Un aspecto a tratar está relacionado con esa creencia que tenemos los seres humanos en general (que incluso se ha transmitido desde varias generaciones), está referido a que solo utilizamos 5% del cerebro. Claro, empleamos este minúsculo porcentaje porque hemos condicionado el cerebro y particularmente al subconsciente con ciertos hábitos o rutinas, que establecen limitaciones, que nos conforman rigideces de acceder cada vez a un poco más allá. Ciertas rutinas, variedad de hábitos que guardan estrecha relación con los códigos mundanos, directrices a nivel mundial que se traducen en el trato rutinario con otras personas, se establecen como ciertas, de verdad absoluta  o norma social de cumplir, definiendo requisitos para la aceptación en la misma sociedad. Enorme limitante que aflora el condicionamiento de nuestro cerebro a ese “modus operandi” o forma de concebir la vida.

Obsérvese que el término subconsciente o inconsciente guarda relación con esa zona del cerebro, donde se siembra, está sembrado o programado, todo lo que de manera “natural o automática” se absorbe. Incluso hasta los cinco o seis años somos una esponja, en el sentido que asimilamos, aprendemos todo sin ningún tipo de restricciones (en la mayoría de los casos). Es a partir de esa edad cuando el mundo nos impone lineamientos o directrices en pensamiento y la conducta (condicionamientos), por lo que la capacidad para aprender de manera natural es coartada o “manipulada”.

Independientemente del nivel de formación, vivencia o experiencia, se siembra o programa en nuestro cerebro (particularmente se instala en nuestro subconsciente) códigos del mundo. Y si esos códigos mundanos son los que se imponen e imperan, es por lo que  tenemos un determinado nivel de conciencia que depende sin lugar a dudas a ese subconsciente, el cual induce a pensar y actuar de acuerdo a tal sistema de vida material que opera a todo nivel e instancia (eso no se puede ni debe obviar o desconocer porque está presente en la existencia)

Por ello es que gran parte del plan malévolo a nivel mundial (y con todos sus ramales que incluyen nuestra realidad y periferia) hace hincapié o se sustenta en el control mental, en la manipulación del subconsciente a través de diferentes técnicas como la hipnosis personal y colectiva, utilizando para ello las redes sociales e Internet en su conjunto, en tanta y cuanta información que a diario nos hacen llegar, información falsa e información aparentemente verdadera o medias verdades, que en  todo caso es tergiversada o distorsionada, con el único propósito de quebrantar las bases morales católicas cristianas.

Entonces es deber identificarlo, conocerlo para poder enfrentarlo de forma efectiva, desde el buen sentido espiritual. ¿Cómo? Creando hábitos, reprogramando nuestro cerebro, de manera que la parte derecha e izquierda de nuestro cerebro, el hemisferio derecho y hemisferio izquierdo, actúen coordinada y armónicamente, de forma que no se imponga el racional sobre el emocional, pero tampoco que el emocional pase por encima o margine al racional, sino que funcionen equilibradamente. Y esto debe trabajarse en función de la reprogramación del subconsciente del ser, con hábitos positivos, y en nuestro caso, que representen una enorme fortaleza con hábitos espirituales-religiosos, que permitan realmente evolucionar adecuadamente en los niveles de conciencia y de espiritualidad que tanta falta le hace a la humanidad, pero por supuesto partiendo del individuo, de los grupos religiosos, espirituales, apostólicos, legionarios, etc., de manera que se pueda generar un efecto multiplicador expansivo, partiendo incluso de los mismos núcleos familiares de cada uno.

En esta dinámica evolutiva la intervención y orientaciones del sacerdote son de trascendental importancia. Pero en todo caso es fundamental la interacción, porque de todos podemos aprender, entre todos debemos elevar ese nivel de conciencia espiritual, reprogramando individualmente y en conjunto nuestro cerebro.

Necesitamos crecer agrupadamente para fortalecernos en esta lucha entre el bien y el mal que es un hecho cierto, y está presente en la propia realidad. De  cierto es, que según el sacerdote Javier Luzón creador de la obra Las seis puertas del enemigo (2017), todos estamos expuestos permanentemente a las estratagemas del demonio, bien sea a través de las tentaciones o por medio de las siete afecciones diabólicas. Por ello todo aquel que está debilitado espiritualmente, alejado de la fe católica cristiana y peor aún del estado de gracia, son más propensos a ellas y de causarles fuertes daños en las tres dimensiones del ser humano: una espiritual y dos dimensiones corpóreas. Además tener en cuenta que son tres las industrias que promueve el «maligno»: 1) Noticia falsa y rumorear; 2) Justificación para no actuar proactivamente; 3) Conflictividad por todo y para todo. Las mismas interactúan con: i) Zona de confort; ii) Impotencia de conocimiento; iii) Camino de la menor resistencia.

