El paradigma asociado al medio ambiente es el sistémico que surgió debido al derrumbe de lo que fue el dogma central de la física clásica. En Descartes, en Newton, el mundo era un mundo perfecto, porque emanaba de la perfección divina. Incluso cuando el científico francés Laplace dijo: echo a Dios del mundo, conservó para él la perfección. Para Laplace, el mundo era una máquina determinista perfecta.

El desorden no podía ser más que una ilusión o una apariencia. Ese mundo estaba construido por pequeños ladrillos elementales indivisibles, los átomos. ¡Ese es el mundo que se ha derrumbado! Se derrumbó por los dos lados, por la base, a nivel del átomo, cuando se vio que éste no era un ladrillo, sino un sistema sumamente complejo constituido por partículas, y que las partículas mismas eran entidades altamente complejas, en el límite entre lo material y lo no material, dotadas de la extraña cualidad de poder ser, tanto onda, como corpúsculo, sin ser ni lo uno ni lo otro, en cuanto al mundo microfísico, vemos un bullir de indeterminaciones que no nos permite registrar más que un orden estadístico.

Existe otra complejidad que proviene de la existencia de fenómenos aleatorios, la complejidad aparece cuando hay a la vez dificultades empíricas y dificultades lógicas, Pascal dijo que todo está en todo y recíprocamente, no sólo una parte está en todo, sino que también el todo está en la parte, que vendría a ser una visión sistémica del mundo. Por tanto, ahora debemos trabajar con el desorden y con la incertidumbre; como consecuencia de estos procesos de pensamientos vemos nacer ciencias como la cosmología, la geología, la ecología, etc.

En el caso de la ecología, el concepto central es el ecosistema, es el conjunto organizador que se efectúa a partir de las interacciones entre los seres vivos, además, los ecosistemas, a su vez, se reúnen en el  sistema que llamamos biosfera y que tiene su vida y sus regulaciones propias. Es decir, son ciencias cuyo objeto es un sistema que está dotado de algún tipo de organización y también regulación.

La organización es lo que liga un sistema, que es un todo constituido de elementos diferentes ensamblados y articulados, la idea que destruye todo intento reduccionista de explicación, es que el todo, tiene una cantidad de propiedades y cualidades, que no tienen las partes cuando están separadas. Una bacteria posee cualidades y propiedades de autoreproducción, de movimiento, de alimentación, de auto reparación, que de ningún modo tienen aisladamente las macromoléculas que la constituyen. Podemos llamar emergencias a esas cualidades que nacen a nivel del todo, dado que emergen, que llegan a ser cualidades a partir del momento en que hay un todo, esas cualidades emergentes pueden actuar sobre las partes.

Una organización social impone sus leyes, tabúes y prohibiciones a los individuos, quienes no pueden hacer todo lo que quisieran. O sea, que el todo es a la vez más y menos que la suma de las partes. Con sólo una pequeña palabra, organización, nos vemos enfrentados a una complejidad conceptual y debemos observar cuáles son las ventajas y las desventajas, puesto que esa mirada evitará glorificar a las organizaciones más amplias. En efecto, si una organización muy amplia impone restricciones demasiado duras, entonces es preferible contar con organizaciones más pequeñas, organizaciones donde hay menores limitaciones sobre las partes o los individuos. Todo esto conduce a ver las diferentes organizaciones y a juzgarlas en función de las libertades o de las limitaciones que establecen.

En las organizaciones vivas podemos notar una diferencia fundamental entre estas máquinas vivientes y las máquinas artificiales que producimos en las fábricas. Esta diferencia ya fue señalada por Von Neuman en los años 50. Von Neuman partía de la siguiente paradoja, «una máquina artificial está hecha de constituyentes sumamente confiables; las piezas han sido fabricadas y controladas. Se eligen las piezas más resistentes, las mejores adaptadas para el trabajo que deben hacer, las más duraderas. Una máquina viva, en cambio, una bacteria, está hecha de componentes muy poco fiables, las moléculas se degradan muy fácilmente. La máquina artificial, sin embargo, desde que empieza a funcionar empieza a degradarse. La máquina viva, a partir del momento en que comienza a funcionar, puede eventualmente desarrollarse; también se degradará finalmente, pero no por el mismo tipo de desgaste que la máquina artificial».

