Ningún jerarca de la burocracia parasitaria estatal que, por una causa u otra irrelevante para mis propósitos, se haya instalado en una importante institución con intenciones de aumentar ilícitamente su patrimonio personal [con dineros ajenos, dilucido] tiene atribuciones para exigir respeto o reverencia al pueblo que atribula con su indeseable y delictivo ejercicio público. Cierto que  jamás aceptaré que los políticos sean imprescindibles en ninguna república, como tampoco quienes se uniforman para lastimar a los ciudadanos mediante deleznables, impunes e históricos hábitos ultimomundistas [extorsión, sevicia, arbitrariedad, infundir miedo, actitudes coercitivas, tergiversación de la justicia u omisión, según los casos e intereses grupales, et.]

No cuestiono, impido ni abomino que un pueblo intente «darse su propia constitución», que presume lo regirá, sino procuro evitar, con discernimientos, se le manipule de forma despiadada. Entiéndase, el atavismo que comportan esas costumbres sustancian sistemas políticos corruptos de hartazgo mundial. Lo corroboro cada vez que retomo el pensamiento kantiano:

-«Parece ocurrencia extraña e incongruente concebir la historia con arreglo a la idea de cómo debe marchar el mundo si se atuviera a finalidades razonables; el resultado sería algo como una novela. Si tenemos que suponer que la Naturaleza, aun en el terreno de la libertad humana, no procede sin un plan o meta, esa idea podría ser útil. Debería servirnos para representarnos como sistema» (KANT, Emmanuel: Filosofía de la Historia. «Fondo de Cultura Económica», México, 1987. P. 61)

A los filósofos griegos se debe la aniquilación no armada de los bárbaros, que habían exterminado a los romanos, constituyéndose en amenaza global. Ellos pujaban a favor de redactar leyes para la convivencia pacífica, impartir castigos y bogar por la defensa y divulgación de libertades que son derechos humanos. Los gobernantes no los querían cerca por ridículo y tupé de farándula. Nada más incuestionable que un principal de república sea asesorado por los intelectualmente más aptos para comprender, deducir, redactar propuestas que desarrollen países con apego a la moral ciudadana: esa distinta a la individual no vinculante. Sujeta la colectividad a la primera mencionada, riesgo de cada cual la segunda.

-«La moral de nuestra especie no consiste en humanas acciones u omisiones de importancia por las cuales lo grande entre los hombres se hace pequeño o viceversa, y cuya virtud, como por arte de encantamiento, desaparecen antiguos y magníficos edificios políticos y surgen otros que ocupan su lugar. La manera de pensar de los espectadores se delata en este juego de grandes transformaciones» (Ob. Cit. P. 105)

A quienes aspiran ocupar cargos públicos de relevancia nacional o de representación continental, los ciudadanos del mundo debemos exigir que estudien filosofía: su historia, y demuestren haber aprendido que son tan ningunos, efímeros, transitorios, sólo empleados públicos, jamás «los dueños».

@jurescritor

 


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