No avanzamos. Seguimos inmersos en discusiones estériles. Si las marchas y concentraciones convocadas por Juan Guaidó en todo el país fueron masivas o no, eso no es relevante. Algunos decidieron no salir por hastío, otros porque se sienten estafados, otros por miedo, algunos porque la desesperanza los domina, otros porque desconfían de la dirigencia opositora. Pero muchos se volcaron a las calles porque están convencidos de que hay que seguir demostrándole al mundo que los venezolanos no se acostumbran sólo a sobrevivir ni se quedarán callados ante tanta destrucción. En fin, todos tenemos motivos para salir o para quedarnos en las casas, pero más allá de eso hay un punto indiscutible que nos une: 80% de la población rechaza a Nicolás Maduro.

Y es a partir de allí donde viene lo realmente importante, la verdadera pregunta que definiría el rumbo de esta lucha que suma ya 20 años: ¿cómo hacemos para aglutinar, visibilizar y poner en un blanco y negro irrefutable para el mundo entero que la mayoría absoluta de este país quiere que Maduro abandone el poder? Es en el cómo, en la ruta, en la manera, en la vía, en el procedimiento o como usted quiera llamarlo, en lo que debemos y tenemos que llegar a acuerdos. No basta con gritar ¡Maduro vete ya!, no basta con decirle usurpador, no basta con salir a la calle a protestar, no basta con repetir como máquinas «cese de usurpación, transición y elecciones libres». No, no basta.

O dejamos de insultarnos y dividirnos entre nosotros o estamos muertos. O la dirigencia garantiza una efectiva unidad política o nos aplastan. O dejamos de creer en pajaritos preñados o seremos una comiquita en la historia. A estas alturas del partido debemos saber de sobra que nos enfrentamos con personas sin escrúpulos que nada le importan los derechos humanos, la vida de los venezolanos, las leyes ni los procesos. Ya no hay tiempo para equivocaciones ni para estar de disculpa en disculpa por los errores cometidos. Las inocentadas y las condescendencias no tienen cabida.

Aunque la desesperanza y la desmotivación nos carcoman, aunque la rabia y la decepción quieran habitarnos, no podemos ser mezquinos con nosotros mismos e ignorar todo lo que hemos avanzado. El mundo entero está pendiente de Venezuela, 56 países de los grandes por primera vez se le han parado de frente a este régimen y sin rodeos han desconocido a Maduro como Presidente, y además, han impuesto sanciones personales a todo su entorno donde más les duele: en el dinero para limitar su poder.

Y nos guste o no, estemos de acuerdo o no, simpaticemos o no, apoyemos o no, Juan Guaidó es la bisagra de toda esta maquinaria. Es Guaidó y no otro a quien el gobierno de los Estados Unidos reconoce como su canal para impulsar todas las estrategias hasta lograr la transición a la democracia. Es Guaidó y no otro a quien los europeos reconocen como el líder de  la oposición venezolana. Es Guaidó y no otro a quien los países del continente le han delegado la cohesión política interna. Eso es una realidad que trasciende los caprichos personales suyos, míos o de cualquier político. Incluso, es una realidad que trasciende al mismo Guaidó.

Por eso esta lucha no es por él ni se centra en él. Él es sólo la cara visible que nos lidera. Esta lucha es por todos y cada uno de nosotros, por nuestro futuro, por nuestras oportunidades, por una mejor calidad de vida. Guaidó es sólo una pieza más de este ajedrez político en el que hoy le tocó ser la cabeza del proceso, pero que más allá de él está la apuesta de todo un continente que necesita erradicar las amenazas latentes de violencia y comunismo, y la apuesta de un país que quiere ser y será libre. De eso no tengo dudas.

@gladyssocorro


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