Para escribir este artículo he utilizado como referencia el de Rick Melnyck titulado «La piel en juego y por qué es tan importante», publicado el 9 de diciembre de 2019 en el portal primeyourpump.com.

Érase una vez, un cerdo y un pollo que estaban pensando en entrar juntos en el negocio de los restaurantes. El restaurante estaría abierto solo para el desayuno y lo único en el menú era tocino y huevos. El pollo suministraría los huevos y el cerdo suministraría el tocino o mejor dicho, su propia piel. Aquí es donde uno hace la pregunta: ¿Cuál de los dos, el pollo o el cerdo, estaba más comprometido con la propuesta de negocio?

Se desconoce el origen de la frase «la piel en juego». Se ha atribuido a Warren Buffett desde que en su primer fondo recaudó 105.000 dólares de 11 socios, colocando él mismo una suma simbólica de apenas 100 dólares como su «piel en juego». La referencia es de William Safire («Skin in the Game», The New York Times, 17 de septiembre de 2006).

Otra posible explicación es que la frase tiene su origen en la obra El mercader de Venecia, de William Shakespeare, en el que el antagonista, Shylock, estipula que el protagonista, Antonio, debe prometer una libra de su propia carne como garantía, que Shylock exigirá en el caso de que el amigo de Antonio, Bassanio, incumpla el préstamo del que Antonio es garante.

¿Y qué es la piel en juego?

La metáfora se utiliza para denotar que alguien está comprometido personalmente, arriesgando algo para lograr un resultado. La piel es sinónimo del compromiso en forma de dinero, tiempo, emociones, recursos. El juego es sinónimo de cualquier acción que tenga lugar, ya sea una inversión, una apuesta, una sociedad, una relación. Tener la piel en juego es embarcarse en una acción para disfrutar de unos beneficios pero arriesgando las consecuencias, buenas o malas, involucradas en la acción.

En mi artículo de hace dos semanas («Sin capital social pagado no hay paraíso») me referí a que Nassim Nicholas Taleb afirma que «no es solo que la piel en juego sea necesaria para la equidad, eficiencia comercial y gestión de riesgos: la piel en juego es necesaria para comprender el mundo».

Volvamos al pollo y al cerdo…

La contribución del pollo al negocio era suministrar los huevos, por lo que no estaba comprometido personalmente. Sin embargo, el cerdo literalmente estaba preparado para suministrar su piel, es decir, el cerdo era el más comprometido. Digo «era» porque al darse cuenta de que el pollo no estaba tan comprometido como él, el cerdo recobró la perspectiva, reculó y la idea del restaurante no siguió adelante.

La moraleja la resume el propio Taleb afirmando que la piel en juego va mucho más allá de un problema de incentivos: es un tema de simetría, de compartir los riesgos y por ello concluye: “Lo más que crees en algo se manifesta, únicamente, en lo que estás dispuesto a arriesgar por ese algo”.


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