Al sumar pasión, más talento, tenacidad, arte, poesía, visión, empatía, más sentido social, el resultado es virtuosismo.

Esta ecuación, aparentemente simple en su enunciado y profunda en su significación, la aprendimos o la repasamos en Venezuela gracias a la batuta de don José Antonio Abreu, un hombre venido de la provincia, un músico de muchos quilates, un director de orquesta, un economista, un humanista, un creador, un gerente cultural, un conductor de país, como los que pintó nuestro querido Zapata en el mural de la UCV, en la Plaza Venezuela. El maestro Abreu nos decía: La cultura para los pobres no puede ser una pobre cultura. Y así entonces nos movemos con los pies en el suelo y la cabeza en el cielo, con criterios excelsos para nosotros, nuestras y nuestros semejantes, con altas elevaciones de cultura constructiva, de cultura compartida, de cultura inteligente.

Don José Antonio Abreu fue presidente del Consejo Nacional de la Cultura y llegó a ser ministro de la Cultura en Venezuela. Con pasión crecida desde un pequeño conservatorio en la provincia y luego en San Agustín, al lado de Parque Central, y junto a otros músicos, creó el Sistema Nacional de Orquestas Infantiles y Juveniles de Venezuela, hoy convertido en el Centro Nacional de Acción Social para la Música, con una sede propia plena de arte, poesía, creación y sonidos hermosos, que los creídos titanes no han podido destruir. Su pensar, su hacer, su sentir y su palabra también estuvieron siempre afinadas. Decía el maestro: La pobreza material es superada por la riqueza espiritual que aporta la música. Una vez que el niño supera la pobreza material sustituida por la riqueza espiritual, al tomar un instrumento y haber iniciado sus clases de música, se encuentra completamente preparado para salir adelante y superar cualquier tipo de obstáculos, bien sean económicos o de índole social ¡Y aquí estamos hoy! Es hermosamente perceptible el influjo sociocultural del Sistema Nacional de Orquestas Infantiles y Juveniles de Venezuela, tanto en Venezuela como en otras partes del mundo.

El maestro Abreu nos dejó hace algunos años en medio de una tragedia nacional que todavía corroe, como el óxido producido por fierros viejos. Pero, el domingo 27 de marzo de 2022 le estuvimos recordando, como quien da un abrazo, mientras escuchábamos acá en Santiago de Chile a la Orquesta Sinfónica Música para la Integración interpretando la Obertura Caballería Ligera, compuesta por Franz Von Suppé; Nimrod de las Variaciones Enigma, de Edward Elgar; la Sinfonía Nº 5 de Piotr Ilich Tchaikovsky y la Conga del Fuego Nuevo, del compositor mexicano Arturo Márquez.

¡Fue un hermoso concierto y una celebración de la vida! Así como ya lo ha venido siendo el concierto entre prójimos provocado por la Fundación Música para la Integración acá en Chile, hace cinco años, y que en agosto también estaremos celebrando. Estamos convencidos de que las semillas que plantó el maestro Abreu en la concordia democrática de los setenta en Venezuela prendió allá para el bienestar de muchos niños, niñas, jóvenes, adultas y adultos que hemos tomado la música como forma de vida. Así como estamos persuadidos de que los retoños de su bosque musical se han esparcido por el mundo para recordarnos cómo sí es posible unirnos para tributar al ecosistema, al virtuosismo, a la comunicación y a la belleza. Porque ser humanos es todavía una posibilidad.

Ese memorable domingo, en la iglesia Sacramentina, la Orquesta Sinfónica Música para la Integración, integrada por músicos chilenos, brasileños y venezolanos, estuvo dirigida por Freddy Pérez, Simón Arias Landaeta y Rosmery Vargas, respectivamente.

Gracias, Ana Vanessa Marvez, Crisbeth Rodríguez y Riman Jahjah por haber creado la Fundación Música para la Integración acá en Chile para el bienestar de tantos y tantas, con una sede propia plena de arte, poesía, creación, sonidos hermosos y un creciente número de núcleos; mucho éxito a todas y todos los músicos, las directoras y directores que integran la Orquesta y ¡que viva la música!

Eternamente agradecidos, maestro Abreu, con mucho afecto, lealtad y admiración.


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