Denme claridad que voy a leer 

Enrique Hidalgo en su famosa letra que vocaliza magistralmente Gualberto Ibarreto en «La carta», remite a una coincidencia trágica y dramática en la representación de la provisionalidad y la transición en la posibilidad de un cambio político en Venezuela, y la manera como se va a desarrollar frente a los planes del régimen de la revolución bolivariana de eternizar su permanencia en el poder. Los rojos rojitos han tomado previsiones para evitar que sean desalojados a través de cualquier desarrollo: por la vía electoral o por la violencia. En ambos casos tienen planes para evitarlo. Y los han ensayado y anunciado abiertamente frente al país sin ningún tipo de pudor político ni una pizca de recato militar cada vez que han tenido ocasión de estrujar ese eslogan de no volverán que ha tenido bastante consecuencias emocionales en la oposición.

La experiencia del 11 de abril de 2002 fue un corrientazo fuerte en la humanidad revolucionaria. El desalojo del teniente coronel presidente, del poder, a través de la conjunción de los civiles manifestando en la calle y de los posteriores pronunciamientos de los militares en los cuarteles le abrió los ojos a Hugo Chávez y lo sentó en la realidad de un mensaje político y militar contundente. Tanto que lo obligó a renunciar. Aun en los tormentos de la conmoción y de la recuperación de esos días de la descarga eléctrica al cuerpo rojo, generada por el vacío de poder, hubo capacidad en el régimen para reaccionar, más por los errores políticos y militares del bando opositor que por algún diseño de planificación originado desde la sala situacional de Miraflores. El teniente coronel Hugo Chávez, en el retorno al poder el 13 de abril después de 36 horas de haber cargado el título de expresidente, fue como si releyera el verdadero contenido de esa comunicación de la tarde del 11A y como si bebiera el trago amargo del desamor en el contenido de una carta desgraciada desde el puño y la letra de su amada. Y esa misiva estaba al tiro y al tino del espíritu, del propósito y de la razón del contenido de los artículos 328 y 350 de la Constitución Nacional. Como si en el recado vespertino de ese jornada de insurrección el destinatario se ampliara en dos sentidos convergentes: en la rebelión de los militares y en la del pueblo. Fue un mandato surgido desde la propia Carta Fundamental.

La carta que ayer me dio Soledad

Treinta y seis horas duró la provisionalidad política en Venezuela después de esa gloriosa tarde. La más breve que se conozca y se tenga en el récord global. Y con una abundancia de enseñanzas que solo fueron recogidas desde aguas adentro de las rejas de Miraflores. Lo primero, el inicio de una purga bien sustancial en la institución armada. A lo largo del tiempo el salvoconducto de la lealtad al teniente coronel presidente en los cuarteles fue exigido con una severidad espartana. Principalmente en los cargos operativos que se constituyen en el musculo de la corporación y desde donde hay capacidad para poner en riesgo el poder. Después fue el paso de consolidar con legislaciones revolucionarias para darle soporte legal a las decisiones que encaminaran hacia un Estado totalitario como el actual. El régimen sentía que su propia transición iniciada en el año 1998 aún acusaba inestabilidad, ingobernabilidad y violencia externa, lo que ponía en riesgo la permanencia en el poder. Desde allí nacieron la Milicia Nacional, la creación de la regiones de defensa integral y la propuesta de reforma de los 69 artículos del texto fundamental que fueron rechazados en el referéndum del año 2007, y que se convirtieron posteriormente de manera solapada en leyes. Paralelamente corría un proceso de control social para aplacar el pueblo con la consolidación del Poder Popular a través del Plan de la Patria, las misiones, Pdval,  la inteligencia social, las mesas de trabajo, las unidades de batalla Bolivar-Chávez, los medios de comunicación comunitarios, el plan de operaciones Zamora y el concepto de la fusión cívico-militar. La revolución bolivariana después de superar el revolcón del 11A logró recuperarse y despuntar hacia su propia transición con la activación de un estado permanente de movilización (pasar del pie de paz al pie de guerra) desde donde la sensación de inestabilidad, ingobernabilidad y violencia fueran inducidas desde el aparato político y militar del alto mando revolucionario para… desmovilizar a la oposición. Lo han logrado a la fecha. En la oposición se ha leído esa carta.  

Esa carta desgraciada    

Esas características de inestabilidad, ingobernabilidad y violencia son la señales más visibles de la provisionalidad política venezolana en una etapa posrevolucionaria y son las derivaciones de las sabidurías que se desprendieron después del 2002. Como consecuencia, la participación protagónica de la Fuerza Armada Nacional en obediencia a los mandatos constitucionales del nuevo comandante en jefe tendrá la responsabilidad de garantizar para la república entrante la necesidad de superar la incertidumbre antes, durante y después de la transición, a través del establecimiento de altos niveles de confianza entre el comandante en jefe y la institución armada. Es la única vía histórica política y militar para impedir la escalada hacía unos niveles de violencia incontrolables que permitan el regreso de la revolución bolivariana al poder. Allí habrá que negociar algo y tomar decisiones fuertes y viables para reducir el nivel de incertidumbre desde los altos mandos. Como el 11A.

