Hoy, cuando la magnitud de la diáspora es cercana a 20% de la población, casi 6 millones de venezolanos huyendo de la hiperinflación, la barbarie y de un país arrasado, podemos decir que la migración está lejos de finalizar. Localidades, ciudades y países fronterizos y vecinos, han hecho un extraordinario esfuerzo para cobijar y atender a más de dos tercios de ese inmenso desplazamiento humano.

Se trata de una incesante e indetenible avalancha humana, plural y diversa, de dimensiones superiores al número de ciudadanos de países como Dinamarca, Noruega, Panamá y Uruguay. La variedad incluye a un pequeño segmento de “enchufados”, testaferros, militantes de los “camisas roja” y miembros de bandas transnacionalizadas.

Son recibidos sin los documentos indispensables, como el pasaporte. El causante de la escasez de ese importante documento es el régimen, proverbial violador de los derechos de los venezolanos, como lo plasma el informe de la alta comisionada de los Derechos Humanos de las Naciones Unidas. Pese a los datos y lo fresco del demoledor  informe, resulta inexplicable e incomprensible, indignante y alarmante que haya países votando a favor de un representante de la dictadura venezolana como miembro del Consejo de Derechos Humanos de Naciones Unidas, un organismo que fue creado con el fin de velar por los derechos humanos. Además de violador de los derechos humanos es un régimen responsable de crear la espiral de la discordia, cuya precariedad y macabro andamiaje guadaña la vida de los venezolanos. Una decisión contraria a la vida, una fecha triste para los demócratas.

Al parecer de algunos, los daños ocasionados resultan insuficientes como para retirarles su apoyo. ¿Es necesario acaso un mayor grado de destrucción? ¿No es suficiente los casi dos años de hiperinflación y haber eliminado el bolívar? ¿Será necesario un mayor número de muertes? ¿Otro aumento en el número de ciudadanos huyendo? Las imágenes y datos, incluidos los oficiales y pese a su opacidad, son propios de una película de horror. El país está sumido en un paro general solo interrumpido por eventuales sesiones de trabajo cuando, por obra de un milagro, aparece la electricidad, Internet, el agua y el transporte. Llegan las tétricas y desoladoras imágenes de ese inmenso cementerio de empresas de Guayana: Venalum, Ferrominera, Bauxilum, Alcasa, Sidor y Sidetur, y por el mismo sendero transita Pdvsa.

Frente al indetenible flujo migratorio un creciente número de países, haciendo uso de sus derechos, ha establecido nuevas exigencias de visado, pasaporte y papeles a la diáspora venezolana. La institución responsable de la información de los venezolanos (Saime), bajo el absoluto control de la dictadura cubana, en su notoria, indiscutible y excesivamente onerosa ineptitud, está incapacitada para asegurar el derecho de identidad. Esta incompetencia se extiende al otorgamiento de los antecedentes penales. El precio en dólares de las visas exigidas por los países equivale a varios meses de trabajo para la mayoría de los venezolanos.

Los países vecinos realizan ajustes en su política migratoria. La fundamentada en los derechos humanos cede ante la de fronteras y ello producirá consecuencias no intencionadas para cada país en particular y para la región como un todo. Asumimos, basados en la experiencia migratoria de Venezuela y Estados Unidos, como lo reconoció el propio Ronald Reagan, que las mejores políticas migratorias son aquellas que facilitan la movilidad.

Sin duda, en este cambio intervienen las voces estridentes de algunos diputados y comunicadores, cuyas expresiones y generalizaciones al referirse a los venezolanos no las deseamos para sus compatriotas migrantes en el mundo. Manifestaciones inexplicables por su contenido de odio, las cuales revelan, en palabras de Adela Cortina, “la aporofobia”; el rechazo al pobre y no al extranjero.

Corresponde a las organizaciones e instituciones venezolanas amparar a sus ciudadanos allí donde se encuentren y exigir la debida justicia para los transgresores. Las generalizaciones y estigmatizaciones ocasionan perjuicios inaceptables. Desafortunadamente nos encontramos en el peor de los mundos, pues del régimen no se puede esperar nada positivo. Existen dudas razonables acerca de las posibilidades de reeducación de algunos individuos integrantes de esa cúpula. El margen de acción de los demócratas es limitado, pero no se puede reducir a señalar la responsabilidad del régimen saqueador, debe incluirla y trascenderla.  Se impone la necesidad de diseñar y desplegar una estrategia activa, diversa y plural como la diáspora misma.

