La inevitable discusión entre amigos ya comenzó. ¿Son iguales los 47 jonrones de Eugenio Suárez este año y los 47 que largó Andrés Galarraga en 1996? En estos tiempos de cuadrangulares a granel, ¿no valen más los del Gran Gato? ¿Cuántos habría dado el caraqueño, en caso de jugar hoy?

Ese es uno de los principales atractivos del deporte espectáculo: abarcar épocas distintas y atreverse a poner frente a frente a una leyenda con sus sucesores. Es sabroso, entretenido y usualmente injusto, desproporcionado.

Escuchamos a un fanático, por ejemplo, asegurar que lo de Suárez no puede compararse, porque hoy casi cualquier bateador sacude decenas de vuelacercas. Un cordial lector nos argumentó que Galarraga habría dado muchos más con la pelota que se usa en la actualidad.

Hay razones para creer que el grandulón de Chapellín habría sonado más bambinazos ahora. Pero también hay motivos para pensar que no. La lluvia jonronera no se debe a una pelota “salidora”, como afirman sin pruebas los más crédulos. Tiene que ver sobre todo con la evolución del juego. Y prestar atención solamente a una parte del cuadro impide entender lo que está sucediendo en verdad.

Quizás el Gato habría variado su normal conducta en el home. Ahora importa menos poncharse. Muchos resaltan la gran cantidad de cuadrangulares, pero olvidan el aumento general de los ponches y el descenso de los hits. Los bigleaguers están haciendo swing con un ángulo más pronunciado, tratando de elevar más la pelota. Es una especie de todo o nada. Les importa menos poncharse, a cambio de sacar la bola con más frecuencia. Han cambiado de buen grado muchos sencillos por unos cuantos extrabases.

No podemos saberlo, pero un Galarraga que adoptara la actual moda en el home quizás habría largado 50 o 55 cohetazos a las tribunas, pero con 200 ponches por temporada, probablemente, y average bajo .300, seguramente. No podemos saberlo.

El único cambio que ha sufrido la pelota, explican la Rawlings y el comisionado Rob Manfred, tiene que ver con la ubicación de su centro, hecho de corcho. Los materiales y su manufactura son iguales. Pero la compañía ha encontrado el modo de lograr que el centro esté exactamente en el centro. Antes, la mínima variación en ese aspecto, aparentemente muy común, propiciaba un recorrido diferente al salir del madero. La parábola descrita es mayor, ahora, porque la blanca revestida en cuero blanco vuela mejor.

Eso explica en parte la fiebre de bombazos. Pero su influencia en la lluvia de tablazos es mínima, en comparación con el nuevo swing, largo y angulado, que emplea una mayoría de paleadores. Miren, si no, el caso de Miguel Cabrera: durante buena parte de la zafra estuvo entre quienes más duro le daban a los pitcheos, pero con un ángulo menos pronunciado. En consecuencia, Cabrera ha levantado menos la pelota, ha cambiado elevados por más rolatas y líneas, prefiriendo más contacto, antes que jonrones y ponches.

Es imposible saber cuántos bambinazos habría dado Galarraga hoy. Pero es injusto creer que Suárez tiene una ventaja. Eso sería olvidar que el Gato jugó en Denver, a 1.600 metros sobre el nivel del mar, y que la MLB todavía no había ordenado la instalación de un humidificador en el Coors Field, para hacer que las bolas sean menos secas y, por lo tanto, menos salidoras.

¿Valen menos los batazos fuera del campo del caraqueño por haber conseguido muchos de ellos en el mayor paraíso de sluggers que haya tenido la gran carpa? No. Como tampoco valen menos los de Suárez, aunque juegue en 2019 y en el Great American Ballpark.

No olvidemos, además, que los mejores forzudos del presente están a la zaga del guayanés. Es el líder absoluto de las Mayores, al escribir esta columna. ¿Por qué los demás no se han aprovechado de las supuestas ventajas y él sí?

Cada tiempo tiene sus héroes y sus particularidades. No es lo mismo la Era de los Esteroides y la época en que Bob Gibson y sus colegas amarraban a todos desde la lomita. Es una de las cosas hermosas del deporte: poder apreciar cada etapa en sus especiales características.

La entretenida diatriba termina al recordar esas verdades irrefutables. Y cuenta como marco la inefable sonrisa de Galarraga, felicitando con corazón generoso a su sucesor. “Los récords son para romperlos”, le dijo en uno de sus mensajes. Y tiene razón.

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@IgnacioSerrano


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