Puño y letra de mi amada

Una de las transiciones políticas más largas en Venezuela ha sido la derivada del 23 de enero de 1958. Después que la Vaca sagrada sobrevoló los cielos caraqueños rumbo a la República Dominicana la Junta de Gobierno encabezada por el vicealmirante Wolfgang Larrazábal asumió medidas políticas, económicas y militares de inmediato para impedir una reacción militar de corte perezjimenista que regresara a Venezuela a los entornos de la dictadura saliente. Tres fueron fundamentales: la primera la activación del decreto 288 del 27 de junio de 1958 hacia el seno de las Fuerzas Armadas Nacionales mediante el cual se eliminaba la centralización del mando en el Estado Mayor General y se le daba vigencia al Estado Mayor Conjunto que descentralizaba la función administrativa de las fuerzas y les daba autonomía. En lo político el pacto de unidad al más alto nivel conocido como Puntofijo que le dio los fundamentos al desempeño político que garantizaba la estabilidad y la gobernabilidad en el país y que fue la base para la vigencia de la constitución de 1961. Un acuerdo entre los partidos políticos venezolanos AD, Copei y URD, firmado el 31 de octubre de 1958. Y en lo social un régimen de mejoras al empleo que se conoció oficialmente como Plan de Obras Extraordinarias o Plan de Emergencia que no tuvo los resultados esperados. Este último caminó de manera paralela con un grupo de mejoras socioeconómicas y beneficios a los militares. Nada de esto impidió que la violencia durante la provisionalidad se expresara con la crisis de la dimisión del ministro de la defensa el general Jesús María Castro León el 22 de julio de 1958, su posterior intento de invasión por el estado Táchira y su detención en 1960. Mas tarde el 7 de septiembre de 1958 los tenientes coroneles Juan de Dios Moncada Vidal y José Hely Mendoza Méndez dirigen un alzamiento militar en Caracas. La provisionalidad finaliza el 13 de febrero de 1959 cuando el presidente Rómulo Betancourt asume la presidencia de la república como producto de unas elecciones libres, pero la transición hacia la democracia se extiende bajo los asedios sediciosos del Barcelonazo (26 de junio de 1961), el Carupanazo (4 de mayo de 1962) y el Porteñazo (2 de junio de 1962) y el inicio de la insurgencia castro comunista en todo el país con la activación de los frentes guerrilleros.

En plena campaña electoral de 1998, el teniente coronel candidato presidencial asumía públicamente en cada discurso eufórico desde una tarima que tenía una mano en la calle y otra en los cuarteles. Sabía que a pesar de su procedencia militar, su elección y su gobierno iba a tener algunas resistencias internas antes, durante y después de la transición. Estas fueron aplacadas con un plan que se manejó desde Washington en la Embajada de Venezuela y Caracas en el CUFAN, donde algunos profesionales militares en situación de actividad hicieron el trabajo de quintacolumnistas que se extendió a muchas unidades militares para garantizar la victoria electoral y cobrar. Ese es el trabajo que debe hacerse ahora con ese mismo objetivo. El abanderado de oposición debe tener una mano en la calle con la gente y otra en cada patio de formación militar.

Ay que ingratitud, ay que padecer

Incertidumbre, inestabilidad, ingobernabilidad, y violencia sembradas desde el régimen como parte de un plan para impedir su desalojo del poder obligan a que cualquier aspirante que surja como una opción de cambio político en Venezuela deba tomar decisiones políticas fuertes durante la provisionalidad o la transición hacia la democracia. El 29 de septiembre de 1963 –en plena transición hacia la democracia– en la estación “El Encanto” que está ubicada en uno de los tramos montañosos atravesado por el Gran Ferrocarril de Venezuela, cerca de Los Teques en el estado Miranda, las Fuerzas Armadas de Liberación Nacional (FALN) ejecutaron un ataque al tren turístico. El asalto fue perpetrado por un grupo de 11 hombres y 4 mujeres, miembros de la guerrilla venezolana (FALN), el tren objetivo del ataque estaba ocupado por alrededor de 400 personas. En el enfrentamiento entre guerrilleros y miembros de la Guardia Nacional resultaron muertos 5 funcionarios, 8 mujeres y 2 niños resultaron heridos.​ La reacción del gobierno fue rápida y medular, necesaria, proporcional y equivalente para garantizar la paz de la república y la estabilidad institucional. La detención de un grupo de los diputados de la izquierda en el Congreso Nacional y la ilegalización del Partido Comunista de Venezuela (PCV) y el Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR). Venezuela continuaba su avance en la transición hacia la democracia con las turbulencias de la violencia asediándola.

La carta que ayer me dejó sin luz

Esa es la ilustración de la provisionalidad y la transición en la Venezuela posrevolucionaria en el plan del régimen para recuperar el poder en caso de una derrota electoral o por otra vía no ortodoxa. Y ese escenario de incertidumbre, de inestabilidad, de ingobernabilidad, de violencia; ilustra sobremanera un retrato hablado con bastantes detalles de quien aspire a ocupar la primera magistratura nacional y la condición de comandante en jefe de la Fuerza Armada Nacional.

Denme oscuridad que voy a romper

Así, con ese panorama y ese abanico de pretendientes a presidente y comandante en jefe de la FAN, ustedes electores: ¿Ven algún aspirante que inmediatamente después de los resultados electorales se le plante al actual ministro de la Defensa y le exija pública y enérgicamente en nombre de la soberanía popular expresada y de la Fuerza Armada Nacional que va a comandar, el respeto a los resultados electorales? o que inmediatamente en pleno ejercicio de gobierno y transición ordene la detención de muchos diputados rojos y se diligencie un proceso para ilegalizar el PSUV. Díganme ustedes, amables electores.

¡Ay que ingratitud, ay que padecer!

 


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