Una mayoría es consciente de que la humanidad ha mutado, deslastrándose de “picardías” y otros males. Más de uno, incluso, preguntaría: ¿Pero quién puede negarlo? Así comienza una conversación imaginaria de Isaías Berlin, John Maynard Keynes, Milton Friedman, Frederick Von Hayek y Stefan Zweig, autor del libro Fouché. Retrato de un hombre político. El coordinador, Miguel Rodríguez, venezolano, PhD de Yale y ministro jefe en el segundo gobierno de Carlos Andrés Pérez.

El escritor Zweig advierte que la mutación ha ocurrido, pero perviven deplorables conductas adelantadas por “felones”, en aparente beneficio a la estabilidad política, pero en realidad para satisfacer sus egos, intereses y propósitos. No es, por tanto, desacertado confirmar que no ha habido época, sin importar que haya sido corta, mediana o larga, no tipificada por la criminalidad de un “abellacado”. Por lo que en el propio siglo XXI conviven personalidades, entre otras, como Joseph Fouché, para Zweig “el genio tenebroso”.

En América Latina, doblegada por caudillos hasta en sus reducidos lapsos democráticos, más de uno ha actuado como “el camaleón maquiavélico” y para cuya identificación bastaría con sopesar sus actuaciones. El personaje no sustituye al “condotiero”, pero lo obliga a depender de él. Al detallar el determinante papel que el ávido personaje tuviera en la Francia de finales del siglo XVIII y principios del XIX, el escritor confirma que fue un poder en la sombra que se embolsilló a Robespierre, líder jacobino de la Revolución francesa. Testigos, numerosos, en los cenáculos de los gobiernos, parlamentos y colegios tribunalicios, han constatado su presencia, guardando silencio.

“El abellacado” rodea tanto al príncipe, convirtiéndosele en indispensable, por suplir las falencias del gobernante, no escasas, si se tiene presente que “gobernar es cosa seria” y mucho más complicada en los países que aún miran, en procura de orientación, el paso de los siglos. Al jefe de Estado, “el comandante”, ha de dedicar argucias para que se sostenga en el poder, pues no hay, ni siquiera en sus propios partidos y círculos más íntimos, quien no lo quiera tumbar. Es la escena propicia para que “el genio tenebroso” arbitre mecanismos, incluyendo disfraces electorales sustentados en la ignorancia y la explotación de la miseria. La apariencia constitucional y “el garrote del gendarme”, la metodología. Y ese es el ambiente que gusta más al “camaleón maquiavélico”. Allí se mueve como pez en al agua.

No es de descartar que “el príncipe” carezca de conocimiento, pero no es bruto, por lo que “el malicioso” termina, también, siendo codependiente de aquel, pues ambos finalizan necesitándose, a fin de mantener el poder y ejercerlo. Pero, asimismo, para abultar bolsillos y cuentas bancarias, ante un sistema que ofrece métodos sofisticados de salvaguarda de enormes fortunas.

En el común, el parecer de que algún “Maquiavelo” tenga las manos metidas en lo tocante a América Latina, donde, como afirma Oriana Rivas (PanAmpost) “una troika de tiranías” integrada por Cuba, Venezuela y Nicaragua desestabiliza al continente de la mano con China, Rusia e Irán. También que el último país, Corea del Norte y Venezuela constituyen una peligrosa triangulación que amenaza a Estados Unidos. Es una alianza militar, tecnológica y económica que sabotea la estrategia del gigante del norte para reducirles el acceso a divisas y negocios. Una manera de combatir a lo que se denomina “el eje del mal”. ¿Serán acaso manifestaciones diabólicas, a las cuales “la mutación” no ha eliminado. Más bien, pareciera haberlas creado.

Ha de aceptarse que el mundo debate acerca de una democracia fuerte capaz de hacer realidad la tesis de que gravar a los pudientes impositivamente, para adelantar políticas sociales que coadyuven a atenuar las diferencias de ingresos y del desequilibrio patrimonial. Pero pareciera más verdad que “el genio tenebroso” haya convencido de que no pasará de una bandera, pues la realidad es el beneficio de quienes mandan. Es más, no es desacertado afirmar que alimenta al “Cesarismo democrático”, de la creación del venezolano Laureano Vallenilla Lanz, sustento teórico de “las dictaduras del Caribe”, los sangrientos regímenes de Juan Vicente Gómez en Venezuela, Gerardo Machado y Fulgencio Batista en Cuba, Rafael Leónidas Trujillo en República Dominicana y las dinastías de los Duvalier en Haití y los Somoza en Nicaragua. Pobres gobiernos son hoy los sustitutos, por lo que mucho anhelan los de antaño. Falencia determinante, ¿la legitimación a ser iguales? Es una incógnita.

Ante la premisa de que los seres humanos estamos integrados por espíritu y cuerpo y que el equilibrio entre ambos genera “la racionalidad existencial”, no es deseable plantearse la existencia de las denominadas “dictaduras espirituales, tal vez, un capítulo de “la guerra de las civilizaciones”. ¿Nos llevará la apreciación de que “el mundo ha mutado, pero sin que se haya alcanzado el bienestar? La concepción de la existencia creada por Dios ha pretendido ser ejecutada mediante diversas y antagónicas interpretaciones, las cuales revelan el papel determinante que en ellas ha tenido “el genio tenebroso”. Es el propio Stefan Zweig, alega Miguel Rodríguez, leyendo de la contraportada del libro del austríaco “Castalion contra Calvino” “Tolerancia frente a intolerancia, libertad frente a tutela, humanismo frente a fanatismo y conciencia frente a violencia”. Ellas fueron las brancas nutrientes de “la dictadura espiritual” que impuso Calvino en la Ginebra del Siglo XVI.

El mundo ha mutado, no lo podemos negar, expresa Giovanni Sartori, quien se incorpora tardíamente al conversatorio. Y agrega: Hay todavía 48 países gobernados por “tiranías” que imponen el terror, apoyadas en ejércitos y cuerpos policiales corrompidos. La libertad, extinguida. Este es el escenario de la hoy destruida Venezuela, bajo lo que bien califica José Gregorio Martínez “la tragedia socialista” (12.15.2020).

¿Habrá mutado el mundo para bien o para mal? Tal vez, 25% para el primero, el resto en lo relativo al segundo.

¿Pertenecerá ese mundo al hombre justo o al perverso? La evaluación, peor a la anterior.

Así termina el conversatorio.

@LuisBGuerra


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