Canserbero

Soy muy afortunado, tengo cuatro hijos. Felo, Alfredo Rafael como yo, es el que brotó de mi cuerpo para fecundar a su madre; él es lo mejor que me ha pasado en la vida, me ha otorgado el privilegio de vivir esa dimensión tan especial y única del amor que solo puede sentirse cuando se tiene un hijo. También tengo a Mercedes Del Valle y Ángel Alfredo, mis amados sobrinos que ahora andan por tierras españolas fabricándose un futuro que nuestro país le negó.  Finalmente llegó Tatiana, que me ha otorgado el inexplicable placer de hacerme abuelo con la misteriosa ternura que ha significado Isabel Cristina. Gracias a ellos la vida tiene un sentido que no puedo manifestar de manera apropiada, sólo sé lo importante que me son.

No puedo, ni quiero, negar que Felo es el favorito. Mi debilidad ante todo lo suyo es a prueba de lo que sea; suele hacer conmigo lo que se le antoja. Gracias a ello pude descubrir el inmenso universo de la poesía del rap. Reconozco mi reticencia inicial, mi oído prejuiciado se negaba a escuchar aquel batiburrillo, sin embargo, hacía el esfuerzo de oír lo que él casi me obligaba a escuchar.

Recuerdo claramente una tarde de calor agónico, ese que solo se puede sentir en Valera, Trujillo, que me llamó a su cuarto y en su computadora puso una canción que se llamaba “Por si mañana no estoy”. Y la letra me fue envolviendo, se hizo una espiral de emociones que crecían sin parar, hasta que al llegar a estas estrofas: “Y ojalá que Peter Pan te lleve a volar por los cielos / Y que en las nubes haya muchos caramelos / Y que tu mirada ingenua en la prisión de la felicidad / Sea condena a mil cadenas perpetuas. / Esto es por si mañana no estoy / Por si mañana me voy / Aquí te dejo mi herencia…”, el llanto se me hizo incontrolable.

A partir de ahí aprendí a respetar y disfrutar ese género musical. Felo me fue enseñando quiénes eran Nach, Mcklopedia, Akapellah, Apache, Tego Calderón, pero en medio de todo ese derroche de talento e inspiración había uno que era un delirio: Canserbero. Recuerdo “Estúpida historia de amor”, empezaba: “Detesto cuando pasa esto / Tener un sueño y sentir que fue cierto / Aun cuando ya estás despierto”. Mi hijo se ocupó de mantenerme al día con todo lo que este creador enfebrecido producía.

Cuando escuché “Es épico” sentí un escalofrío constante, los primeros versos eran terribles: “Me falta el aire y el corazón tucún, tucún, tucún. / Hoy va a correr sangre, ya sé por dónde se mueve ese bum.  / Hoy voy a convertirme en un criminal, ya no creo en nadie / A menos que me convierta en un muerto / Hoy voy a vengar a mi hermano como le juré a mi padre / Diente por diente, ojo por ojo es esto.”

Toda la obra de este creador, mortificado por miles de demonios que no le dejaban en paz, tenía la huella grandiosa de las tragedias. Su trabajo creativo mereció que un estudioso como Miguel Chillida en la revista Cantera escribiera en 2016: “En ‘Llovía’, tema que despliega inmensas habilidades narrativas para contar la historia prototípica de un malandro en un barrio venezolano, Canserbero también hace gala de recursos poéticos intuitivos, y dice: ‘Ventana oscura / conciencia oscura / noche oscura (…) Respeto no merece el malo / sino el que consigue la felicidad, / ese sí es el más malandro’. Estas últimas líneas son su más grande acto subversivo. Ya lo decía Octavio Paz en El laberinto de la soledad: el amor es el mayor acto de rebeldía en la sociedad ultramoderna”.

El día de su muerte, si la mente no me traiciona el martes 20 de enero de 2015, ambos, mi hijo y yo, estuvimos profundamente sacudidos, y escuchamos una y otra vez sus distintas piezas. Las versiones que circularon fueron rocambolescas algunas, descabelladas otras, tétricas e inexplicables todas. Y así pasaron casi 9 años.

Un buen día el ilustre fiscal general de la República decidió que lo ya juzgado debía ser nuevamente llevado a juicio y fue así como los hermanos Natalia y Guillermo Améstica fueron encarcelados. No voy a detenerme en considerandos de diversa índole que andan por ahí rodando, sólo quiero enfocarme en la flagrante violación de los más elementales derechos de cualquier acusado. ¿Cómo es que los encierran, incomunican y hasta les quitan sus abogados? ¿Cómo es que gran parte del gremio periodístico compra la historia deshilachada del gobierno y guarda un silencio cómplice ante estas aberraciones jurídicas? ¿Cómo es que muchos comunicadores de mucho relumbrón, empingorotados y –supuestamente– opuestos a este despropósito que nos ha destruido el país no han sido capaces de darle voz a los familiares de estos presos del régimen? ¿Quiénes son para, cual sarracenos desbordados y de Corán en mano, negarse a divulgar la situación totalmente irregular de esas personas? Conozco varios casos de gente que ha sido víctima de esta maquinaria perversa roja rojita y el “gremio” ha comprado sin remilgos sus versiones. Hay una periodista de larga y meritoria trayectoria que fue despojada de su apartamento y sentenciada por ese crápula entogado que es Maikel Moreno, y sobraron quienes, aun conociéndola, se hicieron eco de las acusaciones de esta pandilla de hampones. ¿Hasta dónde vamos a llegar?

Al escuchar, una vez más, a Canserbero no puedo evitar repetir la estrofa de una de sus últimas canciones, “C’est la Mort”: “Me da pena ajena to’ esos carajos / que como que no se dan cuenta de que parecen unos payasos / Hablan como flojo, caminan cojo y ven de reojo y… / ¿quieren representar el amarillo, azul y rojo? No…”.

© Alfredo Cedeño

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