El madurismo prácticamente sin excepción está compuesto por mentes neototalitarias, en donde ellos, sin consultarle a nadie, pretenden imponer la visión hegemónica de sus decisiones, aunque estas reciban el repudio y el rechazo general de la población.

Todavía recordamos cómo un alcalde de Yaracuy se dispuso a marcar, al más rancio estilo nazi, aquellas casas de personas que tuvieran covid-19, así cómo a través del mal llamado «carnet de la patria» intentan generar cualquier acción que obligue a las personas a registrarse en tal «método», so pena de no ser admitido para los «beneficios» del Estado como el proceso de vacunación de la mencionada enfermedad.

Y si bien lo anterior es reprochable y condenable, la más reciente de las medidas de la alcaldesa del municipio Libertador, Erika Farías -obliga a las instituciones públicas, empresas, comercios y hasta ciudadanos, a pintar de «gris» las fachadas de sus sedes o viviendas, con la excusa de una supuesta «celebración bicentenaria» y bajo la amenaza de «multas y sanciones» a quienes no cumplan sus designios- no solo demuestra lo abusivo que es el régimen, sino su carácter totalitario, pues lo que busca imponer a la población de una manera absoluta es el modo de vivir, sometidos a la más trastocada de las decisiones.

Ante ello, preguntamos: ¿será que instalaciones públicas como las sedes de Miraflores o militares, y los edificios que conforman ese conglomerado de algo que llama Ciudad Tiuna serán pintados de color gris?

¿Saben o ni siquiera les ha pasado por la cabeza a los funcionarios de esa alcaldía y su «jefa» política, que hay cientos de apartamentos en Caracas y miles de viviendas en sectores como el 23 de Enero, La Pastora, La Silsa, Caricuao, La Yaguara o El Valle, cuyos propietarios e inquilinos no están en condiciones socioeconómicas para afrontar un gasto semejante, y lo que vemos son precisamente fachadas deterioradas, porque el poco dinero que ingresa es para medio comer?

¿Cómo piensa  Erika Farías que las familias y comerciantes de espacios como La Vega y El Paraíso van a pintar sus fachadas, cuando la plomazón es a diario por las bandas criminales que dominan tales sectores?

Y supongamos por un momento que tal decisión llegue a imponerse en el municipio Libertador, y por ende, un alcalde de los municipios Chacao, Baruta o El Hatillo decidieran que las fachadas de sus espacios de control político deban ser pintadas de determinados colores. ¿Aceptaría la cúpula madurista que vive en sendas mansiones de esas urbanizaciones una decisión semejante?

Lo irónico es decir que tal medida busca ver una ciudad «uniforme» y en sintonía con el «bicentenario». Es un exabrupto lo que pregona el madurismo de la «mutipolaridad», cuando pretenden tener una ciudad de un solo color y además con un manto que lo menos que tiene que ver es con el bicentenario, en virtud de que serían los colores del Pabellón Nacional los más indicados para hacer una ejemplificación de carácter histórico.

Tal vez en el fondo lo que quieren Erika Farías y sus funcionarios de la Alcaldía de Libertador es que una ciudad  demuestre con un determinado color lo que significa la peor gestión de un gobierno municipal y el neototalitarismo madurista. Una Caracas sumida en la destrucción de los espacios y los servicios públicos, la anarquía, la basura, la contaminación ambiental, la informalidad y la criminalidad, aunque si ese es el fin, es obvio que desde hace mucho tiempo Caracas y sus periferias están envueltas por el gris más contaminante.

El gris no solo lo vemos desde el Guaire, cuando la gente tiene hasta que buscar agua contaminada porque no les llega por tuberías, sino también en el aire que se respira, pues ante la falta de gas ahora se cocina con leña, y por supuesto su trabajo en el despacho municipal. Hablar de gris en Erika Farías es conocer el significado de la incapacidad y la ramplonería.


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