A 90 días para las elecciones presidenciales están ocurriendo muchas cosas en el panorama político venezolano. Una, entre tantas, del propio Diosdado Cabello, que en una concentración partidista nada robusta asoció «ganar» con Edmundo González Urrutia. Él lo llama de otra manera, en su lenguaje habitual de descalificación, y aventura que de triunfar la opción de la unidad opositora vendría una persecución contra las filas oficialistas. Nada en la voz sosegada de González Urrutia lleva a pensar en la repetición de la política represiva que con tanto afán ha aplicado el gobierno de Maduro. Cabello está oyendo sonar, eso sí, el río de gente que quiere un cambio político y ya admite la derrota sin nombrarla.

Seguramente habrá escuchado el eterno número dos la nomenclatura oficial a Rodrigo Cabezas, ministro de Finanzas de Hugo Chávez, quien avizora la llegada de la libertad el 28 de julio como punto final de la «fraudulenta revolución bolivariana» y llama a votar por González Urrutia. También los comunistas venezolanos se despliegan para el voto contra el «gobierno antiobrero de Nicolás Maduro». El  Partido Comunista Venezolano está judicializado por la «legalidad oficial», le han usurpado sus siglas y su tarjeta electoral, pero no su historia y su voz, con sus errores y aciertos, como haberse opuesto al propio Fidel Castro cuando quiso éste seguir auspiciando la fracasada lucha guerrillera en el país.

Tampoco se puede silenciar el tumulto interno en Fuerza Vecinal, una organización de nuevo cuño que ha cosechado éxitos en elecciones municipales con una política de apariencia ni-ni que se adhirió primero a la candidatura de Manuel Rosales y luego se sumó a la de Antonio Ecarri, pero parte de sus bases y liderazgo se rebelaron en apoyo a la candidatura de la unidad opositora.

Lo que ocurre puertas adentro está precedido, por una parte, de las expresiones contundentes de gobiernos de países del área regional -como Brasil, Colombia y Chile, todos de izquierda- a favor de elecciones competitivas en Venezuela y, por la otra, en la demostración palpable de que las fuerzas democráticas de la oposición están apegadas a la ruta electoral sin claudicar ante las imposiciones arbitrarias del gobierno madurista.

Igual que se esperan otros atropellos del gobierno a su propio cronograma electoral y contra activistas y dirigentes sociales y políticos que promueven el cambio político en el país, es de esperar también nuevos apoyos a la candidatura unitaria en la medida en que una ola de entusiasmo recorre Venezuela.

Pero faltan 90 días, muchos para salvar una cantidad semejante de obstáculos y los justos para la organización electoral, el avance de la Gran Alianza Nacional ofrecida por María Corina Machado, para dar a conocer la candidatura de González Urrutia, un diplomático que por su oficio no ha estado en la brega política de los partidos y la política, y para insistir en la urgencia del cambio que asuma la reconstrucción del país, favorezca el reencuentro de las familias e imponga la vigencia de la legalidad y del Estado de derecho.


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