España está llena de contradicciones, protestas salariales y corrupción, y con nuevas restricciones por el covid-19, o sea, muchos problemas de orden laboral y social; pero a la ministra del Trabajo de Pedro Sánchez, militante del partido Podemos, en vez de ocuparse de esos asuntos de importancia, propone llamar «matria» a la patria, diciendo que esta última palabra significa «patrimonio» y porque según ella esa «propuesta» fue hecha por Unamuno y Borges.

Y es que lo dicho por la ministra española revela un gran desconocimiento de que tales palabras derivan del latín, y el cómo fueron construidas sus morfologías y semánticas en otros idiomas, entre ellos: español, francés,  italiano y portugués.

De hecho, la propuesta de la ministra «podemista» también ignora que la palabra Patris era incluso sustituta de Pater en el ámbito de la familia en los escritos y conversaciones comunes del latín.

Ese tipo de propuestas no solo están desquiciadas, sino que se ignora que el uso de la lengua en sus palabras es algo que precisamente son los pueblos quienes dan legitimidad de habla y escritura.

Igualmente, los promotores de tales «inclusiones» también ignoran que no solo desvían las morfologías sino también las semánticas con sus fanatismos de querer imponer formas y estilos de habla ajenos a la identidad, la cultura y la idiosincrasia.

Por ejemplo, si en Venezuela la «asamblea nacional» aprueba la mal llamada «ley de lengua inclusiva» y dice que hay que mencionar a todo género femenino, y de «transgénero»,  entonces si Maduro habla de todos, todas y «todes», ya no podemos hablar de presidentes y presidentas, sino que la nueva nomenclatura sería: presidentas (femenino), presidentos (masculinos) y presidentes (transgéneros), y así para el resto de lo que sería «lengua no excluyente» para los maduristas.

El habla, la escritura, sus significados y significantes no responden a caprichos ideológicos, sino de realidades sociales, y eso es algo que en las mentes retrógradas no tiene forma de comprensión, porque allí solo existe el fanatismo de una visión arcaica, pendenciera y fatua.

En consecuencia, pretender hablar de «matria» o colocar el sufijo «es» a todas las palabras con sus estructuras morfológicas y semánticas definidas es algo que revela una especie de prosopagnosia cultural y política que en vez de sugerir cambios o neologismos conforme con las visiones tecnológicas y de desarrollo, lo que hace es anclar esas mentes en una enfermedad de lo que pudiéramos definir como neoanalfabetismo educativo, que para ellas, ellos y «elles» seguramente concluirá al alcanzar una «rebolusión» ortográfica.


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