¿A alguno de ustedes le suena el nombre de Saturnino Reyes? Nadie respondió y volvió a plantear la inquietud ahora reformada ¿El sargento Saturnino Reyes tiene alguna referencia para ustedes? El mismo silencio lo aborchonó de una manera pesada y volvió a desgranar la duda viendo fijamente a cada uno de los oficiales de la guardia nacional presentes ¿El sargento de la guardia nacional Saturnino Reyes forma parte de algún recuerdo institucional de ustedes? El mutismo en la contestación lo volvió a arropar. Y ahora sí abrió el campo visual ante toda la audiencia de esa mañana que solo atinaba a exteriorizar incredulidad y asombro ante una pregunta que nada tenía que ver con el tema que había inundado esa mañana de pancitos dulces y café espumoso. Lo novedoso en la conversación matutina era el sable de Simon Bolívar en las manos de Valentín Santana, el jefe del colectivo La Piedrita. Y entonces volvió a ganar la atención el general en un tono más fuerte con la última pregunta: ¿Ustedes saben quién fue Argimiro Gabaldón alias Chimiro? Allí sí pareció despertarse un poco de conocimiento y atención entre el grupo de viejos oficiales en retiro. Algunos lo mencionaron como un exguerrillero, otros lo confundieron con el doctor Arnoldo Gabaldón, el activista contra la malaria. En general, la mayoría tenía algún conocimiento del hombre que había insurgido contra la democracia, pero del sargento Reyes… nada.

Entre Saturnino Reyes Palma y Argimiro Gabaldón existe cualquier cantidad de coincidencias telúricas y vitales. Tantas como si Plutarco en esas instruidas y gratas biografías de griegos y romanos célebres empatadas por alguna analogía en la consagración de sus vidas paralelas, y este le hubiera dedicado un tomo especial a Venezuela para ilustrar a modo de semblanza a dos nacionales contemporáneos y ayuntados desde distintas parcelas en el amor a su patria, a su manera. Aquellos aludidos por el historiador, biógrafo, y filósofo moralista de origen griego y también con la nacionalidad romana, destacados a lo largo de toda su trayectoria en la punta de un discurso político y al alcance de una lanza y de una espada; y Saturnino y Argimiro en la punta de un fusil y con el pecho frente a una bala. En cierta forma fueron vidas paralelas con un final parecido, pero con una visión política de la patria y con trascendencias distintas. Y con una consideración en el recuerdo y en el respeto de su memoria disímil bastante distante entre sus allegados de lucha. Diferente. Veamos.

Los primeros escarceos de la violencia guerrillera en la democracia surgida después del 23 de enero de 1958 se manifestaron después de que Gabaldón en el seno III Congreso del PCV del 11 de marzo de 1961, del que era miembro del comité central, expuso la vía de la lucha armada para la implantación del socialismo en Venezuela. Y esa ruta empezó a dar sus pininos revolucionarios a través de una línea militar del partido de asesinar un policía cada día. Desde ese día, como parte de esa línea trazada, se inició una escalada de violencia en las calles de Caracas y en sus barriadas más populares. El triunfo de la Revolución cubana el 1º de enero de 1958 y la visita de su líder Fidel Castro a Venezuela el 23 de enero de 1959 en plena provisionalidad de la junta de gobierno encabezada por el contralmirante Wolfgang Larrazábal tuvo una incidencia muy importante en los jóvenes –especialmente en su discurso en la Universidad Central de Venezuela– donde más se sembró la épica de la Sierra Maestra. La mayoría de los cuadros de las Unidades Tácticas de Combate (UTC) y de los nacientes frentes guerrilleros eran estudiantes, quienes se veían en su particular imaginario bajando de las montañas, barbudos y con el fusil terciado al frente de una multitudinaria manifestación caraqueña para ir a ejercer el poder de la nueva revolución desde el palacio de Miraflores. La toma de Caracas fue una de esas ficciones y la única realidad de esa rebelión lo era el policía que cada cierto tiempo era liquidado a mansalva en una esquina para expropiarle el arma de reglamento.

Cuando se activa el Centro de Operaciones Conjunta (COC) el 16 de febrero de 1965 y todos los Teatros de Operaciones (TO) a lo largo y ancho de la geografía del país, la subversión castrocomunista había avanzado sobremanera en sus actividades y se había trasladado en prioridad hacia el área rural. En La Azulita estado Mérida se había instalado el primer frente guerrillero bajo el comando de Gabaldón y otros jefes. En secuencia se habían desarrollado ya varios episodios sangrientos de orden político y militar en la línea de un policía muerto, un arma expropiada, unas sangrientas emboscadas a unidades militares. Los organismos de seguridad del estado combatían a los bandoleros con una estructura, una organización y un entrenamiento de tranquilidad democrática. Cuando los primeros batallones de cazadores empezaron a cambiar el casco de fibra y acero por la boina verde y el fusil de culata plegable los resultados operacionales empezaron a rendir frutos para la democracia y la Constitución.

La dirección militar del comité central del PCV y del MIR durante la actividad de los frentes guerrilleros en el país en el cumplimiento de la línea operativa inicial en las ciudades y en las montañas surgida de los dictados de la colegiatura roja que encabezaba Gabaldón y expresados en una esquina de Caracas con un efectivo de la policía asesinado o, una celada ejecutada a las unidades militares en Falcón, Lara o Portuguesa, se mantenía activa. Esos venezolanos muertos y los daños estructurales forman parte del expediente de Chimiro, en algunos casos en la autoría intelectual en términos de responsabilidad; y en otros con la evidente vinculación material, así como la de quienes formaron parte de la dirigencia política de los partidos de izquierda que apoyaban la vía de las armas para llegar al poder en Venezuela en esa oportunidad.