La misma idea pero con otras palabras:

Sí existe la posibilidad de aprovechar 100% de nuestro cerebro. Existen personas en el ámbito espiritual, cada una con su perfil o personalidad, que sin ser un experto en la neurología, perfectamente se capta a través de la intuición que  tienen en uso el cerebro que supera con creces ese mínimo nivel fijado en 5%. Esto debido a que han incorporado elementos de espiritualidad o religiosidad dentro de sus hábitos de vida. No se critica per se los hábitos, porque los hábitos dentro de su dimensión positiva  favorecen la buena siembra en nuestro subconsciente, que es al final de cuentas es el que dirige nuestras vidas, y realmente se encuentran en ellos aspectos de orden espiritual, en el camino de la Santísima Trinidad, en la ruta que la Virgen María nos ayuda a seguir con certeza y prontitud.

Entonces sí es viable y factible lograr progresivamente ese  tope máximo de uso del cerebro. Por supuesto que se puede llevar adelante tal proyecto, pero para ello se debe implantar y desarrollar un proceso serio, dedicado, de conversión y de consagración;  de reconocer que ciertos hábitos que tenemos nos limitan, por lo que es imperativo iniciar un proceso de conversión de nuestra vida, de nuestros pensamientos y proceder.

¿Cómo cambiar, descodificar o desinstalar lo que tenemos en el subconsciente? A través de hábitos espirituales, hábitos religiosos, conscientemente desarrollados día tras día. Los hábitos se consolidan en la rutina secuencial diaria. Oportuno recordar que para generar y consolidar  un hábito, el mismo  debe realizarse en al menos 80 días consecutivos. El hábito  de rezar  el rosario, de la reunión de los grupos de oración, de la Confesión, Penitencia o Reconciliación, de la Eucaristía, del Ayuno, etc., son necesarios pero no suficientes, por lo que tenemos la obligación de ir a más allá. Necesario interactuar con nuestro hermano con el prójimo, con nuestra misma familia. En todo caso no caer en error de querer salvar al mundo exterior, pero el mundo interior, el nuestro en lo personal y el entorno cercano, desconsiderarlo o abandonarlo. Luego, empecemos por el mundo interior, para seguir con el entorno familiar, para de inmediato  comenzar a abrir el radio de acción hacia la comunidad local, laboral, regional, el país y el mundo entero.

Maravilloso fuera que en los grupos virtuales o presenciales dedicados a la espiritualidad y religiosidad católica cristiana, se desarrollaran interacciones, contrastaciones e incluso discusiones (en el buen sentido de la palabra) acerca de los diferentes puntos de vista de tal o cual aspecto, porque todos podemos aportar y elevar el nivel de consciencia y espiritualidad. Cada uno tiene sus impresiones, sus enfoques, captaciones, pero cuando se contrasta con otras se da la posibilidad de crecer y llegar a una nueva idea o síntesis (que permite crecer como persona y en lo grupal).

Comentario de la profesora (UDO) Carmen Yolanda Rodríguez Guerrero, hermana legionaria y consagrada a la Virgen María, con trayectoria académica y apostólica:

«Usted dice que son nuestros malos hábitos  los que obstaculizan el aprovechamiento del potencial que hay en nuestro cerebro. Entonces pienso que debemos comenzar por tomar conciencia de nuestros malos hábitos  para que se pueda trabajar con la reprogramación del cerebro. El término inconsciente no puede ser entendido cabalmente  por personas que carezcan de conocimiento  básicos de las teoría sicológicas del comportamiento humano; usted sabe que este término ‘subconsciente’ pertenece al psicoanálisis de Sigmund Freud, que es una teoría muy antigua pero ha sido transformada y surgieron los neo sicoanalistas: Erich Fromm con su famoso libro El Arte de amar«, Carlos Roger con su obra El proceso de convertirse en persona, que fundamenta el método terapéutico de la «no directividad”.

«Y esa teoría que usted estudia, de que menciona los términos: transpersonal y física cuántica es más reciente y poco o nada conocida. Solamente he visto títulos de libros pero no la conozco. Entonces pienso que sería necesario como crear unos cursos o talleres, por separado pero complementarios al estudio del Tratado de la verdadera devoción de la Virgen María. Porque en esos temas teóricos pocos estamos preparados.

«Yo comprendo sus inquietudes o propósito. Pero mi preocupación es que ‘todos’ no estamos preparados para entender esos conceptos que usted maneja. Por tanto no puede esperar una respuesta como desea de nosotros. Tendríamos que comenzar con reuniones, charlas, conversatorios, tertulias, talleres y retiros o convivencias, como queríamos llamar tales actividades que no estén limitadas sólo a rezar como acostumbran las legionarias,  ni solo a Eucaristías. Ya llevamos años en ese camino, es necesario complementar con la formación teórica».

Ciertamente es un proceso, y como todo proceso lleva su tiempo. La Consagración de por sí no es un acto puntual, es la vida misma de hacerle frente al mal en base a nuestra esclavitud voluntaria a la Santísima Trinidad a través de la devoción “Totus Tuus” a la  Santa Madre.

Fuente: “Perspectiva Económica y Académica Contemporánea”. UNET. Años: 2018 al 2022.      Pedro Morales. Postulante a Rector de la Universidad Nacional Experimental del Táchira (UNET)

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