Empezamos indicando que nadie debe “odiar” a los combustibles fósiles: fueron importantes en su momento y continuarán teniendo relevancia en esta sociedad y en esta generación.

No me cansaré de indicar que las técnicas de exploración y explotación de petróleo y gas hoy son mucho más modernas, amables con el medio ambiente y menos contaminantes que en el pasado y que las dinámicas de refinación de igual forma; en todo caso, apostemos a un mix que permita el crecimiento de las renovables (solar y eólica) basado en alta tecnología y reducción de costo a usuario final, sin descuidar que el gas va a continuar siendo, al igual que la nuclear fuente de transición energética hasta llegar al plateau ideal: hidrógeno y electrificación de la economía.

Pero para ese “paraíso” de energía no fósil aún faltan muchos años. Como siempre digo que una generación al menos.

En tanto ocurre, en Estados Unidos están empeñados en cambiar la matriz energética del transporte, de fósil a eléctrica. La actual administración anunció regulación “más estricta” relacionada a emisiones de escape de los vehículos como intento por estimular el cambio de los usuarios de fósiles hacia automóviles eléctricos.

La meta norteamericana es que en 2032 un total de 56% de todos los vehículos nuevos mercadeados dentro Estados Unidos sean eléctricos. En 2023 no llega a 10% esa cifra.

Habría que ver si las condiciones de la economía dan para llegar a ese objetivo planteado que sin duda obliga a inversores, empresas automotrices y la industria a hacer drásticos cambios que, ciertamente, pueden también afectar la mano de obra. El tema principal que siempre cuestiono es que sólo Estados Unidos y Europa se fijan metas muy altas y no obligan o presionan a China comunista a tener estándares de cumplimiento y objetivos altos. Y China es uno de los principales sino el más importante, generador de GEI gases de efecto invernadero. Alguien va a venir rebuznar, como siempre, que “China fabrica más autos eléctricos que Estados Unidos…”; a esos fanáticos pro China les respondo: sí, ciertamente, pero es el país que más carbón utiliza en su matriz energética y al que menos le importa el cumplimiento de acuerdos (como el acuerdo de París), de manera que ese criterio es un simple eslogan.

Esta nueva medida a implementarse busca reducir la cantidad de contaminación permitida por los gases de escape de los vehículos; naturalmente aquellas compañías de la industria que no logren cumplir estos requisitos o dejarán de operar o estarán sometidas a multas tan grandes que prácticamente les será imposible operar.

Naturalmente, no se puede avanzar en la electromovilidad perjudicando a la industria de vehículos de combustible fósil. No es correcto lastimar la economía por mera presióin de ultraambientalistas que no entienden la cuestión energética, ni económica, y quieren vivir en un mundo idílico movido sólo por solar o eólica desaprovechando el gas natural y el potencial de petróleo que aún existe en el planeta. Repetimos, no es posible el fundamentalismo. Es posible la armonización de una ecuación que permita avanzar sin perjudicar la economía.

Luego de escribir este pequeño análisis estoy conduciendo un vehículo eléctrico (que por supuesto no es de mi propiedad), vuelvo a valorar las ventajas de la electromovilidad en sociedades altamente competitivas y modernas pero siempre y cuando la tecnología mejore para reducir los actuales precios para acceder a estos vehículos. Un dato recogido de Internet: precio de venta promedio de un vehículo eléctrico 2023: aproximadamente 50.000 dólares (ver: Kelley Blue Book), aún están por encima de los vehículos a combustible fósil. El reto es impulsar más el desarrollo de la tecnología, el almacenamiento de electricidad, las baterías y la autonomía para reducir costes y hacerlos más competitivos.


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