¿Todavía nadie recuerda al sargento Saturnino?

En algún momento de la reunión, surgió algo mientras se mantenía la indignación controlada en la antesala de la hiperventilación y a punto del infarto por el tema Santana, después de desgarrarse los viejos uniformes militares que aún se mantenían en la memoria de sus combates imaginarios, como el coronel del gallo que también esperaba noticias de su pensión en la novela de García Márquez, los eternos tertulianos que en esta ocasión habían acercado el café a la panadería del IPSFA en un pequeño alarde de desafío al régimen. ¡Va a ser nuestra protesta de una manera original! dijeron emocionados. La tenida se desarrollaba casi en murmullos con la agenda más oportuna: la Sociedad Bolivariana de Venezuela le había concedido a Valentín Santana, el líder del colectivo de La Piedrita en el 23 de Enero, la réplica de la espada del Libertador Simón Bolívar. Cada vez que el asunto se salía de la convocatoria y se diluía en otros temas como el retardo en la entrega de las medicinas, la mengua de la pensión, las primas y su homologación, el hospital militar, Seguros Horizonte, la inutilidad del IORFAN y en general los asuntos socioeconómicos de la reserva activa, alguno se encargaba de arrear otra vez las conversaciones dispersas hacia Santana, el 23 de Enero y la espada. Y en eso estaban los ánimos, cuando después de proponer un comunicado en nombre de la reserva activa, un viejo marino presente les remachó que era vergonzoso después de ver a través de las redes sociales la hermosa y gigantesca marcha de los viejos soldados colombianos que lograron reunir en una marcha contra el gobierno del exguerrillero Gustavo Petro más de 10.000 retirados, muchos de ellos con sus uniformes; que del lado de acá en Venezuela – para protestar- solo se nos ocurra la cómoda, apantuflada y distendida rebelión contra el régimen, poniendo a circular un texto con la acartonada retórica castrense. ¡No, señor! Después del enésimo café y próximos a levantarse para sus almuerzos y las pastillas para la tensión que lo acompañan, de pasadita y mientras interrumpía a otro general de la benemérita Guardia Nacional que desarrollaba una propuesta original de devolverle a la institución en algún lugar del paseo Los Próceres, la réplica que en su momento les entregó el presidente Betancourt, Leoni, Caldera, CAP, Herrera, Lusinchi; nuestro general del viejo LTD Landau les sentenció de dedo índice levantado, juicioso, certero y bíblico: “Verán cosas aun peores que estas» y les dictó académico la ristra de algunas de esas cosas peores que aguardan mejores momentos revolucionarios para salir a la opinión pública: «hay que prepararse para que en algún momento la capital sea rebautizada como Ciudad Chávez, eso ha corrido en algunos círculos rojos rojitos y dejen abierto el compás de las sorpresas; el tema de despojar la nacionalidad a algunos opositores lacayos, cachorros del imperio y apátridas –al decir revolucionario- propuesto en la Asamblea Nacional por la diputada Ilenia Medina se mantiene vigente y también espera por el tempo político. Y por último, ustedes conocen donde orbita el apoyo más importante de la revolución dentro de la fachada de la milicia nacional adscrita a la Fuerza Armada Nacional. El colectivo La Piedrita tiene al palacio de Miraflores a tiro de una piedrita en los 1.500 metros que lo separan desde los predios del 23 de Enero donde mantienen su zona liberada y su cuartel general en una suerte de Guardia Revolucionaria como en su momento la tuvo Saddam Hussein, Muammar Gaddafi o la del actual régimen islámico, para defender al régimen cuando haya algún riesgo de perder el poder o para recuperarlo inmediatamente. Valentín Santana es un emblema de los colectivos paramilitares que sobrevivió al aguaje demagógico y oportuno de la detención anunciada por Hugo Chávez al que se acudió en esa ocasión para aplacar los ánimos y el discurso de la oposición. Está libre y maneja una fuerza paramilitar a la que se le busca la vuelta de darle una estructura y una organicidad independiente para defender al régimen en ultima instancia. De manera que verlo en algún momento con un uniforme y los soles de general o almirante no tiene nada de raro. Los círculos más cercanos indican que Santana prefiere el uniforme blanco de la armada. Ya el sable lo tiene». Ya antes de despedirse de la reunión y montarse en su LTD el general volvió a preguntar ¿Todavía no les suena el sargento Saturnino Reyes? Entonces Léanse un poco la historia del asalto del tren de El Encanto y también la biblia en Ezequiel 8:13.

Esta tribuna en abono a la respuesta de la pregunta que insistentemente hacía el general resalta que el sargento de la Guardia Nacional Saturnino Reyes Palma era el comandante del pelotón de efectivos de las Fuerzas Armadas de Cooperación (FAC) que fueron masacrados por un destacamento guerrillero de las FALN en el tren de El Encanto el 30 de septiembre de 1963, siguiendo los lineamientos de la dirigencia política que encabezó Argimiro Gabaldón en el III Congreso del PCV el 11 de marzo de 1961.

Hoy, Argimiro Gabaldón está enterrado en el Panteón Nacional al lado de los héroes que lograron nuestra independencia y el sargento Saturnino Reyes Palma nadie sabe dónde está su tumba.

Y se verán cosas peores que el sable para Valentín Santana.


El periodismo independiente necesita del apoyo de sus lectores para continuar y garantizar que las noticias incómodas que no quieren que leas, sigan estando a tu alcance. ¡Hoy, con tu apoyo, seguiremos trabajando arduamente por un periodismo libre de censuras!