¿Por qué? La explicación de este problema fue dada por Heráclito, hace ya 2.700 años, mediante una fórmula considerablemente densa, vivir de muerte, morir de vida. Vivir de muerte ¿qué significa esto?  Significa que, en un organismo, nuestras moléculas se degradan, pero que somos capaces de producir moléculas totalmente nuevas que rejuvenecen a las células. De igual modo, nuestras células se degradan, pero el organismo es capaz de producir células totalmente nuevas que lo rejuvenecen. Rejuvenecemos 60 veces por minuto, yo rejuvenezco, ustedes rejuvenecen, nuestras moléculas lo hacen varias veces por año. Nos pasamos el tiempo rejuveneciendo, es decir que vivimos de la muerte de esas células para rejuvenecernos. Pero entonces, ¿por qué nos morimos? Porque, a la larga, rejuvenecer es sumamente agotador. ¡Rejuvenecer es matador! Por eso, desgraciadamente, nos morimos.  Nos morimos de vida.

Hay otra característica en la máquina viva, ya señalada por Von Foerster, y es que se trata de una máquina no trivial.  Una máquina trivial –decía Von Foerster. – es una máquina de la cual se pueden conocer los outputs una vez que conocemos los inputs. Aún sin saber lo que ocurre en el interior de la máquina, podemos predecir su comportamiento. Podemos conocer todos los comportamientos de la máquina trivial. Una máquina viva se conduce a menudo como una máquina trivial y podemos predecir nuestros comportamientos; a la mañana uno va a su trabajo, más o menos puntualmente, y tiene un comportamiento previsible. Pero a veces, realizamos actos totalmente inesperados. Cuando alguien dice que, ante una ofensa, no hay que castigar sino poner la otra mejilla (es decir: perdonar), ésta es una reacción no trivial a la lógica de la vendetta, de la venganza y el castigo.

Así es que hay diferencias enormes entre la máquina viva y la artificial. La máquina artificial no tolera el desorden; apenas aparece un elemento en desorden, se detiene. La máquina viva puede tolerar una cantidad considerable de desorden. En nuestros organismos, por ejemplo, se producen continuamente proliferaciones incontroladas de células; pero no se transforman en cáncer, porque en determinado momento interviene la gendarmería inmunológica y las obliga a dejar de reproducirse. Podemos entonces utilizar el desorden como elemento necesario en los procesos de creación e invención, pues toda invención y toda creación se presentan inevitablemente como una desviación y un error con respecto al sistema previamente establecido.

Por otro lado, cuando digo que no hay que considerar los objetos sino sistemas, esto significa que el sistema mismo puede ser considerado como parte de un poli sistema y rodeado por un ecosistema, ofreciéndonos así la posibilidad de reconsiderarlo en su entorno, lo que nos circunda está inscripto en nosotros.  Aquí volvemos a encontrar el principio del holograma, no sólo la parte está en el todo, sino que el todo está en la parte.

La epistemología sistémica vendría a ser la construcción del conocimiento basado en un paradigma cuyo origen son las interrelaciones e indeterminaciones de capas de fenómenos y procesos organizacionales donde existe una unión del sujeto y objeto desde el punto de vista científico, donde el instinto y lo cualitativo nace como una variable importante en el estudio de la ciencia.

Así mismo,  considerando las raíces profundas, la corriente del pensamiento sistémico que pone el énfasis en la teoría que es muy antigua; baste con recordar a este respecto que desde sus inicios y hasta Hegel la filosofía occidental pensó al ser bajo el signo de la unidad y que, en consecuencia, el problema de lo uno y lo múltiple fue tema permanente en su agenda. Khun introduce la noción de paradigma (donde se enmarca el nuevo paradigma sistémico), el cual está constituido por supuestos teóricos, leyes y técnicas de aplicación que deberán adoptar los científicos que se muevan dentro de una determinada comunidad científica. La ciencia madura se rige por un solo paradigma, quien establece las normas que dan legitimidad al trabajo que se realiza dentro de la ciencia que rige, incluyendo la resolución de problemas que se presentan. Para Khun será justamente la existencia de un paradigma que puede apoyar una tradición de ciencia normal lo que establece la diferencia entre lo que es ciencia y lo que no es.  La ciencia normal es descrita por Khun como una actividad de resolver problemas por las reglas del paradigma en cuestione; entonces, fue sólo hasta mediados del siglo XX, sin embargo, cuando el pensamiento sistémico se reconoció a sí mismo como tal y se separó de la filosofía.

