Crónica de una muerte anunciada, título de una de las mas famosas obras de Gabriel García Márquez, pareciera encajar como título a la mise en scene del más notorio descalabro diplomático de su compatriota Gustavo Petro de convocar a una cumbre para la resolución de la crisis política venezolana, en lo que pudiera ser una coincidencia con el «Brasil está de vuelta» de Lula, quien recientemente después de su visita a China e inmediatamente de recibir a Lavrov en Brasilia, realizó unas declaraciones sobre el conflicto ruso-ucraniano de las que debió retractarse de manera vergonzosa por la fuerte reacción de Washington -veremos cómo le va en la gira ibérica-.

Estos errores diplomáticos son de quienes se suponen venían entusiastas a asumir un liderazgo en Latinoamérica, que debemos admitirlo, hasta ahora solo Hugo Chávez con propósitos de egolatría y un despilfarro del dinero de la renta petrolera de los venezolanos lo pudo detentar en el continente en el presente siglo. Circunscribiéndonos a un espacio de tiempo más reducido, la nueva marea rosa, solo se habían visto amagos fallidos de un cada vez más desacertado López Obrador, quien hizo sus intentos con desafortunados resultados y disminuyendo de manera considerable su imagen hacia el exterior (Paz en Ucrania, Pedro Castillo, Presidencia Asociación del Pacífico, etc.).

El asunto pudiera considerarse desde varios ángulos. El más elemental sería preguntarnos s¡ hay fallas graves en la instrumentación de las políticas de estos países a través de sus cancillerías. Obviamente que es pertinente porque las mismas han sido pontificadas y con razón desde tiempos lejanos. Itamarati, la Secretaría de Relaciones Exteriores y el Palacio de San Carlos han sido referencia obligatoria del resto de los latinoamericanos en cuanto a la excelencia y tradición en su actuación profesional -Venezuela lo fue una vez-, que les ha permitido cumplir con los objetivos de política exterior de manera relevante en la comunidad internacional. Sin embargo, en los actuales momentos un Ebrard, un Leyva y un Amorin a la sombra, con sus matices, no parecieran encajar en ese concepto de excelencia.

Podríamos preguntarnos igualmente si actualmente la ambición de un liderazgo encuentra terreno en una Latinoamérica que aun teniendo en común más debilidades que fortalezas y a pesar de su mayoría rosa, no existen entendimientos ni posiciones comunes que tiendan a su unificación. Sería una tarea gigantesca en un vecindario donde cada quien anda viendo por su lado para la complacencia de las ya consolidadas excepciones –Cuba, Nicaragua y Venezuela–. Esa condición actual de disgregación de intereses va a tener dos pruebas arduas este año en lo que va a ser la cumbre Celac-UE y Mercosur-UE.

Por otra parte, en consecuencia de lo anterior nos preguntamos también si Estados Unidos y la Unión Europea van a mantener sus ofrecimientos a la región para integrarlos a una dinámica de desarrollo y de adscripción plena a los valores democráticos y la economía de mercado que tantas dudas se plantean, antes que otros asuntos que se avizoran relativos a la paz y seguridad internacionales obtengan toda su atención y esfuerzos quedando Latinoamérica como una región olvidada.

Más preocupante aún: ¿nos convertiremos en un área de influencia plena de China y Rusia, para lo cual ya existen avances firmes, económicos e ideológicos?

En este siglo y frente a las tensiones y situaciones conflictivas que existen en el mundo se ha expresado que una deficiencia es la falta de liderazgo. En Europa vemos que el testigo lo toman algunos mandatarios por breves períodos. En Estados Unidos no se trata solo de una personalidad sino de la propia potencia la que se encuentra en entredicho sobre su futuro. En Latinoamérica -como lo estamos observando- les cuesta surgir, todo esto teniendo al frente a un Xi Jinping y un Putin sin fisuras internas visibles exhibiendo su expansionismo y antivalores occidentales.

Solo esperamos ante este panorama, recordando la teoría del caos, que el propio sistema tienda a recomponerse, la llamada entropía positiva, no solo para los grandes peligros que acecha a la humanidad sino también para nuestras carencias habituales en Latinoamérica que por su permanencia en el tiempo ya parecen ser parte del paisaje del mundo.

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