En el Diccionario de uso del español de María Moliner leemos lo siguiente sobre el vocablo “espejismo”: ilusión engañosa; fenómeno óptico producido por la reflexión total de la luz en las capas de aire muy caliente que están en contacto con el suelo, por ejemplo en un desierto, con lo que se ven a distancia las imágenes de las cosas invertidas, como si se reflejasen en el agua.

El fenómeno anterior es lo que explica sin más ni más la espeluznante alegría del Consejo Nacional Electoral al anunciar lo que solo ellos vieron y constataron en los centros de votación, el pasado domingo 6 de diciembre: la imagen engañosa y además invertida de poco más de 5.000.000 de sufragantes. En verdad la cifra real estuvo muy por debajo del número de votantes mencionados con gran desparpajo, algo que es normal en toda dictadura en etapa de crisis extrema pero empeñada en mantenerse como sea en el poder.

En lo personal me tomé la molestia de hacer un extenso recorrido por diferentes centros de votación ubicados en distintas áreas de Caracas y en ninguno de ellos vi fila alguna de gente. El fenómeno se repitió exactamente igual en diferentes ciudades del interior, de acuerdo a la información que pude recabar de familiares y amigos. De manera que se trató de un patrón de conducta que se expresó en todo el país, tal como lo han puesto en evidencia las redes y los diferentes medios de comunicación.

Frente al ilusionismo revolucionario bien vale la pena contraponer la certeza del futuro que vendrá. Esa firme adhesión de la mente a algo concebible, sin temor de errar, es lo que justifica que renovemos el mensaje optimista transmitido por Simón Bolívar cuando yacía gravemente enfermo en Pativilca, pequeña aldea al norte de Lima. En ese recóndito lugar el Libertador luchó por su vida, sin auxilio médico alguno, contra un probable reumatismo, fiebres gástricas y cólicos renales.

Hallándose en el más deplorable estado, acabado y viejo, lo visitó Joaquín Mosquera, enviado de Colombia a Perú, a comienzos de 1824. El viajero le encontró en su jardín, sentado en una silla vieja, demasiado debilitado para ponerse de pie, con la cabeza envuelta en un pañuelo blanco, la piel en los huesos, decrépito, como hoy está también el pueblo venezolano en su gran mayoría. Entonces Mosquera le preguntó qué pensaba hacer. Sin asomo de duda Bolívar le dijo: ¡Triunfar! Luego agregó: “Si los españoles bajan de la cordillera a buscarme, infaliblemente los derroto con la caballería y si no bajan, infaliblemente dentro de tres meses tendré una fuerza para atacar. Subiré la cordillera y derrotaré a los españoles”.

Justificada razón tuvo John Lynch, profesor emérito de la Universidad de Londres y director de su Instituto de Historia de América Latina cuando escribió en su libro Simón Bolívar esto: “Pese a la debilidad y el estado de su salud, Pativilca fue un lugar de convalecencia que le permitió pensar y planear durante dos meses su campaña definitiva”.

A los venezolanos no nos queda otra alternativa que prepararnos para dar la pelea final a un gobierno que se desmorona en su desorden, incompetencia y arbitrariedad sin límites.

@EddyReyesT

 


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