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El fascismo es “un movimiento político represivo que nace en las entrañas del capitalismo. El mismo aflora en contraposición a la creación del Estado Socialista, un Estado humanista que propone la igualdad, la solidaridad y el respeto mutuo entre los seres humanos, el cual solo es posible aplicarlo en democracia. De hecho, el ascenso de Hitler al poder fue financiado por el gran capital de la época con el objetivo de combatir con odio todo tipo de doctrina que se acerque al comunismo y por lo tanto a la práctica de la democracia verdadera”.

Diversos autores, a lo largo del siglo pasado y lo que va de este, han estudiado a profundidad el tema del fascismo, el comunismo y, más recientemente, el populismo, y han encontrado elementos comunes entre ellos.

Algunos neomarxistas precisan sobre la temática del fascismo, es una ideología y un movimiento político de masas sociales, que tiene su raíz en el nacionalismo, consiste en sembrar odio indiscriminado a lo diferente, donde la razón queda completamente subordinada a la voluntad y a la acción; se caracteriza por asumir comportamientos de víctimas o revanchistas, lo cual conduce a acciones de violencia hacia lo que se odia impulsados por una élite para favorecer sus intereses. En nuestro contexto político nacional, escuchamos y vemos el debate sobre el tema del fascismo, la alta dirigencia revolucionaria activa un eslogan que dice: “Con Nicolás junto al pueblo, unidos para vencer el fascismo”. Mientras los dirigentes de la oposición aseguran: “Al fascismo de los enchufados se le derrota con la verdad”.

Ahora bien, ¿es viable el fascismo desde la oposición en Venezuela? Es casi imposible según la lógica. El gobierno llama a cada momento a la oposición fascistas, pero esta se ha respaldado en los libros de la historia para explicarle a los venezolanos que solo puede practicarse el fascismo desde el poder, es decir, desde una posición de gobierno. Difícilmente se puede ser fascista desde una trinchera opositora, hay que dejar claro que el fascismo es un sistema político que se sustenta en el control del Estado y de todos los poderes que se articulan a su alrededor.

En su libro Las máscaras del fascismo, el politólogo peruano Juan Claudio Lechín W. sostiene que existe un lazo que une el fascismo europeo de Mussolini y Hitler con el socialismo del siglo XXI de Castro, Chávez y Evo Morales: su tajante antiliberalismo. El propósito de los caudillos fascistas al implementar un modelo coercitivo es desmontar el sistema liberal. Para Lechín, entre fascismo y comunismo hay pocas diferencias, y por esta razón los llama a ambos fascismos.

Algunas características del fascismo son: 1. Nacionalismo poderoso y permanente, 2. Disgusto por el reconocimiento de los derechos humanos, 3. Identificación de los enemigos como una causa unificada, 4. Supremacía de lo militar, 5. Control de los medios de comunicación, 6. Obsesión con la seguridad nacional, 7. La religión y el gobierno están entremezclados, 8. El poder corporativo es protegido, 9. El poder laboral es suprimido. Porque las organizaciones de poder laboral son las únicas amenazas de los gobiernos fascistas, los sindicatos y asociaciones laborales son eliminados, 10. Desprecio por los intelectuales y las artes. Las naciones fascistas tienden a promover y tolerar una abierta hostilidad a la educación superior y la academia, 11. Obsesión con el crimen y el castigo, 12. Amiguismo y corrupción, 13. Elecciones fraudulentas…

Si leemos los aspectos que definen a un fascista podemos ratificar que Maduro, como antes Chávez, cumplen a cabalidad con estas características. El gobierno venezolano después de haber desmontado todas las instituciones democráticas, fulminado la división de poderes, adoctrinado el ejército, despreciado la justicia, acabado con las elecciones libres y amordazado y anulado la prensa libre y destierra a sus opositores.

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