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Un buen amigo, excelente promotor cultural, me indicó que estaba escribiendo más de política que otros temas. También me dijo que debía ser porque la sociedad venezolana actual está politizada. Me quedé reflexionando, y de esta meditación ha salido este artículo.

Desde hace muchísimos años, la irrupción del petróleo como fuente principal de ingresos fiscales y de aparato movedor de la economía en general, ha obligado prácticamente a una injerencia exagerada del Estado en la vida cotidiana de los venezolanos. La llegada de la democracia con la caída del dictador Marcos Pérez Jiménez, y la elección de Rómulo Betancourt, le dio un empujón a la política ante los intentos de derribar al gobierno de Betancourt por parte de sectores militares de derecha que buscaban una dictadura, como por parte del Partido Comunista de Venezuela y el Movimiento de Izquierda Revolucionaria, los cuales estaban ayudados por Fidel Castro. Luego, los partidos paradójicamente adoptaron el modelo de organización típica de los partidos comunistas, altamente centralizados, de buró político, comité central y asamblea o congreso. Poco a poco, estructuraron sus aparatos, que daban empleos a su militancia, y a los empresarios   contratos con el sector público.

Así mismo, fueron socializando la economía mediante la nacionalización de servicios públicos como el teléfono (Cantv), la electricidad (Edelca y Cadafe), agua (INOS), y un sector financiero-bancario del Estado (CVF, Banco Industrial de Venezuela, etc). Como si fuera poco todo esto, adelantaron el vencimiento de las concesiones petroleras y se puso el mismo a explotar, transportar, refinar, y vender el petróleo. Todo anduvo bien, hasta que los gobiernos de Luis Herrera Campíns y Jaime Lusinchi  se vieron constreñidos a decretar controles de cambio, y de precio, y provocaron el agotamiento de las reservas internacionales, y un aumento de la inflación bajo el segundo gobierno de Carlos Andrés Pérez, con un enorme descontento de las masas que se sintieron traicionadas por los líderes políticos. Así el embelesamiento de la colectividad venezolana con la democracia y sus dirigentes se había esfumado de repente. Aquí surgieron el grupo de los notables, que lanzó críticas injustificadas contra aquella administración que estaba intentando de resolver problemas fiscales viejos, y sobre todo poner a andar la economía sobre unas bases distintas. Esto es, mediante el mercado y abandonando subsidios para todos, tanto para los consumidores como para los productores y empresarios.

El descontento fue aprovechado por un sector rebelde de las fuerzas armadas, y así se gestaron dos intentos de golpes de estado, que hicieron naufragar el proyecto de modernizar la economía venezolana de una manera distinta a la que se había hecho en los últimos quince años por lo menos. Carlos Andrés Pérez fue sacado de la presidencia y Hugo Chávez, el jefe de la conspiración, se convirtió en una figura popular. El bajo y el alto pueblo, de repente tuvo amnesia y se olvidaron de todas las cosas buenas que había hecho la denostada cuarta república donde también había sido presidente Rafael Caldera principal descalificador del segundo gobierno de Carlos Andrés Pérez.

¿Está la sociedad venezolana politizada? Si, por supuesto, todo siempre ha dependido de quien maneje la cosa pública desde Miraflores. Y con este gobierno dictatorial disfrazado de democrático todavía más está politizada y dividida la opinión pública. Se obliga a los empleados públicos a las marchas en favor del gobierno y sus candidatos. Y por si fuera esto poco, individuos vinculados con el gobierno distribuyen al mejor estilo populista, cajas de alimentos. La mitad del presupuesto fiscal aparentemente (no encontramos cifras oficiales) se gasta en unos bonos que son simples subsidios al consumo.  La oposición también está fragmentada y dividida en torno a unos supuestos activos de la República que Leopoldo López al parecer administra. Siguen los candidatos de la oposición prestándose al sainete electoral donde si ganan no los dejan gobernar (gobernaciones y alcaldías) y si pierden, peor para todos. Quizá el único partido de la oposición diferente, es el Vente Venezuela de María Corina Machado que habla de economía de mercado, en lugar de seguir ofreciendo villas y castillos.

Pues, sí. La política sigue siendo un juego atractivo para muchos, y un sueño para otros. También la decadencia cultural que ha experimentado el país, hace que uno de los pocos temas de conversación es la política cotidiana que cada día está peor, pero, paradójicamente sigue con enamorados y adeptos. Así mismo, la educación gratuita y hasta la privada han bajado su calidad. Se quieren títulos, pero reniegan de los conocimientos. Estamos mal, y esto es imposible de ocultar, y vuelve la antipolítica a sus fueros.

 


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