A estas alturas son pocos los que dudan ya que la coalición que gobierna a España esté ensayando de alguna manera el método chassss. Sí, aquel procedimiento con el que se llenaba la boca el teniente coronel y cuyo momento de máximo paroxismo culminaba con un contundente “exprópiese” acompañado del sonido imaginario de un machete, al tiempo que se mofaba de los indefensos comerciantes o dueños de tierras (¡Dios, cómo hemos podido soportar tanto!).

No creo que haya todavía algún ingenuo que no sepa que el estado de alarma ha sido aprovechado por el señor Sánchez y su taimado vicepresidente para imponer la hegemonía en todas las ramas de la administración pública y los poderes del Estado. Para ello, como sucedió en Venezuela, primero y según su lógica, deben  destruir lo establecido con las mismas armas que les proporciona el sistema, como aconsejaba Antonio Gramsci. Si no, no se entienden, por ejemplo, los ataques que desde ese gobierno se hacen continuamente al aparato productivo  ̶ como el que  ha llevado a cabo hace algunos días el comunista Alberto Garzón, ministro de Consumo, contra el sector turístico, el cual representa la bicoca de 15% del PIB y da empleo a 3 millones de personas ̶ , al mismo tiempo que se coloca de forma apresurada a personal de confianza en los puestos clave de la administración. De esta forma, la crisis del covid-19 le ha permitido a este señor avanzar en su proyecto rápidamente, como sucedió a Lenin con su revolución y la Primera Guerra Mundial y en nuestro país  al teniente coronel con su socialismo del siglo XXI y el deslave del año 1999, algo que le permitió llevarnos hacia el aspirado “mar de la felicidad” donde nos encontramos en estos momentos.

Así como el estado de alarma ha sido aprovechado descaradamente en Venezuela para confinar a los ciudadanos comunes en sus casas y volverlos al redil del que trataban de escapar, en España ha servido para caminar velozmente hacia la confrontación política, lo cual mantiene a los distintos poderes del Estado paralizados, como sucedió en épocas ya remotas en Venezuela. Sus representantes, sin embargo, tienen la esperanza de  que sea la Comunidad Europea quien ponga fin a tantos desmanes y someta al gobierno por la vía crematística, ya que las arcas públicas están vacías; aunque no sería descabellado pensar que cuando esto suceda el señor Sánchez y su vicepresidente comiencen a echar la culpa a la CE de todos los males que le esperan al país y traten de abandonar ese organismo multilateral, como también  hizo el teniente coronel cuando instituciones similares le impedían llevar a cabo sus pérfidas intenciones totalitarias.

Es sintomático y esperanzador, sin embargo, que mientras los distintos representantes del Poder Judicial permanecen paralizados y los líderes de la oposición confiados en que en algún momento los tribunales de justicia encausarán de nuevo la democracia y el estado de bienestar, los ciudadanos se hayan echado a la calle con sus cacerolas, sin importarles la pandemia y las medidas restrictivas e intimidatorias. Sin embargo, se siguen sucediendo cosas que nos son muy familiares: un escándalo tapa a otro, dejando tras de sí un reguero de irregularidades  que se olvidan rápidamente; el gobierno hace publicar encuestas que muestran la gran satisfacción ciudadana de su gestión, a la vez que promueve la movilización de sus simpatizantes para que neutralicen las manifestaciones espontáneas de los opositores, a los cuales tilda de ricos y acomodados. Así han comenzado a sucederse ya las agresiones y los insultos por parte de estos grupos simpatizantes del gobierno no solo contra los pacíficos manifestantes, sino incluso contra los periodistas de los diferentes medios que no les son afectos. Y al mismo tiempo que se promueve desde las altas esferas el peligroso enfrentamiento entre los ciudadanos, también se intenta desprestigiar a los cuerpos de seguridad del Estado, dándoles órdenes cuestionables que estos se ven en la obligación de cumplir. (Para nosotros, todo un déja vu).

En fin, aunque nadie aprende por cabeza ajena, no está demás alertar a los españoles de que pongan sus barbas en remojo cuando oigan mencionar por allí la Asamblea Constituyente, ese instrumento que aunque está en los orígenes del sistema burgués, la franquicia chavista lo ha utilizado con bastante éxito contra este, como siempre lo aconsejó Gramsci.

 


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