Por el doctor Antonio De Lisio. Geógrafo y profesor titular de la UCV

2019 está cerrando como otro año  de conflictividad política, social y ecológica en América Latina. A lo largo de estos  once meses hemos presenciado una cadena de acontecimientos de norte a sur en la región, que han impactado la opinión pública local y global: la crisis de la gasolina en México, el conflicto político por  la entrada de la ayuda humanitaria en Venezuela, la “caravana” de migrantes centroamericanos, los incendios forestales  en la Amazonía y otros ecosistemas suramericanos, el derrame de petróleo “anónimo” en las costas brasileñas, las pérdidas de cosechas por sequía en Centroamérica,  los efectos devastadores de las inundaciones en Brasil y México, la crisis política institucional en Perú, las protestas sociales contra  las medidas económicas en Ecuador, el “estallido” social en Chile por una nueva Constitución, las movilizaciones poselectorales  en Bolivia y la crisis política subsecuente, la huelga general en Colombia.

Estos sucesos de gran impacto mediático son solo la punta del iceberg del malestar estructural social y ecológico de una región profundamente desigual, en la que los gobiernos –no importa su ideología– han sido incapaces de superar el modelo primario exportador agrario, minero y fósil, económicamente inestable, tecnológicamente cuasi estacionario, socialmente excluyente, ecológicamente depredador, territorialmente propiciador de enclaves y “burbujas” de crecimiento insostenible. Estas características intrínsecas lo hacen totalmente inviable en un siglo signado por el cambio climático  y los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de la Agenda 2030 de la ONU. Si bien todos los países de América Latina han ratificado sus compromisos climáticos globales y con la hoja de ruta sostenible de la comunidad internacional, en la realidad no han tomado las decisiones de fondo para superar un modelo que no da para más. A luz de las biocapacidades locales y regionales urge  sustituirlo por uno basado en una matriz productiva alternativa que, entre otras cosas, en lugar de destruir y degradar las funciones ecosistémicas, pueda  aprovecharlas como contribuciones de la naturaleza, como bienes naturales públicos y libres, para el bienestar duradero de la sociedad y la inserción de América Latina en las emergentes cadenas de valor internacional que vienen articulándose buscando la mitigación y adaptación al cambio climático.

Atendiendo a la necesidad de cambio en la región,  la Fundación Friederich Ebert (FES), desde su oficina en México a partir de 2015 ha conformado un grupo de trabajo de especialistas latinoamericanos –primero bajo la coordinación de Christian Denzin, y desde el pasado octubre de Astrid Becker– que ha venido articulando una propuesta de transformación social y rcológica regional. Esta se sintetiza en el documento FES Transformación “Sinopsis. Esto no da para más” (Disponible en http://library.fes.de/pdf-files/bueros/mexiko/15793.pdf), en el que se plantean  dos postulados de base. Primero, el Estado Democrático de Derecho que garantice el ejercicio del poder social efectivo. Segundo,  la Economía Circular, Plural e Inclusiva de los múltiples actores de la producción material, que garantice la sostenibilidad y la reproducción de la vida. ¡Queda abierto el debate!


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