En cada conversación que tengo con David Vallenilla padre; sale casi siempre el tema del vil asesinato de su hijo a manos de un militar perteneciente al componente de la Aviación, que durante aquellos meses del convulso año 2017 mató a sangre fría a David José. Pero no fue solo a su hijo, sino a más de 170 personas; algunas de ellas sin estar ni siquiera directamente relacionadas con las protestas legítimas y ciudadanas contra la dictadura de Nicolás Maduro y su combo de asesinos.

Las conversaciones son sinceras, noto en la narrativa de Vallenilla padre la certeza de la convicción de la lucha de su hijo; quizás hasta mayor que la suya en aquellos días. “Era solo una piedra, me dice. Las anécdotas son muchas y variadas. Las agradezco todas. He ido conociendo a David José hijo a través de las historias de su padre, a quien se le ponen los ojos chiquiticos y se le corta la voz en cada recuerdo narrado. “Imagínate –me dice con emoción y tristeza– con su primer salario de enfermero se compró una Nutella”..

Hablamos de la necesidad de crear memoriales, recuperar obras y edificaciones abandonadas para rescatar la memoria de todos los asesinados. “Sueño con ver la Torre de David en Caracas como un centro histórico en honor de todos los asesinados, incluso en crear un centro de formación de enfermería con el nombre de mi hijo allí en ese mismo edificio”.

¿Y por qué no?, le respondo. Es justo y necesario honrar la memoria de quienes dieron la vida por la democracia en Venezuela.

En el exilio, cuando es obligado; el migrante no deja nunca de pensar y de hablar de lo que ocurrió y ocurre en su país de origen. Salvando las distancias y los efectos, por supuesto, me imagino al pueblo judío durante la Segunda Guerra Mundial.

Sobre todo, a los que lograron escapar de una muerte segura; pero también pienso en los que se quedaron en el territorio alemán y el resto de países ocupados por el nazismo. Resistiendo y soportando las persecuciones y los rigores de los campos de concentración; situación más que documentada en películas, libros, historias y todo lo que permitiera narrar y contar no solo al pueblo judío sino también a los españoles, homosexuales, negros y todo ser humano que el nazismo consideraba debía ser exterminado.

La narrativa es fundamental; quizás con poca fuerza en el presente inmediato, pero con mucho valor para el futuro cercano y permanente; porque representa la oportunidad de mantener viva la lucha, permite analizar sus causas y consecuencias, así como dejar registro de los protagonistas y responsables de lo ocurrido.

Hemos aprendido con dolor el justo valor de la frase “prohibido olvidar”.

También están, en su justa decisión, quienes deciden olvidar. Pasar la página, seguir adelante y algunas otras excusas y argumentos que me hacen recordar la frase lapidaria de Neomar Lander, aquel joven de apenas 17 años también asesinado por la dictadura en 2017: “La lucha de pocos por el futuro de muchos”.

¿Cuántos se hacen de la vista gorda estando dentro o fuera de Venezuela?

¿Cuántos son los pocos y cuántos los muchos?

También he conocido varios testimonios que me dicen con total sinceridad: “Prefiero olvidar, me hace daño recordar”; “no me mandes más cadenas, yo perdí toda esperanza y solo me preocupa sobrevivir”.

¿Podemos criticarlos o juzgarlos? Mi respuesta sincera siempre ha sido que no. Cada quien es libre de decidir hasta dónde y hasta cuándo.

Allí es donde cobra especial fuerza el trabajo de documentación que han realizado diferentes periodistas y escritores para dejar registrado todo lo ocurrido en el país.

Periodistas como Carol Prunhuber, autora del libro Sangre y asfalto, 135 días en las calles de Venezuela. Un trabajo de investigación que narra cronológicamente los aciagos días de aquel 2017 y que, como ya he escrito anteriormente, debe formar parte del pensum educativo del país cuando se recupere la democracia.

También hay que recordar el valioso trabajo de recopilación de testimonios de familiares y de víctimas descritos en el libro 26 crímenes y una crónica. Quién mató a la resistencia en Venezuela de Carleth Morales y un equipo valioso de periodistas que abordan con una crudeza necesaria la versión de los familiares de 26 de los asesinados durante el año 2017.

Igual trabajo narrativo se puede conseguir en el libro Obituarios de un No-País, Venezuela es un luto en gerundio del periodista y escritor Golcar Rojas, quien describe a través de sus poemas la dura realidad sufrida y vivida por toda una nación, como el mismo autor narra en su libro: “Las campanas ahora doblan. Sé que en su honor y en el del centenar y medio de asesinados por el régimen. Venezuela no se rendirá”.

Similar objetivo tuvimos desde la ONG Funpaz cuando editamos en 2016, gracias al trabajo de los periodistas Lorena Quintanilla, Eddy Pérez y William Croes el libro: Perdigones en la cédula; 24 testimonios de víctimas de la represión en Lara.  Crónicas que recopilan testimonios de víctimas de los años 2013 a 2016 en la entidad larense.

El trabajo más reciente de documentación es el realizado por la ONG Cofavic, que se publicó con el título Voces bajo represión; Diez historias contra la impunidad en Venezuela. Señalan en su obra: “Hay patrones que saltan a la vista en estas historias como la amenaza, el intento de destruir la honra y reputación de las víctimas a través de medios de comunicación del Estado y la exposición pública de elementos del proceso judicial, lesionando con ello el desempeño independiente y autónomo de la justicia en el país. Los derechos a la integridad personal, al debido proceso y a las garantías procesales de las víctimas han sido violados a través de acciones que se repiten, configurando gravísimas violaciones de los derechos humanos, como torturas, tratos crueles, inhumanos o degradantes, incluyendo torturas sexuales, entre otros”.

Sin duda alguna, estos son solo algunos de muchos trabajos narrativos y descriptivos que tienen un papel fundamental en la lucha contra la impunidad. Quizás, como lo dijo Neomar Lander, no somos muchos, pero somos los que hemos asumido el rol como parte de una sociedad civil que aún está viva y tiene la esperanza firme; que sigue trabajando cada día desde los diferentes espacios para recuperar el Estado de Derecho y la democracia en un país que merece tener libertad, justicia y democracia.

“Venezuela no se rendirá”, citando a Golcar Rojas.

Solo falta que tú le respondas al país: ¿Estás en la lista de los pocos o de los muchos?

No esperes tener que decir: “Era solo una piedra”.

@andresvzla1975


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