. El primer cambio es de actitud. ¡Podemos lograrlo!

 


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