Todos los dictadores tienen en común varias conductas. Una de ellas es que siempre intentan reescribir la historia para acopiar capítulos alejados de la verdad y entonces plasmar hechos inciertos que los glorifican. Son capaces de lo peor, como ocurre en Venezuela, en donde ya no se celebran los días patrios como corresponde, sino que se deja de lado el 5 de Julio o el 19 de Abril para exaltar las fechas revolucionarias del 4F y el 27N de 1992. O sea que la magna independencia y la antesala de ese hito histórico que se escenificó en un balcón del edificio en donde despachaba el capitán general Emparan, se ocultan entre las tinieblas que desatan esos farsantes que se empeñan en imponer ese calendario que nada tiene que ver con lo que realmente forma parte de nuestra identidad como nación.

Esos dictadores también apelan a las maniobras distraccionistas para tratar de desviar la atención sobre los verdaderos problemas que afectan a la ciudadanía. Gritan y gritan hasta más no poder que “hay que reivindicar a los indígenas”, pero a la vez permiten que se les maltrate, tal como acontece en esa zona venezolana en donde se ubica el riquísimo Arco Minero. Son unos estafadores de la fe pública. Se declaran defensores del medio ambiente, se atreven a dictar cátedra sobre el cambio climático, y con todo el descaro del mundo auspician las más repudiables políticas de contaminación que ponen en peligro nuestras cuencas hidrográficas, nuestros lagos y parques nacionales.

Todo el desastre que han causado pretenden adjudicárselo  a los demás. Ellos nunca hacen nada malo, y vale decir que no se trata del típico motolito “que tira la piedra y esconde la mano”, ya que proceden con todo desparpajo, no disimulan sus tropelías y maniobras cargadas de cinismos. Así tenemos, por ejemplo, que destruyeron la industria petrolera y ante tan descomunal tropelía no se les mueve un músculo de la cara para presentarse en cadena de radio y televisión señalando a otros por ese descalabro. “Son los gringos del imperio, los pitiyanquis los que demolieron nuestras refinerías”, se desgañita Maduro, colocando en cabeza ajena sus propias ineptitudes.

La parodia más reciente la vimos en la zona del desastre que causaron los deslaves ocurridos en el estado Aragua, específicamente en Las Tejerías. Maduro, compartiendo escena con una de sus ministras,  fue capaz de responsabilizar a los conquistadores españoles de tales daños. ¡Eso fue patético! Con cara de acontecidos montaron su condenable show mediático para endilgarle a Cristobal Colón tal calamidad.

Así son todos los tiranos, descarados e impúdicos a la hora de mentir. Por eso y más, es que debemos seguir en la lucha ¡hasta librarnos de tales comediantes!


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