La madre se ilusiona al ver a la hija de 4 años con tutú y zapatillas. Da por sentado que al crecer continuará abrazada a Terpsícore, pero no entiende que tendrá que esperar a que la niña crezca, se desarrolle y evidencie condiciones físicas y disposición de oído y sensibilidad artística y musical. Tendrá que esperar a que el tiempo haga posible que su ilusión se convierta en auténtico alborozo porque puede ocurrir lo contrario: que al crecer en lugar de líneas esbeltas y armoniosas, como exige el ballet, la niña muestre excesivas protuberancias y un cuerpo macizo o descolorido.

De igual manera tendremos que esperar el paso del tiempo para saber si el niño será médíco, abogado, poeta, mecánico latonero, carpintero o afinador de piano. La educación, la formación universitaria requiere tiempo; piden serenidad para ordenar los movimientos que se suceden a medida que avanzamos en la edad y el conocimiento.

Cuando nací hace noventa años en una Caracas decididamente provinciana se decía de ella que contaba con 200.000 almas. Una manera de alta nobleza para señalar la beatitud de espíritu de sus gentes. Hoy puede contar con 5 millones de habitantes, muchos de ellos convertidos en usuarios y muy pocos en ciudadanos equipados de conciencia civil, conocedores de los deberes y derechos señalados y otorgados por una Constitución sin manchas y por leyes sin piquetes al revés.

Hoy escucho una voz que pide ser escuchada. Es la voz de un venezolano que considero irrepetible llamado Gustavo Coronel. No tengo espacio para hacerlo y dejo que sea Google quien diga cuáles son los méritos de Gustavo Coronel. De entrada, él afirma que “con gente como Maduro, la familia Chávez, El Aissami, Padrino López y sus cómplices y colaboracionistas nunca tendremos una Venezuela digna”. Y advierte: “Con un gentío silencioso, sin masa crítica ciudadana, seguiremos chapoteando en el atraso. Si no nos vemos en el espejo tal cual somos, ¡nunca podremos salir adelante!”.

Bajo el socialismo del siglo XXI el país sufre lo indecible, pero para Gustavo Coronel el problema de fondo está en la mediocridad de la sociedad venezolana y establece que de los 32 millones de venezolanos 5 son buenos ciudadanos activos; 15 son potenciales buenos ciudadanos que viven pasivamente; 10 son gente indiferente que solo se preocupan de su propio bienestar a costa del bienestar colectivo; 2 millones son criminales y delincuentes, desde hampones a ministros, carecen por completo de conciencia ciudadana y solo persiguen la acumulación de poder y de riquezas mal habidas, no importa cómo. Los 20 años de este siglo XXI, dice, han sellado la tragedia y han llevado al país a la ruina.

Gustavo Coronel propone un plan que debería considerarse como política de Estado. ¡Lo encuentro magistral! Se extendería a lo largo de dos generaciones: el plan no es otro que ¡fabricar ciudadanos! “Después de 45 años de casi continua declinación y deterioro, se requiere un cambio actitudinal profundo que solo puede ser efectuado por un país de ciudadanos. El cambio que necesita el país no es el cambio que se dio en 1999, ese de una democracia ineficiente y mediocre a una dictadura cruel y corrupta. No necesitamos cambiar para empeorar. La única manera de mejorar es mejorando la materia prima ciudadana y ello debe ser el producto de una labor perseverante que tomará dos generaciones. Convertir al país en una fábrica de ciudadanos. No hay atajos, no hay caminos verdes populistas y mágicos. Este es el único camino que nos llevará a la meta deseada. Y llevarlo a cabo es perfectamente posible si existe la convicción de que es indispensable y se acomete como parte de una política de estado que trascienda los quinquenios políticos.

Si nuestro liderazgo no lo entiende así y persiste en ignorar esta verdad tan elemental, el país siempre quedará al nivel de los más atrasados del planeta”.

Se trata de una utopía necesaria y realizable que adoptaría eficaces técnicas educativas; sería permanente en el tiempo y de carácter obligatorio; se evaluaría con regularidad y contaría con ayuda internacional.

Gustavo Coronel se pregunta: si la necesidad de fabricar buenos ciudadanos activos es evidente, por qué no se ha llevado a cabo este Plan? Y él mismo responde: “Porque la medición de sus efectos tomaría mucho tiempo, más allá de lo que el liderazgo político generalmente considera deseable para sus fines. En efecto, la medida de tiempo usual para un proyecto político es de seis años, es decir,  la duración de un ciclo de gobierno. De allí que cada nuevo gobernante traiga consigo su visión particular, casi siempre con abandono de toda la precedente”.

“En Venezuela los presidentes del siglo XX estructuraron programas denominados La Gran Venezuela, El Gran Viraje, El Pacto Social y La Reestructuración del Estado, El Cambio Va, cada uno de ellos orientado a darle un vuelco a la situación del país en el breve término de un mandato de seis años”.

“Fabricar ciudadanos es una tarea que tomará entre una y dos generaciones para que el país sienta su pleno impacto en la conducta y actitud ciudadana de sus pobladores. Para que el liderazgo político asuma el compromiso de iniciar y mantener en el tiempo un proyecto de esta naturaleza deberá ejercer su poder político con grandeza y visión de largo plazo”.

Me enorgullece, digo yo, apoyar un plan como este de educación civil capaz de fabricar ciudadanos y estoy dispuesto a prolongar cincuenta años más mi nonagenaria edad solo para verlo florecer y dar los frutos que anhelamos.


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