Será por ese encanto y consuelo que  arropan a la nostalgia que parecería que las asambleas generales de las Naciones Unidas de ahora no son como las de antes .

Es la oportunidad para jugar en las grandes ligas. Pero eso era hace medio siglo o más, hoy no creo que pasen de un sub-17.

Se trata del circo mayor  al que concurren artistas de primera, equilibristas y payasos. Hoy  los que más abundan son los equilibristas y los payasos. Pedro Sánchez, el presidente no electo pero presidente del gobierno español en funciones, por momentos se muestra como uno de los raros casos en que un solo actor reúne ambas características.

“Pedro es ver un turbante” y se olvida de sentimientos y principios, al decir de las mujeres españolas, muy enojadas con él. En dos palabras: se turba.

Payasos hubo siempre. Hace 45 años Yasser Arafat, CEO de la OLP, se presentó armado a decir lo suyo, faltándole el respeto a una organización que le había conferido el honor y el chance –por primera vez a un no representante de un Estado–  de exponer su causa.

La cuestión es que por estos días se escucha cada cosa que quizás sean producto del cambio climático, que le calienta la cabeza y le obnubila la razón a tanto mandatario o mandamás que circula por todos lados. Y si circulan por los ambulatorios de la ONU tienen una resonancia mayor y por eso van todos (además de los viáticos).

Estamos en un momento bisagra o de pliegue en que se va una época y se asoma otra. Por ello debe ser la aparición de estas especies raras como Obama y Trump  o Lula y Bolsonaro , por aquello de que toda acción genera una reacción, o como Maduro, Cristina Kirchner, Macron –a quien los franceses llaman con acierto “ el rey del bla bla”–, Ortega, Salvini, Le Penn , Putin, Al- Assad, el turco Erdogan y hasta el mismo Boris Johnson, quien debió volver de apuro al surgir el Parlamento que él suspendió. Ah, y Evo Morales.

Dicen cosas que parecen chiste. Lo grave es que son en serio. En casos ridículas.

El mejor de estos chistes tuvo lugar estos días en las Naciones Unidas, en la que  el problema del Medio Oriente es uno de los más calientes, como lo era cuando Arafat y como lo ha sido siempre desde que Abraham resolvió expulsar y repudiar a su concubina, la esclava egipcia Agar que le dio un hijo , Ismael, que fue el primer varón circuncidado. Precisamente cuando nació Isaac, producto milagroso de la unión de Sara, la esposa legítima y estéril, y el centenario Abraham y catorce años menor que su medio hermano, fue que comenzó todo este lío de nunca acabar.

El chiste (solo para ubicación: chiste es una ocurrencia graciosa que causa risa) fue el del español Sánchez, quien tuvo una reunión muy cordial con el presidente de Irán, Hassan Rohaní. Eso fue lo que enojó a las feministas españolas, dado lo bien que tratan a las mujeres en Irán. (Peor, si cabe, que a los campos petroleros de Arabia Saudita).

El caso fue  que Sánchez, según  la TVE, le ofreció sus buenos oficios para una conciliación en el semejante lío que está planteado por aquellos lares.

¿No es chiste? Sánchez por segunda vez no ha podido conformar un gobierno en España, lo que lleva, para ver cómo salir del atolladero, a un nuevo llamado a elecciones generales para el próximo 10 de noviembre (cuatro en cuatro años). Sánchez no ha sido capaz de solucionar ese tema interno y solo fue exitoso en una maniobra no muy sancta que lo llevó a ser presidente en funciones. Tampoco ha dado soluciones para otros grandes temas –caso separación de Cataluña más la larga lista de espera– y su mayor logro fue  la exhumación de los restos de Franco, que desde hace 43 años reposan en la basílica del Valle de los Caídos. El dictador, que tras 36 años de dictadura murió en la cama e incluso puso un rey, se construyó una especie de mausoleo –no llegó a una pirámide– para después de muerto. Parece que ahora lo sacan de ahí –aunque todavía se está en vueltas– y Sánchez está contentísimo.

¿No es chiste que Sánchez se ofrezca a mediar?

Lo que sí no es chiste es que Nicolás Maduro en el “último año mató a un ciudadano cada dos horas”, según se denunció en la ONU.

Y de eso los “líderes” no se ocupan.

Estamos en momentos de transición, quizás sea este el consuelo.


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