«encendía con besos el mar de tus labios«  (QUIQUE GONZALEZ) 

Se dice que uno empieza a perder la cordura cuando ve semejante a Napoleón el reflejo de su yo en un espejo. Hay que estar muy loco para creer ser el comandante corso. Hay que estar muy tarado para querer ser otro. Conocemos varios casos similares como el de un hombre que quiso ser David Beckham primero y gemelo de su hijo mayor después (del hijo mayor de Beckham). (‘El joven británico que se ha gastado miles de euros para parecerse a Brooklyn Beckham‘. LaVanguardia; Redacción, 14.06.2018)*. Jack Johnson, que así se llama el chico, invirtió mucho dinero en este delirio sometiéndose a una cirugía estética de clonación imposible. También supimos la historia del brasileño Rodrigo Alvez que quiso ser otro y luego otra para convertirse en Jessica sufriendo más de 70 operaciones de estética. (‘Gastó un millón de dólares para parecerse a Ken, se arrepintió y ahora quiere ser Barbie‘. Clarín; Tomás Fernández Cruzado, 10.09.2022) **

En estos dos casos, el de Jack Johnson y Rodrigo Alvez, la renuncia a su identidad es absoluta. Se trata de la negación del yo y la afirmación del ello.  Todo indica que no quieren saber nada de sí mismos, vamos que no se gustan como son y sienten una necesidad apremiante de ser otro, de vivir en otro. Uno se pregunta si cabe la posibilidad de copiar o clonar fielmente el aspecto físico de la persona a la que se admira, los gestos, la mirada y la sonrisa mediante el fraude de una intervención artificiosa de un cirujano sin poderes mágicos ni divinos ¿Qué ética tiene aquel cirujano que acepta algo inaceptable? Me pregunto qué hay del alma de esos cuerpos rendidos a un cuerpo ajeno. Uno de pregunta dónde está la llama auténtica de cada uno de nosotros.

Usted, querido lector, dirá que por qué escribo hoy sobre esto. Pues bien, la razón que me lleva a escribir acerca de estos dos casos es el titular de otra noticia -poco creíble, por cierto- en la que se habla de un señor japonés que quiso sentirse un perro. Suena gracioso. El caso es que un hombre siente curiosidad por verse como un perro. Suena gracioso. Esto es de locos. Al parecer, todo es posible si hay dinero para pagarlo. El hombre encarga un disfraz de chucho que le cuesta un ojo de la cara, lo paga, se lo pone y sale así a la calle. Pasea por los parques moviéndose a cuatro patas como si fuese un perro. Por lo que he alcanzado a entender, este señor no se siente perro, sino que juega a portarse como un cánido sabiendo que no lo es (‘Un japonés se gasta 15.000 dólares para convertirse en un perro y sale a dar su primer paseo’. El Español; Daniel González, 1.08.2023)***

¿Qué está pasando? ¿Nos hemos vuelto todos locos?

En este tiempo estival el sol ha dejado de gustarnos como antes y todos queremos pasar frío en julio y a ser posible protegernos de la lluvia en agosto. A lo largo de todo el año, los niños se comportan como adultos, acosan a sus iguales como si fuesen matones profesionales a través de la difusión malévola de vídeos en los que humillan, pegan e insultan. Y encima se vuelven famosos a los trece años por no hacer nada (nada bueno) o por ser inmorales. Lo que antes era malo sin lugar a dudas, hoy está bien visto y lo que estaba bien visto hace unos años, hoy es malo. Hace falta no querer entenderse en nuestro país para que el hecho de hablar español en España se considere una cuestión de ideología política y no la vía de comunicación más lógica, más rica y más práctica entre los españoles y los hispanohablantes.

Hoy parece cuerdo quien no se enamora, quien no sueña con Melibea ni Julieta. Sin embargo, aquel que elige como esposa a la mujer que le vuelve más loco, ese sí que está chiflado

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lavanguardia.com/muyfan/jack.johnson

LA VANGUARDIA, 14.06.2018

clarin.com/parecerse a Ken/ parecerse a Barbie

CLARÍN, 10.09.2022

elespanol.com/disfraz de perro

EL ESPAÑOL, 1.08.2023


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