La grave crisis política que condujo a la renuncia de Evo Morales colocó una vez más el controvertido tema de la actuación de unas fuerzas armadas en medio de una situación que puede comprometer la paz y el destino de una nación. El tema es complejo ya que toca diversos aspectos del funcionamiento del Estado y de las propias fuerzas armadas. También se relaciona con la evolución de la guerra desde los tiempos prehistóricos hasta el predominio del arma atómica, de las nuevas tecnologías y de la guerra asimétrica. Tan complejo panorama fue tratado con acierto por nuestra legislación militar casi desde el inicio de la profesionalización de nuestra Fuerza Armada Nacional.

El antiguo Reglamento de Castigos Disciplinarios N° 6 previó, con claridad y certeza, las diversas circunstancias que un militar puede tener que enfrentar. Dicho reglamento fue inspirado en el pensamiento de Karl Von Cluasewitz: “El arte de la guerra debería considerar el elemento humano y los factores morales, pero nunca pretender esgrimir la verdad absoluta. Por el contrario, debería dejar siempre abierta una puerta a lo imprevisto, a lo accidental”.

En la introducción de ese reglamento se establecía, en aparte titulado “Los deberes de los militares de mar y tierra”, un conjunto de valores y principios que permitían a un militar mantener una posición y tomar una decisión, enmarcada dentro de  la ética militar,  en medio de una  compleja y  sorpresiva situación. El artículo 15, de manera particular, establecía: “Nadie estará obligado a hacer más de lo que se le ordene, pero en todos los accidentes y ocurrencias imprevistas, los militares deberán tomar el partido más conveniente a sus banderas y elegir siempre, en caso de duda, al que sea más digno del honor militar y más favorable a las Fuerzas Armadas Nacionales”. Todos esos principios y valores, incluso este artículo, fue tomado en cuenta para redactar la  Ley de Disciplina Militar aprobada por la Asamblea Nacional en el año 2011. De allí que considere de gran trascendencia que los oficiales activos la lean con detenimiento para que muchos de esos artículos les sirvan de elementos de reflexión para que puedan determinar cuál debería ser su conducta  en la compleja situación política venezolana.

En algunas oportunidades pienso en la difícil situación moral que estoy seguro enfrentan muchos de mis compañeros de armas en actividad, consecuentes con nuestros valores militares, ante la permanente violación que, sin pudor, realizan Nicolás Maduro, el ministro de la Defensa y los Altos Mandos Militares del artículo 328 constitucional, el cual establece: “La Fuerza Armada Nacional, en cumplimiento de sus funciones, está al servicio exclusivo de la nación y en ningún caso al de persona o parcialidad política alguna”. Entre tantos ejemplos cito tres de los más recientes: el vil asesinato del capitán de corbeta Rafael Acosta Arévalo, en medio de inhumanas torturas, por funcionarios de la Dirección General de Contrainteligencia Militar; la participación en una marcha del PSUV, el pasado 16 de noviembre, de funcionarios uniformados de la “Milicia Bolivariana”; la participación de militares activos de la Fuerza Armada Nacional, en uniforme, en el show político Con el Mazo Dando, dirigido por Diosdado Cabello, en el cual terminan elevando el puño como demostración de pertenecer al PSUV.

Estos tres repudiables casos se basan en una retorcida tesis que han publicitado con el atractivo nombre de “Alianza Cívico Militar”, confundiéndola, aviesamente, con la unión de la totalidad de la nación con sus Fuerzas Armadas, hecho que fortalece su eficiencia en caso de un conflicto externo o interno. La aplicación hecha en Venezuela de la “Alianza Cívico Militar”, durante el chavismo-madurismo, lo que ha hecho es comprometer el buen nombre y el sentido institucional de la Fuerza Armada Nacional, ya que su estrecha vinculación con el actual régimen ha ocasionado que los venezolanos la perciban como corresponsable de los desafueros y fracasos del caótico gobierno madurista. Además, el permanente empleo de cuadros militares en elevadas funciones públicas incrementará ese desprestigio al acercarse el final del actual gobierno. Los integrantes de la FAN deben entender que nuestra institución está al servicio del Estado y que constituye una organización de carácter permanente. Por el contrario, los gobiernos desaparecen al estar naturalmente destinados a ser reemplazados por otros.

Los cuadros institucionales de nuestra Fuerza Armada Nacional deben realizar una profunda reflexión para poder determinar las verdaderas causas de lo que ocurre en Venezuela. Ustedes tienen suficiente formación y capacidad técnica para no dejarse engañar por campañas de propaganda que buscan transferir la responsabilidad de estos 20 años de desgobierno a las medidas tomadas en su contra, desde hace 2 o 3 años por la Unión Europea, Estados Unidos y un grupo de países. Ante ustedes están los hechos, entre los cuales cabe mencionar: la destrucción de Pdvsa, la impagable deuda pública, la pérdida de nuestra soberanía, la destrucción ecológica del Arco Minero del Orinoco, el colapso de los servicios públicos y pare usted de contar. Todo ello consecuencia de una galopante corrupción, incapacidad y entrega a oscuros intereses extranjeros. Es imprescindible encontrar una alternativa política que nos conduzca a la convocatoria de unas elecciones libres y competitivas para reinstitucionalizar Venezuela y reconstruir sus relaciones internacionales. Esta tarea les corresponde a todos los venezolanos, pero sin la participación activa de ustedes difícilmente se podría encontrar una solución a la actual tragedia nacional. Los venezolanos siempre han mirado hacia la Fuerza Armada Nacional. No los decepcionen.

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