La idea de convertir en Estados a los virreinatos de Nueva España, Nueva Granada, el Perú y La Plata, es resultado de las transformaciones iniciadas por los borbones. Las independencias se lograrán al fin mediante guerras de secesión impuestas revolucionariamente pero esto no quita conocer que en España hubo importantes planteamientos al respecto, los reyes Carlos III y Carlos IV eran conscientes de que los tiempos que vivían imponían profundos cambios y que había dos alternativas: adelantarse a estos tomando la iniciativa y manteniendo la presencia y los intereses de España y sus provincias ultramarinas o sufrir las consecuencias de la envidia y el apetito de las otras naciones. Las ideas que gobiernan los tiempos se van imponiendo poco a poco y llegan a ser mayoritarias con independencia de su justicia o injusticia, esto ha sido así a través de todos los tiempos, la esclavitud fue legal muchos siglos pese a ser injusta, hoy día tenemos otras circunstancias pero igualmente hay ideologías que se imponen en las sociedades, y las mayorías las hacen suyas y las viven sean justas o no, cada período histórico tiene sus propias contradicciones o problemas, con la abolición de la esclavitud, se eliminó una gran injusticia pero aparecieron otras, la explotación sangrante de la clase trabajadora, otros tipos de discriminación. España no podría mantener el control de sus dominios indefinidamente como lo había hecho durante los siglos XVI y XVII.

La invasión napoleónica a España precipitó la secesión violenta de las provincias ultramarinas del reino español y las largas guerras civiles y conflictos en las que se sumieron estos territorios durante todo el siglo XIX, trayendo ruina y desasosiego a sus habitantes. Pero la historia no es una retahíla de fechas o sucesos puntuales sino un proceso en el que confluyen muchas causas, algunas más potentes que otras, que van conformando una realidad dinámica y viva en la que no siempre es fácil dictaminar con objetividad qué causó qué, ni los por qué directos de algunos acontecimientos, los tiempos históricos tampoco son los tiempos humanos. El 24 de septiembre de 1781, casi dos años antes del 3 de septiembre de 1783, fecha del tratado de París que sella la independencia de los Estados Unidos de Norteamérica, casi dos años antes del nacimiento de Bolívar y seis años antes del inicio de la Revolución francesa escribe el intendente José de Abalos desde Caracas, nuestra Caracas de los techos rojos, una representación a su majestad Carlos III -cito textualmente- “el único remedio y a lo menos por ahora consiste solamente en que el heroico pecho de vuestra majestad se digne a resolverse con su regia generosidad a desprenderse de las provincias comprendidas en los distritos a que se extienden las audiencias de Lima, Quito, Chile y La Plata como así mismo de las Islas Filipinas y sus adyacencias exigiendo y creando de sus extendidos países tres o cuatro diferentes monarquías a que se destinen sus respectivos príncipes de la augusta casa de vuestra majestad y que esto se ejecute con la brevedad que exige el riesgo que corre”. Continúa el intendente Abalos: «Este es Señor el preciso medio para estorbar a los enemigos forasteros cualquier irrupción a que los incline su avaricia, esto es también el de evitar a los domésticos todo resentimiento de un gobierno venal y corrompido que los precipite a una infiel y violenta resolución o de que el mismo desafecto que tienen a la península apoyado de ajenos auxilios les facilite como sin duda se verificará la secesión que ya ven cerca de su perfección en los colonos del norte de este mismo continente”.  El sistema político, la estructura de pensamiento de la época era ya decisiva, no había posibilidad de que el Imperio se mantuviera indefinidamente, quedaban dos alternativas: que el cambio se hiciese en forma controlada desde España y para beneficio de España o se hiciese con el apoyo de la intervención de otros países para beneficio de terceros, como en definitiva ocurrió.

Unos años antes, entre el 31 de marzo y el 2 de abril de 1767, la Compañía de Jesús fue expulsada de España y todos sus dominios; en 1759 habían sido expulsados de Portugal, en 1762 de Francia y en 1773 el papa Clemente XIV disuelve la orden. Este hecho aparentemente poco vinculado con las secesiones de las provincias ultramarinas españolas es, sin embargo, de primer orden porque dejó a España y a Europa sin una élite intelectual en el desarrollo de conceptos políticos muy avanzados, en las provincias ultramarinas desmanteló la estructura de las misiones y los colegios, que eran un importante centro social de desarrollo. Los jesuitas siempre fueron un freno a las ambiciones de poder de los monarcas. Es importante señalar que España es la primera nación en definir que la soberanía reside en el pueblo que la deposita en su monarca, y que el regicidio o tiranicidio es válido si el monarca se convierte en tirano, tesis defendida primero por la Escuela de Salamanca y después por los jesuitas.

La consulta de Carlos IV a sus principales consejeros y ocho prelados demuestra que el rey era totalmente consciente de los peligros que corría España, cito:  “Habiendo visto por la experiencia que las Américas estarán sumamente expuestas, y aún en algunos puntos imposible de defenderse por ser una inmensidad de Costa, he reflexionado que sería muy político y casi seguro establecer en diferentes puntos de ella a mis dos hijos menores, a mi hermano, a mi sobrino, el infante Don Pedro y al príncipe de La Paz, en una soberanía feudal de la España, con títulos de virreyes perpetuos y hereditarios en su línea directa, y en caso de faltar esta, reversiva a la corona, con ciertas obligaciones de pagar un tributo que se les imponga y de acudir con tropas y navíos donde se les diga. Me parece que además de político van a hacer un gran bien a aquellos naturales, así en lo económico como principalmente en la religión, pero siendo una cosa que tanto puede gravar mi conciencia, no he querido tomar resolución sin oír antes vuestro dictamen, estando muy cerciorado de vuestro talento, cristiandad, celo de las almas que gobernáis y del amor a mi servicio, y así espero que a la mayor brevedad respondáis a esta carta que por la importancia del secreto va todo de mi puño, así lo espero del acreditado amor que tenéis al servicio de Dios y a mi persona y os ruego que encomendéis a Dios para que me ilumine y me dé su santa gloria. San Lorenzo, y octubre 7 de 1806. Yo el rey”.

La historia siguió un derrotero diferente, pero si estos hechos no se conocen no existen, para la hispanidad hoy es importante encontrar puentes que nos unan y nos permitan hablar en el concierto de las naciones con una sola voz, la propuesta de Abalos, escrita en nuestra ciudad de Caracas y la propuesta sometida por Carlos IV a sus consejeros, encierran el espíritu de lo que debemos lograr, somos naciones independientes, pero estamos llamados a ser mancomunidad, asistirnos mutuamente en los político, económico, social, militar y cultural, bajo reglas claras y eficaces.


Las citas textuales que aparecen en el artículo están tomadas de:

Morón, Guillermo. (1971). Historia de Venezuela en 5 Tomos, (Tomo 5, «La nacionalidad»). Caracas. Páginas: 16 y 20.

El historiador Guillermo Morón cita a su vez copia de los textos originales en su fuente primaria.


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