Participación de votantes en la primaria no solo dependerá de la asistencia del CNE CNE Jesús María Casal: La asistencia del CNE no afectará ni vulnerará la primaria de la oposición
EFE/ Miguel Gutiérrez

 

                                                                                «Seguro mató a confianza».

Del refranero popular venezolano

 

Es el mismo Consejo Nacional Electoral con suplentes incrustado en la Constitución chavista de 1999 que sustituyó su función supervisora para convertirlo en Poder Electoral en igual rango al de los poderes ejecutivo, legislativo, judicial, con su agregado “moral”.

No fue ni es un Consejo. Tal nombre define a todo independiente organismo cuya misión es estudiar, discutir, evaluar y tomar decisiones que atañen a diversos asuntos públicos y luego las informa a las autoridades  de turno. Si se trata de temas electorales asume la responsabilidad de mantener el equilibrio partidista requerido entre sus miembros. El actual tiene solo cuatro y su dueño chavista bloquea la elección del quinto legal –probadamente autónomo– por demás imprescindible porque es el fiel de la balanza.

Tampoco es Nacional porque el inconstitucional chavismo –generalato  con su Partido Socialista Unido de Venezuela– en su ADN configura una extensión activa del castrismo cubano, a su vez concebido en la comunista matriz rusa de la KGB. Ni Socialista porque sus mandatarios usurpadores deciden política y económicamente para su exclusivo enriquecimiento financiero. Son fichas de la secta militarista, socia mayoritaria del narcotráfico y la explotación minera ilegal mientras 90% de la población padece hambrunas, desnutrición crónica y rutina de miseria humillante en su sobrevivencia bajo esclavitud. La ex Venezuela ya no es nación. La convirtieron en territorio de compraventas invadido por un bandidaje de mercaderes mundiales.

Y menos aún es Electoral. Añadió a esas dos falacias la eliminación del  más confiable democrático voto manual que conservado como debe ser, sirve de comprobante ante la eventualidad del “acta mata voto”, previsión que continúa en uso por países del primer mundo donde se sirve del sistema tecnificado solo para contabilizar de inmediato y progresivamente ante las cámaras de televisión. El chavismo lo pasó íntegro al sistema automatizado de su pantalla particular y tardaba horas antes de aparecer con su teatral declaración de fraudulenta victoria.

Sin licitación abierta compró el primer aparataje bautismal para sus embustes en una negociación que luego investigada desde el exterior   en siguientes votaciones por la propia empresa vendedora, develó una  constante corrupción descomunal por parte del Estado, elemento presente desde su inicio en cada una de sus actuaciones, incluida la quema de sus archivos. Tal como sucede con la propia Constitución que  sistemáticamente y al pie de las letras viola su estricta normativa para  garantizarse la continuidad. Engañar simulando modernidad tecnológica es su segurísima llave dictatorial.

De este modo somete a sus funcionarios amenazados y miente a la opinión pública local e internacional que tantas veces se ha prestado para el montaje. Farsa continua de votaciones sin elecciones inventando nuevos miriñaques. Así la famosa “Lista de Tascón” (2003) que dividió al país en patriotas y traidores fue actualizada con 20.000 aparatos   captahuellas (2015), un sensor dactilar que identifica con precisión al votante, que de nuevo pasará al oficialista catálogo discriminador.

Y precisamente aquel año la oposición auténtica pudo ganar su mayoría parlamentaria, pero al igual que cuando rechazó la reelección presidencial en el referendo revocatorio (2004), los ladrones consagrados del régimen manipularon desde su CNE horas después  para modificar los resultados y miraron para otro lado desde sus ilegítimos tronos en el Congreso.

Las múltiples trampas de este simulacro repetido están a la vista, entre  otras la tardanza en facilitar la inscripción a millones de nuevos votantes, dificultar o negar el voto directo electrónico a unos 4 millones en diáspora, habilitar a sus soldados del Plan República –zamuros cuidando carne– para permitir a sus colectivos cercar locales y amedrentar a los votantes a la hora del conteo –derecho constitucional– para que solo puedan verificar las actas los mensajeros de sus cuarteles palaciegos.

Las inmensas riquezas mal habidas del castrochavismo les permiten contratar habilidosos espías de la informática (hackers) en este caso para registrar quién es quién y dónde.

Bajo criminal dictadura militarista resulta inútil obtener honestidad y claridad. Los esfuerzos y buenas intenciones de confiados, respetables personas y grupos para evadir este programado acoso segregador de nada o muy poco cuentan, pues los amos del CNE controlan los cables que aseguran su poder absoluto.

En este momento una revuelta popular en conjunto con el amplio sector militar que sufre las mismas fatales consecuencias de este  salvaje régimen podrán expulsarlo. Como tecladista de la especialidad “aguafiestas” admito que muchas veces me equivoco, pero la avanzada  edad arruga el cuerpo  mientras estira convicciones que dieron y dan experiencias y vivencias compartidas.

Quienes conocen la biografía del chavista CNE y lo secundan en su próxima delincuencial puesta en escena, sin necesidad de juicio en tribunales formales, serán reos de una historia viva que esta vez no los absolverá, pues la impulsan con furia el hambre de pan, libertad y justa justicia.


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