“Es la economía, estúpido” fue una frase empleada durante la contienda presidencial ente Bill Clinton y George H. W. Bush, la frase ha logrado, por el poder de la lengua, ganarse un lugar en la historia electoral y política tanto de Estados Unidos como en el resto del mundo, el artífice de la frase fue el asesor de campaña James Carville, quien ante los logros en materia de política internacional alcanzados por el expresidente George H.W. Bush, se enfocó en temas más próximos a los electores, como por ejemplo la economía.

La frase ha sufrido cambios en su traducción, en realidad la misma indicaba: “La economía estúpido”, para indicar la especificidad de temas altamente sensibles y mucho más cercanos al interés colectivo, que los logros en política internacional y hasta en seguridad, la economía es desde luego una teoría de vida y de su desarrollo depende el futuro inmediato, la supervivencia y la estabilidad de cualquier sociedad.

Esta frase viene como anillo al dedo para definir los extravíos del chavismo, y esta última derivación perversa, la sucesión con Nicolás Maduro al frente, que ha sido absolutamente incapaz de estabilizar la economía desde 2013 y repite cual mantra que el próximo año logrará la bonanza petrolera, y de decreto en decreto de emergencia económica, ha producido una terrible e innominada crisis en materia económica, ante la cual la caja de herramientas ofrecidas por la ciencia en cuestión resulta inútil. Ante la inviabilidad e inexistencia de las políticas públicas en el ámbito económico, se acude al abuso de la neolengua y la posverdad, así los desvíos macroeconómicos son calificados como “guerra económica”, con este adjetivo se construye una narrativa vacua, vacía y que en esencia confunde causas con consecuencias, perdiéndose así en un sinfín de fraseología que lo menos que logran es sustentar de manera formal, científica e insesgada esta catástrofe humanitaria.

El modelo impuesto por Hugo Chávez se sustentaba en los altos ingresos petroleros, el país recibió un billón de dólares en el periodo 2000 a 2008, ningún dólar se empleó para invertir en la industria petrolera nacional, productora de 96% de los ingresos de la República. Jamás se diversificaron otros sectores económicos, y por el contrario se acudió a una política agresiva de confiscaciones de tierras y empresas otrora productivas, que ahora resultarían en una pérdida fiscal para el país. La concentración de estos errores llego al culmen en 2013, de la mano de unas cuestionables elecciones presidenciales y una muy dolorosa y traumática transición. Los datos de la serie 2012 a 2017, demuestran como el producto interior bruto se desplomó mucho antes de las sanciones impuestas por los Estados Unidos de América. Esta aclaratoria es fundamental a los fines de evitar que el relato sea intoxicado por la narrativa oficial, la cual hace de las suyas entre el reduccionismo y el nihilismo en el cual hasta la oposición extraviada y de utilería, fabricada a los fines y medios del opresor de manera intencional y por las migajas del exiguo erario nacional, consigue torcer la preclaridad y efectividad de un contradiscurso que busca imponer la necesaria racionalidad a los extravíos propios de una lengua parra la dominación que termina logrando pervertir la claridad del pensamiento.

El cuadro adjunto revela la caída libre del indicador real del producto interior bruto previo a las sanciones, esto como consecuencia de una política de expolio y confiscación, además de un desorden fiscal que engendró un inmenso agujero fiscal, que solo fue financiado por la vía de la monetización, sin ningún rigor, una verdadera inyección desordenada de bolívares virtuales, que terminaron promoviendo un cuadro absurdo de hiperinflación.

Producto interno bruto

Por clase de actividad económica

A precios constantes de 1997

(A porcentuales con respecto al mismo período del año anterior)Fuente BCV

En materia de inflación, el desorden fiscal es la causa de que el país atraviese su cuarto año en hiperinflación, superando en duración a Grecia y quedando como el segundo fenómeno más largo en la historia económica del planeta, ya es una verdad de perogrullo, que la emisión de dinero de manera desordenada es el motor de este fenómeno, que además destruyó al bolívar como institución social y ha generado un verdadero fenómeno de iniquidad en términos de transacciones, este fenómeno deja desnuda a la ideología basada en la estafa de la justicia social, de un régimen quien de manera arrogante, destruyó la economía de un país entero.

Se presentan los datos desactualizados del Banco Central de Venezuela, el que sencillamente ha ofrendado su independencia y autonomía para financiar a PDVSA con una línea de crédito estimada en 21.500.000.000 de dólares, un monto casi cuatro veces superior a las reservas Internacionales, estos extravíos son los responsables de estos años brutales, la confirmación de la fatal arrogancia.


El país ha perdido el 80% de su capacidad productiva, 2020 cerrará con una caída del 30% del PIB, una inflación superior al 4.000% y un tipo de cambio cercano al millón doscientos mil bolívares, las estimaciones del año entrante presentan una estabilización en el foso en términos reales y una hiperinflación ajustada por la contracción cercana a 1,400%. En tal sentido “es la economía estúpido”, la frase que se viene a la mente para definir años de desatinos que solo tienen explicación en la maldad, la simplicidad y la estupidez, cual tesis arendtiana, “El mal es una suerte de hongo, que evita que el pensamiento se torne profundo”. Esta hecatombe humana reside en la arrogancia, la maldad y la estulticia de quienes han hecho de este naufragio una vía firme para perpetuarse en el poder.

“La estupidez insiste siempre”

Albert Camus

 


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