Ese despliegue debe mostrar las dimensiones del peligroso “socialismo del siglo XXI” (3D: Documentar. Denunciar. Difundir). El régimen venezolano está vinculado al integrismo islámico, parte integral de la estrategia del Foro de Sao Paulo y sus socios en el mundo, y es pieza clave del ELN y el narcotráfico. El currículum de varios de ellos semejan prontuarios, si nos atenemos al lugar en el que hoy habitan, al igual que los de quienes todavía surfean para evitar acompañarlos, logro alcanzado por los momentos. Es un régimen promotor de ciudadanos desnutridos, aunque Errejón, el socio en España, los ve rollizos.

Los ejemplos de Italia, Portugal y España son dignos de emular. Han desarrollado políticas, destinado recursos y creado instituciones para atender a sus diásporas en el mundo y en Venezuela. En el caso venezolano corresponde a la sociedad y sus instituciones legítimas desarrollar estrategias dotadas de elevadas dosis de creatividad. Es necesario acompañar a las ciudades, países y gobiernos de la región y el mundo en la atención de los ciudadanos venezolanos. La diáspora ha desplegado una estrategia en una doble dirección: desde el mundo hacia Venezuela y desde el país hacia el mundo en áreas como educación, salud, emprendimiento, modos de atacar la xenofobia, etc.

La contundencia de los datos del Banco Mundial, los datos oficiales del Estado peruano y el reciente trabajo del BBVA en relación con el aporte de la diáspora venezolana a la economía de este último país, confirman, una vez más, el papel de la diáspora en el proceso de desarrollo. Lo mismo ha sido dicho de la migración latinoamericana en España. Las diásporas dinamizan el consumo y la inversión, crean riqueza y empleo.

Antes señalamos la necesidad de desplegar la estrategia para los ciudadanos dentro y fuera del país. Somos conscientes de las limitaciones existentes y de lo reducido del margen de acción en el contexto actual. El régimen ha incautado todos los poderes excepto el Legislativo y, además, ha saqueado los recursos del país, hoy en ruinas.

En el caso de la diáspora es necesario articular con los gobiernos nacionales y locales, con instituciones y empresas, con gremios, universidades y centros de investigación de esos países con el fin de promover la creación de redes, proyectos e inversiones conjuntas. En medio de la estrechez del margen de acción, es mucho lo que se puede hacer. Para ello hemos propuesto crear una institucionalidad apropiada con amplia cabida al sector privado y las organizaciones diaspóricas. La agenda de trabajo incluye a empresas, organismos internacionales, fundaciones y está repleta de las más diversas posibilidades.

El inmenso impacto de la movilidad y circulación de las personas y sus talentos supera, de lejos, aquellos producidos por la liberalización del intercambio comercial y la eliminación de barreras al flujo de capitales. El proceso de globalización, estrechamente vinculado al de liberalización se ve frenado por el de “feudalización” del capital humano. Sin democracia y libertad, entre ellas la de movilidad humana, los procesos liberalizadores de mercado tienden a encallar.

La relación entre migración y desarrollo se manifiesta de múltiples formas. Las diásporas favorecen la ampliación de mercados, la difusión tecnológica, el conocimiento y la innovación, el comercio y la inversión y la diversidad cultural. Se trata de efectos reales, con independencia de la cualificación del migrante. Las experiencias de integración habidas en el planeta y los acuerdos bilaterales han favorecido la proximidad entre poblaciones y una mayor movilidad humana.

Los migrantes favorecen los intercambios y pueden actuar como intermediarios debido a su información privilegiada sobre los mercados de los países de acogida y origen. Desempeñan un papel fundamental en la creación de un ambiente de confianza y actúan como asesores en cuanto a los temas institucionales y culturales. En el plano cultural, la migración afecta positivamente la “pluralidad” y la “diversidad” cuyos impactos contribuyen al mejoramiento de la productividad, como ha sido reconocido en distintos estudios. Ha sido esta la experiencia de Venezuela cuyo progreso, hasta finales de la década de los noventa, contó con el apoyo de muchas diásporas, provenientes de muchos países y regiones.

@tomaspaez

 

 


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