En las últimas semanas numerosas protestas han clamado por los derechos de los afroamericanos, luego de la brutalidad policial que conmocionara al mundo tras la ejecución de George Floyd, indignando no solamente a esa comunidad en el globo, sino a todos los que vemos en las injusticias que atentan contra la vida una amenaza plausible para la humanidad y los principios democráticos.

Curiosamente, este movimiento se superpone a la conmemoración de los 31 años de la masacre de la plaza de Tiananmen en Pekín, China, y me resulta pertinente, en un momento tan propicio para la sensibilización sobre los derechos humanos, alzar la voz por los hongkoneses.

El año 1989 fue de movimientos telúricos para el orden mundial. La cortina de hierro se derrumbaba, nacían nuevos movimientos democratizadores a lo largo y ancho del mundo, como también protestas sociales y políticas.

La plaza de Tiananmen en Pekín se convirtió, ese año, en uno de los íconos de la lucha por la libertad. Diferentes sectores que exigían profundizar las reformas emprendidas una década antes por el líder Deng Xiaoping salieron a las calles a protestar. Aunque se habla de cientos de asesinados, miles de detenidos y cientos de miles de heridos, no hay cifras reales de lo que allí sucedió. Para los efectos históricos, tales cifras no se pueden reclamar, porque bajo el comunismo no hay instituciones ante las cuales hacerlo. El poder se impone ante todo y la ley es meramente una herramienta para su ejercicio, contrariamente a lo que sucede con las democracias donde las leyes están diseñadas para su control.

Las protestas en Tiananmen dejaron, entre otras cosas, una imagen: la de un joven frente a una columna de tanques. Imagen que ha servido de inspiración para quienes desde temprana edad nos comprometimos con el activismo por los derechos humanos, la libertad y la democracia.

En los años venideros el sistema económico global permitió que China se convirtiera en la segunda potencia del mundo. Cerrando un ojo —y a veces ambos— en temas de derechos humanos, los países que enarbolaban las banderas de la libertad y la democracia como el gran legado de la cultura occidental, sucumbieron a la tentación de hacer negocios con quien se convertiría en el “gigante asiático”.

Algunos creyeron que el crecimiento económico de China llevaría a su apertura política y eventual democratización. Nada más lejano de la realidad. El Partido Comunista Chino (PCCh) es una organización que hoy muestra su cara más agresiva cuando el carácter expansionista de su proyecto —no solo económico sino político— es develado. El comunismo es en esencia expansionista. La revolución —decía Trotsky— “o es internacional o no es revolución”.

Las ingentes sumas de dinero amasadas por el PPCh a lo largo de estos años, sumado a las nuevas tecnologías y a las dinámicas de la globalización, han hecho que la amenaza de una especie de Cyber Totalitarismo, sea hoy una realidad.

Las 3T y ahora Hong Kong

Tibet, Taiwán y Tiananmen son considerados tabúes en China. Mucho del ejercicio del denominado poder blando, a través del financiamiento de investigaciones académicas, la apertura de los institutos Confucio en los países del mundo, la propaganda mediática y el otorgamiento de créditos a los países más pobres, forma parte de un esquema de censura de la realidad de las 3T.

Lo mismo ocurre en la actualidad con Hong Kong, en donde se vienen dando protestas por parte de la ciudadanía que debido a su historia de colonialismo británico siente mayor identificación con los valores y principios de la democracia, el respeto de la ley, la libertad de prensa y de asociación, en contraposición a los valores del comunismo que se pretenden imponer desde Pekín con el uso de la fuerza.

“Un país, dos sistemas” era el principio adoptado por China desde 1984 para determinar “zonas económicas especiales” en las cuales aplicar los principios de la economía capitalista. En la Declaración Conjunta Sino-Británica firmada en 1985 se acordaría que, desde de enero de 1997 y por 50 años, Hong Kong sería parte de China, aunque administrada por un sistema diferente al socialismo-comunismo.

Actualmente, la brutalidad policial y la amenaza militar del ejército popular de China en contra de los hongkoneses echa por la borda tales acuerdos, así como el derecho internacional. Por la fuerza se pretende imponer el principio: “Una China, un sistema”.

Todas las vidas importan

El reciente asesinato de George Floyd es un hecho aberrante, indignante y lo condeno enérgicamente. Sin embargo, hay motivos para pensar que dichos eventos sean una oportunidad única para la manipulación por parte de los enemigos de la democracia. Al igual que hace 31 años, el presente momento histórico es de fuertes movimientos telúricos en el orden económico y político internacional. El escenario ideal para los que aman pescar en río revuelto.

Las vidas de los sirios, los iraníes, los cubanos, los somalíes o de la gente de Myanmar, que han alzado su voz en estos últimos años, importan. Como también importan las vidas de la gente de Yemen, Sudán del Sur, Libia, Nicaragua o Venezuela; por nombrar algunos de los países donde reinan la opresión y la injusticia.

Hoy levanto la voz por la vida de los habitantes de Hong Kong; mientras escribo estas líneas miles de personas se congregan en el parque Victoria (Victoria Park) desafiando la orden de la policía de no conmemorar la masacre de la plaza de Tiananmen.

Hago propias las palabras de Tom Tugendhat, mi homólogo en la cámara de los comunes en el Parlamento británico, en un reciente tweet: “Si no se está dispuesto a defender la libertad en todas partes, no se puede esperar disfrutar de la libertad en ninguna parte”.

¿Es Hong Kong el nuevo Tiananmen?

A pesar de la persecución y los encarcelamientos en Hong Kong en los últimos años, ciertamente no podemos hablar de masacre, como lo fuera en Tiananmen. No hasta ahora, y esperemos no suceda. Pero con los comunistas nunca se sabe, su historia es de masacres, invasiones, hambrunas y muertes.

Debemos protestar ante la brutalidad del Partido Comunista Chino y su determinación por incumplir con el derecho internacional, arreciando su control político mientras censura medios de comunicación y periodistas. Impulsando campañas de desinformación y ataques propagandísticos que potencian el vandalismo en occidente para consolidarse internamente y externamente, así como legitimarse como el mejor modelo de gobernabilidad (política y económica) para el mundo poscovid-19.

Si la lucha que están librando los ciudadanos de Hong Kong, como lo hiciera la imagen de aquel joven frente a unos tanques en la avenida Chang’an de Pekín hace 31 años, sirve como inspiración para plantar cara al totalitarismo de hoy; nos hallamos ante un nuevo ícono de lucha, de resistencia, un nuevo Tiananmen.


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