Pretender que España se autoabastezca de energía es todavía ilusorio, más aún pensar en no aprovechar el gas natural como puente entre fósiles y renovables. El sistema eléctrico español tuvo en 2021 el “peor año” por elevados costes eléctricos a usuarios finales.

Si bien es cierto que España mejoró sus cuotas de producción de electricidad vía solar y eólica, con menos producción desde hidro y nuclear, ni así mejoraron los precios a usuarios final. En el sector eólico se generó electricidad superior a 60.480 gigavatios hora (GWh), un 10% más que en 2020. En generación solar (fotovoltaica) generó casi 20.890 GWh.

Luego de la guerra de Rusia contra Ucrania, Europa se dio cuenta de que su dependencia del gas es muy fuerte, como ya hemos analizado en una columna anterior. Por ello urgen medidas para dejar de depender del gas ruso. España es la que más problemas tiene en razón a que cuenta con una legislación (Ley 7/2021 Cambio Climático y Transición energética) que, entre otros aspectos no otorgará más licencias para exploración, permisos de investigación de hidrocarburos o concesiones de explotación para los mismos, obviamente echa por tierra cualquier oportunidad de inversiones en fracking que prácticamente lograron reencaminar la economía norteamericana en los últimos 5 años.

A ello sumar el uso de la normativa casi de prohibición de uso de carbón o gas natural para generación eléctrica: el Estado español hizo una jugada de autojaque. Tampoco tiene grandes instalaciones de generación eléctrica vía nuclear.

Vale decir que están apostando 100% a la generación “verde” (renovables) pero sin que las renovables hasta la fecha hayan logrado consolidar en 100% su reducción de costos, su tecnología, su confiabilidad de suministro permanente y su “almacenamiento” (en el entendido de que la electricidad aún no se almacena en volúmenes que puedan ser suficientes para abastecer grandes mercados con total autonomía). Soy un promotor de la energía verde pero siempre afirmo que de momento se debe seguir utilizando el gas natural como “puente” menos contaminante entre fósiles (carbón) y la utilización plena de renovables en generación eléctrica.

Una renuncia total al gas natural para alimentar la matriz eléctrica es imposible, de momento. Europa vive con luz generada vía gas natural y nuclear, y por supuesto por generación verde que va ganando espacios de a poco, pero se debe continuar con ese gradualismo.

Anoto un dato del parlamentario español Jorge Buxadé, con relación a los precios de la electricidad en ese país: el 21 de mayo de 2021, fecha de entrada en vigor de esa inadmisible Ley de Cambio Climático por el Congreso, el precio, en el mercado diario de la electricidad, era de 79,19 €/MWh. Hoy, 21 de marzo, mientras escribo estas líneas, es de 240,89 €/MWh. El 7 de marzo de 2022 se llegó a 700€/MWh.

De momento no se puede “desacoplar” totalmente el precio del gas natural de la factura eléctrica o menos aún intervenir el mercado para cambiar el sistema de fijación de precios marginalista (eso sería socialismo puro), entonces urgen políticas para lograr reducir el precio de la factura del usuario final sin depender del gas ruso.

Por ello recientemente Europa “reclasificó” la generación eléctrica vía nuclear como “verde” cabalmente para “darse más tiempo” en la maduración y consolidación de la industria renovable.

España busca la aprobación Europea para que excepcionalmente sin que afecte a los intereses de toda Europa, España pueda de manera temporal, establecer un precio de referencia al gas que se utiliza para producir de electricidad que será sustancialmente más bajo que el que se utiliza ahora.

Dado que el precio del gas natural define el precio de la electricidad, una medida como la anotada logrará, temporalmente, y de forma artificial la reducción del precio de la electricidad a consumidor final. Y para terminar de cerrar la “cuadratura del círculo” con esta medida, los productores de electricidad que utilicen gas ofertarán sobre el precio de referencia, pero recibirán una “compensación por la diferencia», de forma que se llama, aunque no quieran utilizar el término, subvención.

España debe reformar sus regulación energética para permitir inversiones en fracking para exploración de nuevos volúmenes de gas natural, cuidando los elementos del entorno ambiental y para generación de electricidad y ello podría ser otra forma de “ayudar”, hasta antes de 2030 a que las “verdes” puedan tener una presencia más robusta en el mercado eléctrico europeo.

@BorisSGomezU


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