No surgió en un principio como una disciplina autónoma, sino como un desarrollo al interior de la biología (Ludwig Von Bertalanffy es aquí la referencia principal, aunque no única), de la antropología social (con Alfred Reginald Radcliffe-Brown y Bronislaw Malinowski, por ejemplo) y de la sociología (notablemente en Talcott Parsons, aunque ya en Emile Durkheim encontramos la distinción entre causa y función). Las generalizaciones aquí suelen ser riesgosas, pero pese a ello probablemente puede afirmarse que la tónica dominante de esta corriente de pensamiento sistémico –la única hasta los años cuarenta- fue su funcionalismo y que éste era resultado de la realización –consciente o inconsciente- de una analogía orgánica.

El funcionalismo, en la sociología, busca explicar los hechos sociales a través de los significados objetivos –distintos de las intencionalidades subjetivas de los actores sociales- que pueden tener en relación con el todo social en el que se dan, concebido éste como un sistema autorregulado.  Estos significados objetivos son precisamente las funciones desempeñadas en relación al mantenimiento de la existencia en equilibrio del sistema social. Aunque enunciados de tipo funcionalista es decir, basados en una analogía orgánica figuran prominentemente en los trabajos de A. Comte, H. Spencer y E. Durkheim, esta corriente emergió como una posición teórica explícita en los trabajos de los antropólogos. A. R. Radcliffe-Brown y B. Malinowski, se liga la noción de función con la estructura, atendiendo a las formas en donde los patrones persistentes de relaciones sociales contribuyen al mantenimiento del sistema social. A este tipo de análisis funcional se le ha dado en llamar funcionalismo estructural.

En manos del sociólogo norteamericano Talcott Parsons el funcionalismo estructural llegó a convertirse en un marco teórico tan amplio y general como para llegar a abarcar el universo entero.  Simplificando lo que es una concepción mucho más compleja, pueden distinguirse en la evolución del funcionalismo Parsons cuatro etapas (después de una que podría calificarse de pre-sistémica durante la cual dirigió su atención sobre todo a la elaboración de una teoría voluntarista de la acción social). En la primera de éstas, que encuentra su mejor expresión en The Social System (1951), la preocupación central ya no se refiere a las funciones desempeñadas por estructuras determinadas (como en los funcionalistas anteriores), sino a los mecanismos generales que hacen posible la continuada existencia de estados de equilibrio en cualquier sistema social.

En una etapa subsiguiente, de la que una obra representativa es Economy and Society (1956) (Parsons escribió en colaboración con N.J. Smelser), el interés se desplaza hacia los requisitos generales que cualquier sistema social deberá tener satisfechos para mantenerse en la existencia, identificándose como tales a los siguientes: adaptación, consecución de objetivos, integración y latencia.  Un poco más adelante, Parsons hizo corresponder a cada una de estas funciones fundamentales un nivel sistémico o subsistema específico para su realización niveles orgánicos, de personalidad, de relaciones social y cultural, respectivamente y propuso que estos niveles o subsistemas se encontraban relacionados entre sí condicionándose (del primero hacia el cuarto) y controlándose cibernéticamente (del cuarto hacia el primero).

Después de esto Parsons dirigió su atención al tema del cambio social y más ampliamente al de la evolución de las sociedades, siendo Societies, Evolutionary and Comparative Perspectives (1966) probablemente su obra más representativa de esta etapa.  Finalmente, hacia el fin de su vida, en lo que podría considerarse como la cuarta y última etapa de su funcionalismo, Parsons extendió de manera recursiva su esquema de cuatro funciones fundamentales con sus cuatro niveles sistémicos asociados a la totalidad del cosmos, estableciendo para ello las siguientes correspondencias, adaptación/nivel fisicoquímico, consecución objetivos/nivel orgánico, integración/nivel de acción social y latencia/nivel télico.  (En el nivel de la acción social, a las cuatro funciones fundamentales corresponden los subsistemas antes apuntados), con Parsons las expresiones teoría de sistemas sociales y teoría funcionalista llegaron a ser prácticamente sinónimas.

Con Von Bertalanffy la cuestión de la relación –distinción, diríamos ahora- entre el todo y las partes cede su lugar como centro de la reflexión al concepto del sistema abierto y su contraste con el sistema cerrado.  Este desplazamiento había de resultar de una gran fertilidad teórica y conceptual, y por décadas se pensó en términos de sistemas abiertos.  De hecho, no fue sino hasta los años setenta, y con mayor claridad hasta el inicio de los ochenta, cuando se operó un nuevo desplazamiento de alcances comparables, la sustitución del concepto de sistema abierto como noción central por el de sistema auto referencial.


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